[CUENTO] LA NOCHE INQUIETANTE por @gloribet

in Writing & Reviews3 years ago

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Imagen de Henryk Niestrój en Pixabay

Una invitación fue suficiente para cambiar el curso de las cosas. Era un día como cualquier otro, los planes ya estaban hechos para cumplir con la rutina que siempre la aguardaba, lo de costumbre, lo que es común en todos. Al salir de su acogedor refugio de vida, se topó con la impresión renovadora de la apariencia imponente de las montañas con colores espesos y vibrantes, se percató de la brisa fresca que sutilmente rosaba su cabello negro y sus pálidas mejillas que buscaban un poco el calor de los rayos del sol que se asomaban entre la nublada mañana.

La parada de autobús se hallaba distante, de vez en cuando algunas personas le alcanzaban el ritmo en el paso y pocos segundos la acompañaban, algunas veces saludaban, otras no, para proseguir en sus rutas de manera ensimismada. No estuvo mucho tiempo esperando por el autobús, solo pensaba en las obligaciones y en ocasiones se perdía entre la algarabía de los murmullos de la gente que le rodeaba, y fue así, entre el bullicio y el paisaje que contemplaba durante el recorrido que llegó al centro de sus responsabilidades.

No tenía mucho tiempo en el pequeño espacio, cuando irrumpió en el silencio una voz grave y ronca:

—Buenos días Anaís —hizo una breve pausa esperando la respuesta.

—Buenos días Fabián, que grato es verlo. –Sus miradas se cruzaron velozmente y Anaís se dirigió inmediatamente a brindarle un abrazo.

—Sé que está ocupada, y no deseo interrumpirla por mucho tiempo pero… hoy en la noche, haré una reunión en mi casa, será algo discreto pero acogedor, ojalá puedas asistir.

—“¡Maravilloso… que alegría!”. —Esta invitación significó una bocanada de aire fresco dentro de su estricta rutina, no acostumbraba a compartir muy seguido en reuniones, y la ocasión también era diferente porque existía una afinidad que ninguno declaraba—. ¡Gracias! por supuesto, espero estar allí. —En ese instante no hizo falta nada más, guardó celosamente su expresión encantadora de regocijo por ese efímero encuentro, ya no fue necesario el calor de los rayos del sol para sonrojar sus mejillas.

Anaís continuó con sus compromisos, fue un día largo y agitado, no pudo detenerme a ver el reloj y fue así como en un momento entró en escena la noche, debía regresar a casa. No le fue fácil conseguir transporte, había mucho tráfico, por la ventana apreciaba las luces y escuchaba el festejo en los locales que brindaban sin cesar una provocadora tentación. La gente emanaba otra energía, no la que ella ha percibido al salir de casa cuando camina a plena luz del día, es una conexión diferente, es un poco de despreocupación o liberación, el ánimo se percibe en el aire, inspirando en ella más entusiasmo por llegar y prepararme para salir nuevamente.

Ya casi dispuesta a regresar a la calle, se detuvo un instante frente al espejo para ver su apariencia; el cabello largo brillaba y caía en su espalda acariciando el suave vestido entallado que lucía con los zapatos de tacón que estilizaban su figura, tomó un abrigo, la delicada cartera y las llaves para ir al encuentro.

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Imagen de RealAKP en Pixabay

—Al parecer, debí salir más temprano.

—“La noche ya no está tan agitada”.

Todo el ambiente se mostraba algo enigmático, el trayecto no era muy largo, pero en la noche parecía prolongarse, la casa de Fabián no quedaba muy distante, podía ir caminando, pero los tacones no lo hacían fácil, la oscuridad desvelaba una perspectiva diferente del entorno.

—“Siento que en cada paso que doy la seguridad me abandona, son pocas las personas que consigo en el recorrido, me estoy sintiendo vulnerable, el frío comienza a hacerse notar, la niebla tampoco ayuda, los rostros de aquellas pocas figuras que se aproximan me hacen sentir más temor, son rasgos que se desvanecen en la oscuridad, no percibo empatía, me agobia la sensación de verme tan pequeña y vulnerable en el mismo trecho que atravieso constantemente a la luz del sol. La sombra de mis temores me cubren, los latidos del corazón se desbordan, pensamientos perturbadores hacen eco y retumban sin parar, solo veo amenazas, siento una tensa fragilidad que quiebra mis pasos, mi mayor anhelo es llegar”.

La juventud impetuosa y desafiante era quien gobernaba al principio de su travesía, trataba de recuperarla, respiró profundamente.

—“Quiero recobrar la cordura, pronto pasará”. —Tomó aliento y prosiguió con más vigor, se aqueja a ratos pero no decae—. “Cada vez me aproximo al caserío, ya voy dejando atrás la penumbra, mi flaqueza se difumina, ha quedado entre la bruma”.

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