Todos los que leyeron la Biblia, por lo menos una vez en la vida, por cierto, no quedaron de detenerse en la historia de Sansón y Dalila. Sansón fue el hombre más fuerte del mundo, pero no por características propias, sino debido a un don de Dios desde su nacimiento, mejor dicho, desde su concepción. Un regalo divino para beneficiar al pueblo hebreo en ese entonces dominado por los filisteos. Dios le había encargado a Sansón la tarea de destruir a los filisteos. Sin embargo, a lo largo de su vida, Sansón fue enamorándose de mujeres filisteas. Lo que no era nada correcto para un israelita (Dios les había encargado a los hebreos de no casarse con gente idólatras) y sobre todo para un consagrado como Sansón (el ángel que había aparecido ante su madre, dijo muy claramente que nunca podría beber vino ni comer nada de viñas, tampoco cortarse el pelo). Lamentablemente, así como le sobraba fuerza en los músculos, Sansón carecía de falta de voluntad como para sobreponerse a inclinaciones tentadoras. Sansón creció en una familia piadosa que le enseñaba los caminos de Dios. Sus padres afirmaban claramente que ninguna mujer de su pueblo lo habría rechazado. Sansón era libre de elegir a cualquiera que le gustara, incluso afuera de la familia de sus padres (casarse entre primos era considerado una ventaja) con tal de que fuese de su pueblo, por lo tanto, hebrea. Pero no.¿Quién sabe cuántos teólogos y exegetas se preguntaron qué fue lo que Sansón veía en adoradoras de falsos dioses como las filisteas? Ellas acabaron siendo su ruina. La que acabó de destruir a Sansón fue la bella Dalila, por cierto, prostituta de categoría. Obviamente, Dalila no amaba a Sansón cuanto él la amaba a ella. Dalila amaba al dinero que sus compatriotas, los filisteos, iban a darle por traicionarlo. A pesar de que Sansón no confiaba en Dalila, no lograba irse corriendo. Todas las veces que Sansón la engañaba para esquivarla y no contarle su secreto, ella hacía, acto seguido, según él le contaba (atarlo con siete correas nuevas para debilitarlo, etc.). A pesar de ello, Sansón acabó de contarle a Dalila su gran secreto porque no soportó su acoso. Si le cortaran el pelo, se debilitaría como cualquier otro hombre. Como era de imaginarse, Dalila mandó a cortarle el pelo. Ya conocemos el triste final de la historia de Sansón. Los filisteos le arrancaron los ojos y lo convirtieron en su esclavo y su hazmerreír. Al final, Sansón le pidió a Dios que le devolviera el don de la fuerza descomunal una sola vez, por la última vez, preparándose a morir juntos a los filisteos en cuanto los destruía, cumpliendo así su llamado de empezar a liberar a Israel del yugo de ese pueblo pagano.

Con la historia de Sansón podemos aprender que desobedecer a las leyes de Dios tiene consecuencias. Con la desobediencia, acabamos perdiendo bendiciones que Dios nos tenía reservadas.

Si quieren saber más sobre la vida de Sansón, solo hay que buscar el libro de los Jueces (A.T.), capítulos desde el 13 hasta el 16. El sitio BibleGateway nos proporciona varias ediciones de la Biblia en muchos idiomas, incluyendo el castellano. Les aconsejo la Nueva Versión Internacional por su lenguaje actualizado. Sin embargo, a quienes les gusten las expresiones arcáicas, bien les aconsejo la edición Reina Valera.

Invito a mi amiga @shohana1, como le encanta escribir en varias comunidades Steemit. Saludos y abrazos desde Mercosur.