Desde muy niña he visualizado en mi mente la imagen que supongo de mis padres durante su infancia, pero no los he imaginado de una manera momentánea, sino ha sido y sigue siendo una curiosidad bien marcada que en repetidas ocasiones se hace presente en mis sueños. Deduzco que esto será, porque no existe de ellos una fotografía en esa etapa de sus vidas, y al escuchar lo que narra mi mamá en sus historias, surge en mí ese deseo por ver sus rostros de niños.

He ahí posiblemente, a modo personal, que parte la necesidad de retratarnos cada vez que podemos, bueno… ahora la magia de la tecnología hace realidad que capturemos y guardemos todo y cuanto queramos, y después… ¡no sabemos qué hacer con tanta información! pero siempre buscamos una y otra alternativa para resguardar esos tesoros que recogen tanto valor sentimental.

_{Imagen diseñada con Canva}

Una práctica bastante frecuente al estar juntos en familia, es hablar del pasado, jurungar en los recuerdos, particularmente me atrapan estas conversaciones y pongo a volar mi imaginación.

Importancia de conversar sobre anécdotas

Conversar con nuestros seres queridos acerca del pasado, es una práctica que debería darse en todos nuestros hogares. Aunque actualmente, creo yo, es lo que pienso y percibo, no ocurre con la frecuencia y el nivel de interés que solía apreciar en el seno de mi hogar, quiero decir, las nuevas generaciones están más absortas en otras cosas y como que han perdido el interés por saber más de la vida de sus padres y familiares, he notado, que no son tan curiosos, si se les cuenta alguna anécdota la escuchan pero hasta ahí, no preguntan tanto, o simplemente no preguntan.

Algunas ventajas al conversar sobre vivencias: