¡Gran saludo, familia de Venezolanos Steem! Y un abrazo a los queridos @marcybetancourt y @solperez por tan creativa propuesta. Dejo aquí mi participación en el certamen de "Venezuela Concurso - Semana 14"; les va a encantar:

La vieja de los mangos

    Esta curiosa y risible historia se remite al verano del 2016, cuando conocí la ciudad de Venado Tuerto, en la provincia de Santa Fe, Argentina.

Había viajado desde Maiquetía, en Venezuela, hasta a Buenos Aires, por asuntos de visita y turismo de aventura; pues verán, soy viajero y hago de cada visita, por más humilde que sea, una travesía llena de aventuras.

Eso fue justo lo que me sucedió, pues en la capital Argentina me recibió mi amigo Manolo, el cual me advirtió:

—Hablas mucho, mejor escucha más, aquí el dialecto es distinto al nuestro.

Manolo, al igual que yo, es venezolano; entonces se dio la oportunidad de viajar hacia la ciudad de Venado Tuerto, porque la hermana mayor de Manolo, María, mi amor platónico durante el bachillerato, vivía allá desde hacía unos 5 meses, cuidando a una señora que según Manolo: “Aparte de terca, es súper argentina como Diego Maradona”.

La cuestión es que María cuidaba de la anciana y como nos había invitado a pasar tres días en esa misma casa donde ella trabajaba, esperamos la llegada del fin de semana, tomamos carretera hacia Sana Fe y llegamos a Venado Tuerto.

Me emocioné tanto al recordar las épocas del bachillerato, como era de hermosa María en aquel entonces, que decidí comprarle sus frutas favoritas y ahí fue la gran pena de mi vida.

Una cuadra antes de la casa donde trabajaba María, me detuve en una frutería a comprar los dichosos mangos, no hubo detalles, yo los había escogido, pagué sin confusión porque la transacción era entendible, tanto así, que para no gastar los billetes, cancelé con las monedas quedándome sin una de ellas.

Bueno…, al llegar a la casa fue la alegría del recibimiento, besos, abrazos, presentación y la embarrada; la anciana que cuidaba María me pidió unos de magos, por lo que le di los dos más lindos y maduros, pero resultó que ella, en su dialecto argentino y con su condición de abuelita, lo que me pedía eran dos monedas:

—Unos mangos, pibe…

Al entregárselos, esta los estrelló contra la pared y fue cuando recordé las palabras de Manolo, “Es una viejita terca…”; la escena no paso a mayor bochorno, pero desde entonces primero pregunto por lo que me piden o preguntan, así conozca la palabra, pues la anciana se refería a que le regalara dos monedas: “Unos mangos…”

Y yo le pasé par de frutas.