Aprendemos de lo que vivimos.

Todos, de un modo u otro, somos formadores de ciudadanos y cada uno desde dónde nos corresponde y cómo nos corresponde hacemos nuestro aporte para tener un mundo mejor, una sociedad mejor.

Por esa razón, es indudable asegurar que aprendemos de lo que vivimos, esto quiere decir que el aprendizaje del hogar y lo que recibamos de nuestros padres y adultos cercanos , cuando estamos en crecimiento, es directamente proporcional al adulto que seremos en un futuro.

No podemos enseñar valores y desatender la autoestima. Todo debe estar concadenado. La formación de las nuevas generaciones debe ser de manera integral: formación personal, formación ciudadana y formación académica. Uno de la mano del otro, uno reforzado por el otro.

Sin embargo, la esperanza de un mundo mejor no la podemos dejar única y exclusivamente a las nuevas generaciones, debemos hacerlo desde ahora todos, para que las nuevas generaciones crezcan, se formen, fomenten, y continúen en una sociedad de valores y principios.

Una sociedad que comparta no que quite, una sociedad que siembre no que tale, una sociedad que enseñe no que niegue el conocimiento, una sociedad de inclusión y respeto no una sociedad que aparte por pensar distinto o chantajee con que la única forma de pertenecer a ella es aceptar un pensamiento determinado, una sociedad que enseñe a volar no que corte alas.

Es importante que los que tenemos la edad para dar ejemplos, enseñar, formar y concientizar lo hagamos hacia lo positivo, es lo que se requiere. Ese mundo mejor que vemos tan lejos está mas cerca, sólo lo estamos mirando desde el cristal equivocado. Los cambios son posibles en la medida en que los hagamos.

Tengamos en cuenta también que todo lo que coloquemos en los primeros años de vida permanecerá más allá incluso de nuestra existencia, porque será lo que daremos a otros. Estamos a tiempo. Hagamos del mundo nuestro HOGAR.

Con relación a esto quisiera compartir el poema de la escritora y consejera familiar norteamericana Dorothy Law Nolte (1924-2005) titulado “Los niños aprenden de lo que viven” del año 1954 para su columna semanal en el The Torrance Herald, mismo que fue ampliamente distribuido para millones de nuevos padres y que siempre estará vigente:

“Los niños aprenden de lo que viven”

“Si los niños viven en la crítica, aprenden a criticar."

"Si los niños viven en reproches, aprenden a condenar."

"Si los niños viven en la hostilidad, aprenden a pelear."

"Si los niños viven en el miedo, aprenden a ser aprensivos."

"Si los niños viven en la lástima, aprenden a autocompadecerse."

"Si los niños viven en el ridículo, aprenden a ser tímidos."

"Si los niños viven en los celos, aprenden a sentir envidia."

"Si los niños viven en la vergüenza, aprenden a sentirse culpables"

"Si los niños viven en el estimulo, aprenden a confiar en sí mismos."

"Si los niños viven en la tolerancia, aprenden a ser pacientes."

"Si los niños viven en los elogios, aprenden a apreciar a los demás."

"Si los niños viven en la aceptación, aprenden a amar."

"Si los niños viven en la aprobación, aprenden a valorarse."

"Si los niños viven en el reconocimiento, aprenden que es bueno tener una meta."

"Si los niños viven en la solidaridad, aprenden a ser generosos."

"Si los niños viven en la honestidad, aprenden que es la verdad."

"Si los niños viven en la equidad, aprenden que es la justicia."

"Si los niños viven en la amabilidad y consideración, aprenden a respetar a los demás."

"Si los niños viven en la seguridad, aprenden a tener fe en sí mismos y en los demás."

"Si los niños viven en el afecto, aprenden que el mundo es un maravilloso lugar donde vivir.”

Estamos a tiempo, podemos hacer las cosas bien. ¡Tomemos la decisión y hagamos la diferencia que necesitamos!

Gracias. Muchas Gracias.

Florencia Marcano Salazar.

Nota: está publicación es de mi autoría, y fue originalmente compartida en mi blog:

https://danzasdeldesierto.wordpress.com/