Y tres bolsas llenó
con la preciada mercancía
y se dirigió a la plaza
a probar la suerte del día.

Por el camino pensaba
como lo ofrecería,
tenía que idear una frase
con chispa de picardía.

Llegado al lugar planeado
sonrió con mucha alegría,
y con ímpetu de pregonero
ofreció su mercancía:

“Aquí traigo mango fresco,
el de sabor de piedrita
el que le gusta a María
y a todas las señoritas.

Y si andas en las nubes
porque estás enamorado
te recomiendo que compres
mi manguito de bocado.

Véngase pa’ca mi amigo
y tráigase a las muchachas
pa’ que coman con gusto
el manguito de hilacha.”

Con todo aquel alboroto
a la gente cautivó
y en menos de una hora
las tres bolsas vendió.

De regreso a su casa
caminaba con gran prisa
y de repente tropezó
con la hija de doña Luisa.

Por el choque estrepitoso
la joven pegó un grito:
y al mirar al chico buenmozo
se dijo: ¡Pero qué manguito!

Juan José, ruborizado
sonrió muy tranquilito,
por el piropo de la chica
que lo dejó fuera de sitio.

Se dijo: me presentaré
a este lindo bomboncito.
Correspondió con voz galana,
cuál gallo engrifadito.

Mi nombre es Juan José,
el pregonero de verso y prosa
encantado de conocer
a una mujer tan hermosa.

Si mis ojos no me engallan
es usted muy buena moza,
una perla de la mar,
delicada y preciosa.

Permítame que le ofrezca
este mango madurito,
sabroso como manjar,
néctar para los pajaritos.

Gracias señor José,
¡qué detalle tan bonito!
por el color y el aroma
debe de estar dulcito.

Mi nombre es Laura María
y fue un placer conocerlo;
gracias por el regalo
y espero volver a verlo.

La alegría se disipó
cuando llegó indispuesto
el padre de Laura María
gritándoles muy molesto.

¿Qué te dije Laura María?
¡No te juntes con el fango!
¿o quieres hacer de tu vida
un verdadero arroz con mango?

¿Padre por qué exageras?
pareces general de rango,
manipulando toda mi vida,
agarrando el sartén por el mango.

Déjame ser feliz
al lado de este muchacho
que honrado es por demás
y no es ningún borracho.

Señor, disculpe usted,
yo no soy un mamarracho,
trabajo de sol a sol
y tengo mi propio rancho.

Su hija me cautivó
por su delicado encanto
y si usted me lo permite
hacemos hoy un trato.

Quiero cortejar a su hija,
visitarla cada día un rato
y cuando estemos preparado
sellar ese día el pacto.

El padre al ver lo valiente
que era aquel muchacho
accedió a su petición
y cerraron ese trato.

Juan José y Laura María
viven de la venta de mango,
se casaron con alegría
bailando un sabroso tango.

Fuente