De nuevo levanto mi mano para emitir mi opinión sobre el tema polémico: Combinación mortal: Juventud, alcohol y vehículo, que nos trae en esta semana 13, mi amiga @genomil.

Toda sociedad se gesta en el hogar, así lo individual repercute en lo social y viceversa. Los seres humanos hemos atravesado momentos históricos, culturales y sociales que nos han hecho asumir ciertos patrones de conducta, con los cuales hemos formado a nuestros hijos; y en esto hay todo un cúmulo de experiencias personales que nos conectan, a su vez, con nuestros ancestros (padres, abuelos, bisabuelos, etc.)

De modo que las sociedades que han pasado trabajo, bien por guerras, por crisis económicas o políticas, siempre tendrán la impronta del sacrificio; en cambio, aquellas en las que no ha habido dificultades nunca sabrán ni el significado de tal palabra ni sus consecuencias.

En Venezuela desde el "boom petrolero" la sociedad cambió para bien o para mal. El avance y los progresos tecnológicos fueron abriéndose paso en un país que era mayormente agrícola, pero también ignorante. La educación comenzó a estar al alcance de todos, las mujeres podían profesionalizarse y dejaron de ser vistas solo como "las máquinas de hacer gente". Se hicieron empleadas públicas, obreras, jefas; en fin, trabajadoras, y con ello se demostraron a sí mismas que no estaban en este mundo solo para procrear y ser amas de casa. Pero todo esto tiene un costo: "El sacrificio de dejar a los hijos solos o bajo la tutela de otros". Surge así una deuda física que muchos padres buscan amortizar a cambio de complacer los gustos y deseos de sus pequeños, quienes, por lo general, se sienten con derecho de exigirles a sus padres una vida libre de responsabilidades.

Así tenemos una nueva sociedad familiar en la cual no existe la jerarquía de los padres sobre los hijos, sino la de los hijos sobre los padres. Esta actitud de los adultos hacia los menores se basa en el deseo de evitar la conflictividad y la tensión familiar. Por tal motivo, la conducta paternal de este siglo XXI es la de hacer felices a los hijos, cueste lo que cueste. Complacer sus deseos parecieran ser sus únicas misiones en esta vida. Por eso no es conveniente pensar en "lo malo", entiéndase por esto, accidentes, heridas, muerte; sino en "lo bueno": Mi hijo es feliz, y eso me hace feliz. Somos una sociedad de padres e hijos "suicidas".

Como siempre me pasa en esta iniciativa, son más las palabras que dejo en el tintero,que las que logro expresar. Invito a mis amigos @inspiracion, @miyexi y @zhanavic69 a opinar al respecto. Aquí la información

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