Nadie sabe quién inició aquella noticia, pero una mañana todos amanecieron hablando de ello: # _Y que la iglesia está vendiendo casas en el cielo -dijo una mujer en la bodega bien temprano. # _¿Cómo es eso? ¿Quién las construyó y cuánto es el precio? -preguntó la mujer del bodeguero que no estaba al tanto de aquella venta. # _Y que ya estaban hechas desde hace mucho tiempo, pero como está muy cerca el fin del mundo, ahora es cuando las van a sacar a la venta.

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La noticia corrió como pólvora y hasta al mismo cura lo tomó por sorpresa:

_¿Están locos, quién dijo eso? -preguntó el cura consternado.

_No se haga el tonto, padre, y díganos cuánto cuestan porque aunque sea por cómodas y pequeñas cuotas, podemos pagarle -respondió el bodeguero que era uno de los que más tenía plata.

_No, hijo. Eso es falso. Seguro un timador quiere engañarlos -respondió el cura intentando calmar a sus fieles en la misa. Pero la gente se alborotó y pidió ver los catálogos de las casas, porque de lo contrario, no irían más a la iglesia y la quemarían. Así de violenta se puso la cosa.

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Entonces el sacerdote encontró la solución y mandó a imprimir unos catálagos. En ellos, casas hermosas, construidas en las nubes, estaban en venta. De acuerdo al tamaño, se calculaba su precio. Los feligreses miraron el catálogo y se dieron cuenta que hasta la más pequeña de las casas costaba un dineral, que ni el bodeguero podía pagarla. Entonces, vieron que al final del catálogo había una lista donde se podían anotar aquellos que no pudieran comprar la casa y que quisieran que Dios se las diera gratis cuando llegaran al cielo. Todos se anotaron inmediatamente y le preguntaron al padre cuál era la condición:

_Solo que sean buenos -dijo el cura aliviado y con una sonrisa.

HASTA UNA PRÓXIMA HISTORIA, AMIGOS