Un saludo fraternal a todos los amigos de la comunidad @venezolanossteem. Me encanta mucho este concurso organizado por @marcybetancourt sobre la casa de los abuelos, porque mi niñez y adolescencia siempre estuvo envuelta con la presencia de mi abuela Julia, la madre de mi papá.

     A pesar de haber conocido nuestros cuatro abuelos, la relación más cercana la tuvimos con mi abuela paterna. Mi abuelo paterno, Ramón, falleció cuando yo tenía cuatro años, aunque tengo algunos recuerdos de él, por lo cariñoso que era con sus nietos. Recuerdo especialmente cuando venía con mi abuela a visitarnos los domingos al salir de la misa; siempre nos traía caramelos o pan dulce, se sentaba en una silla para que mi hermana y yo lo peináramos hasta quedarse dormido.

     Mi abuela Julia era un encanto de abuela, bondadosa, amorosa, tranquila y consentidora con todos nosotros, sus nietos, nunca hablaba mal de nadie, todo el mundo era bueno para ella. Recuerdo que papá siempre nos llevaba para su casa, los fines de semana, las vacaciones de la escuela, las navidades y/o Año Nuevo, los cumpleaños, días feriados, en fin, en los días libre siempre estábamos allá.

     La casa de mi abuela era el centro de reuniones familiares. Resulta que la casa de mi abuela estaba en un sector donde también tenían sus casas cinco de mis tíos (ellos son nueve hermanos), lo que significa que ir donde mi abuela era encontrarnos con todos los primos del sector y, si era un día especial, se reunían los nueve hijos de mi abuela con sus hijos, así que éramos muchos primos jugando de casa en casa, salíamos de una y entrábamos en otra, salíamos a jugar un rato a la calle y luego donde otro tío. Para dormir, imagínense, nos repartíamos entre las casas de mis tíos y la de mi abuela.

     A todos nos encantaba dormir con mi abuela, a veces éramos hasta cuatro nietos en la cama con ella, otros en un colchón en el piso y otros en el cuarto al lado. Aunque algunos tenían su casa ahí, todos queríamos dormir juntos. Recuerdo que mi abuela comenzaba a narrarnos acontecimientos de su pueblo de origen, por allá en los campos del estado Trujillo, nos contaba las historias de los vecinos, de su familia y, lo que más nos gustaba, los cuentos de espantos y fantasmas. Entre cuento y cuento nos quedábamos dormidos sin saber de hora. Eso sí, antes de empezar con los cuentos teníamos que rezar con ella, porque era católica practicante, la de ir a misa todos los domingos, de rezar antes de dormir y al levantarse, así como de hacer los rosarios constantemente.

     En las mañanas al levantarnos, ya tenía café y arepas hechas, y seguían los cuentos, en realidad, nunca se le acababan las historias, algunas veces las repetía con otros nombres y lugares.

     El Legado de mi abuela: Son muchos, como la bondad y la solidaridad con los necesitados, el amor al prójimo, a las cosas sencillas de la vida. Así como amaba a todos, ella era apasionada con los gatos, siempre tenía varios, recuerdo que en una oportunidad llegó a tener como veinte. Siempre decía que era “malo” atentar contra los gatos, porque eran animales bendecidos por Dios en todos los tiempos. Bueno, muchos de los hijos, nietos y bisnietos tenemos esa pasión con los felinos. En mi casa siempre hay gatos, mi papá no podía estar sin uno de ellos; yo, particularmente, tengo cuatro en mi casa y tres en la oficina, que es una casa muy grande.

     Mi abuela falleció hace dieciocho años; en su funeral estuvimos presente todos sus hijos, nietos y bisnietos, nadie faltó para darle su última despedida; allí nos reencontramos muchos familiares que teníamos mucho tiempo sin vernos y, conocimos hijos de primos que nunca habíamos visto.

J unto a ti, abuela

U nimos los lazos de amor familiar,

L ograste sembrarnos un hermoso sentimiento

I nquebrantable hacia lo sublime y lo divino. Eres de esos

A mores que duran por siempre y para siempre.

     Todas las fotografías son del álbum familiar de mi mamá, fueron escaneadas unas y fotografiadas otras por mi hermano Damián.