Querida mamá,
No lo sabías, pero el día que me acompañaste a caminar estaba en una crisis de ansiedad. No te lo dije porque sé que a veces le restas importancia a todo. Así como yo, nunca crees que las cosas suceden hasta que te pasan a ti.
Ese día el corazón me gritaba, pero nunca pude escuchar lo que me decía. Necesitaba callarlo, y pensé que tal vez si salía a caminar, mi corazón retumbaría, pero al ritmo de mis pasos. Te asustaste cuando dije que iría sola: ya era tarde y ese camino es muy solo. Eso no me importaba, mis latidos no me dejaban razonar. Entonces te ofreciste a ir, a acompañarme, aunque yo no supiera muy bien adónde iba.
Subimos y subimos. Tu nunca habías ido por ahí, yo recordaba el recorrido muy corto. Llegamos al punto donde había que decidir entre tres caminos: el derecho no era, de eso estaba segura; tenía mis dudas con el central e izquierdo. Tu ya querías devolverte, pero mi meta era tan firme como las ollas que colocas en el fogón. Subimos más, sin éxito. Yo estaba obstinada con el lugar al que íbamos, no quería irme sin haber llegado.
Nos fuimos por el otro camino que faltaba, el de la izquierda, a pesar de que dijiste estar cansada y ya iba a anochecer. Me seguiste. Varios minutos después, ya estábamos en el sitio. Mi alegría fue tan genuina como tu asombro. Me sentí completa.
Bajamos el camino empinado con un pequeño trote porque dijiste que era más sencillo y divertido. Bajamos con carcajadas que se nos atravesaban en el aire. Bajamos tan felices que no nos dimos cuenta de la pequeñita piedra que te hizo tropezar y golpear la cabeza con otra mucho más grande.
Nos parecía que la felicidad era enorme e infinita, lo sentíamos así. Y de un segundo a otro fuimos lanzadas a la realidad más cruel. Fue la vida burlándose del desbalance, dejando todo en armonía y equilibrio.
Una parte de ti murió, mamá. Precisamente esa última palabra: MAMÁ. Esa piedra tomó su lugar, y ahora, una anciana con amnesia y sin hijos quedó. El equilibrio se rompió otra vez.
El doctor dijo que no debía atormentarte con el pasado, pero me niego a creer que ese pasado tormentoso seamos nosotros: tus hijos que no recuerdas haber parido y amado.
Quizás te haga feliz saber lo que hiciste por mi ese día, antes de la tragedia. Quizás te haga feliz, y entonces recuerdes ese día como algo hermoso, y no como una nube negra llena de dolor. Quizás la vida se dé cuenta del nuevo desbalance: más tristeza que alegría. O, quizás, esa sea la verdadera armonía.
Con todo mi amor y esperanza, tu hija Daniela.
Gracias a @belenguerra y @fendit por la oportunidad y motivación para escribir esta historia. Queda poco tiempo pero aún puedes participar en este creativo concurso de Historias cortas con un giro
La fotografía que acompaña esta historia fue tomada por mi, son mi mamá y mi hermana en la Laguna de Los Cedros en Boconó.
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Te felicito, es una gran historia. Mucha suerte 👏🏻
Muchísimas gracias!
Thank you for being part of this contest, friend! We're glad to have you here!!