SEC-S16-W4 | Mi reflejo en el espejo

Esta propuesta de @venezolanos es un verdadero reto pues creo que todos, en algún momento, hemos entrado en conflicto con esa imagen que nos ofrece el espejo cuando nos paramos frente a él. Y no me refiero al hecho (no improbable) de no sentirnos a gusto con nuestra apariencia sino a mirarnos de frente, a los ojos, y no tener nada que autocensurarnos.

Recuerdo que durante mi infancia mi relación con el espejo era más de curiosidad que de complacencia ante la imagen que observaba. Me miraba al espejo hasta que llegaba un punto en el que la otra yo me resultaba una extraña. Me ocurría como con esos ejercicios en los que, al pronunciar mucho una palabra, ésta ya no suena tan significativa como las primeras veces que la emitimos, sentimos que pierde esencia, familiaridad, valor. Se siente hueca. Así mismo me pasaba tras algunos minutos de autocontemplación. Llegaba un momento en el que sentía que desconocía a esa persona que estaba ante mí. Y eso me aterraba.

Luego llegué a ver en más de una película de suspenso y de terror el gran impacto que tiene una presencia (de lo que sea) que es percibida a través de un espejo – o cualquier superficie reflectante – cuando el personaje (y el espectador) no espera(n) aquella aparición, así como también escenas en las que un reflejo cobra autonomía frente al cuerpo que lo produjo y hace cosas que éste no realiza. Entonces los espejos se revelaron ante mis ojos como objetos mágicos, misteriosos y hasta terroríficos.

Quizás por eso no tengo muchos espejos en casa. De hecho, solo tengo uno (el necesario para constatar que estoy presentable para poder salir a la calle) el cual dejé olvidado en mi última mudanza en la casa que ya no habitaríamos. Lo busqué, como dos o tres meses después, por petición de una de mis hijas. Así mismo, debo añadir que, a diferencia de muchas mujeres que conozco, nunca llevo un espejo en mi bolso.