Saludos parceros, un gustazo estar aquí de nuevo con ustedes, disfrutando de dos de mis más grandes placeres: escribir y cocinar. Esto ni hubiese sido posible sin la confluencia de dos elementos motivadores en mi vida: el concurso de nuestra querida @nahela (no creas que me he olvidado de ti) y una muy agradable velada con mi querida suegra Iraima, mi hermosa esposa @alanasteemit y nuestro querido amigo @rafaamarchan.

Para mi cocinar, más allá de preparar un “buen” plato, significa atesorar en el paladar un agradable recuerdo, es fijar no solo con la mirada, el oído o el tacto, sino con el gusto y el aroma esos momentos mágicos que al sumarse representan la esencia misma de nuestras vidas, de quienes somos, así la comida pasa a ser una simple excusa para resumir en un plato esa maravillosa experiencia que llamamos: vida.

Hablando del concurso

Ya superado el momento filosófico-reflexivo del post, hablemos de este muy entretenido concurso organizado con mucho cariño por @nahela: COCINA CON TU COCINERO FAVORITO , el cual por cierto, es el primer concurso en el que participo en lo que va de año (no quiero influir en la elección, pero creo que eso debe tener una valoración adicional, ¡no sé!, ¡digo yo! xD )

En mi caso, son muchos los cocineros favoritos, al igual que tu @nahela, disfruto mucho la manera de cocinar de Sumito Estévez y he tenido el gusto de replicar algunas de sus recetas, así como de muchos otros cocineros, sin embargo, soy más de los que toman un elemento de aquí, otro de más allá y trato de, inspirándome en el autor original, hacer algo totalmente distinto, adaptado a las circunstancias del momento.

Un clásico, convertido en aventura.

Debo reconocer que este plato no se fraguó en el horno de mi inspiración, al contrario, fue resultado de una imposición petición, de mi encantadora esposa @alanasteemit, quien con su dulce voz me comentó:

”El sábado vamos a recibir la visita de @rafaamarchan, tengo todo listo: la casa limpia y ordenada, la bebida fría, el ambiente acogedor, poco presupuesto y por supuesto la necesidad de que realices tu magia y nos prepares un delicioso pasticho (lasagna)”

¿Sencillo no?

Como saben el pasticho es uno de los clásicos culinarios del mundo, capaz de reforzar los lazos de amor entre una pareja o terminar de destruirlos, según el resultado final del mismo, bueno por lo menos eso es lo que piensa mi bella dama. Generalmente cuando recibo este tipo de solicitud, como la víspera de año nuevo, suelo lucirme empleando todos los recursos disponibles para hacer de la experiencial culinaria algo inolvidable. Pero en este caso… se me encomendó la tarea de hacer tan clásico plato empleando solo carne molida y queso guayanés (si queso guayanés), nada de mozarela, tocineta, jamón o parmesano. Así empezó esta aventura gastronómica.

¿les había hablado del bajo presupuesto verdad?

Preparando la carne.

Para preparar la carne que sirve de relleno de este pasticho suelo usar la clásica receta de salsa bolognesa (la primera receta de esta pasta la copié del chef Dino), pero como en este caso debía ceñirme “a lo que había” (algo muy típico de estos tiempos), preparé un sofrito de ajo, cebolla, cebollín, orégano y tomate. Todo picado muy fino. Una vez que el sofrito estuvo listo, incorporé 750 grs de paleta de res molida, previamente sazonada con sal y pimienta, doré un poco la carne con el sofrito y luego incorporé un poco de agua (unos 100 ml), dejé cocinar por una media hora y ya estuvo listo.

La bechamel

Considero que la bechamel además de que nos permite darle cuerpo al plato, es uno de los recursos, que bien aprovechado, puede ayudarnos a que nuestro pasticho o lasagna tenga no solo la consistencia sino el sabor que esperamos, es por ello que puse especial atención a esta salsa.

Para preparar la bechamel coloqué en una cazuela a fuego bajo, eso solo lo escribí para parecer fino, realmente “puse en una perola” xD unos 100 grs (o cualquier cantidad que les quedé) de margarina con un chorrito de aceite, una vez derretida la margarina, incorporé un poco de cebolla finamente picada (no pregunten por que lo hice, simplemente me gusta así), nuez moscada rallada y pimienta, también recién rallada, cuando la cebolla estuvo marchita, incorporé una taza de harina de trigo e integré bien (no se preocupen si al principio se forma como una masa), luego agregué un litro de leche tibia hasta que la salsa tomó la consistencia deseada (es decir, ni muy espesa, ni muy liquida, ahí, ahí, ustedes saben)

El armado y mi ingrediente especial

Al momento de armar el plato, suelo colocar primeramente una capa de salsa bechamel en el fondo de la fuente que voy a emplear para cocinar, es decir, de la bandeja de aluminio que empleo para hornear, luego de eso, una capa de lasagna, y encima una capa de salsa bolognesa, tampoco hay que ser muy científico en este particular, por lo que cada quien pondrá los ingredientes en el orden que desee. El tema es que, en este caso, tenía que emplear un ingrediente que nunca había utilizado para esto: el queso guayanés. Por lo que, encima de cada capa de bolognesa, coloque tiras, pedazos o fetas de este queso, a manera de queso mozarela.

Como no contaba con queso parmesano para el gratinado, comencé a pensar que podía emplear que se le pareciese… y pues elegí… tomate y orégano fresco. ¡Si ya sé que eso no gratina!, pero el tomate y el queso siempre son buenos aliados en el horno junto con el orégano, así que me arriesgué a que en lugar de pasticho pareciese pizza y así mismo lo metí en el horno, a los 45 minutos ya estábamos disfrutando de esta versión de tan clásico plato, que resultó no solo del agrado de la visita y de mi familia, sino que nos permitió darnos cuenta que lo más importante no son los ingredientes, sino la alegría con el que se disfruta del sabor de los mismos.

Espero que les haya gustado mi receta, muchas gracias @nahela por esta maravillosa oportunidad, @rafaamarchan por la visita y @alanasteemit por motivarme no solo a cocinar, sino escribir esta linda experiencia y compartirla con todos nuestros parceros.

¡Nos seguimos leyendo!