Arte y escritura, semana #40 | El porqué lo hago | por @elvendork

En medio del campo, más allá de primorosos helechos, juncos, ríos y setos, en la pradera, apoyando sus delgados pues sobre una alfombra de musgo, un niño con un retocado trajecito azul marino, intentaba por tercera vez acomodarse en la espalda de la mujer. La fatiga acariciaba cada arrugada facción de su rostro perlado en sudor; cada metro más que avanzaba, la asfixiaba, sus pulmones gritaban; era demasiado peso a cuestas de una mujer mucho más joven de lo que aparentaba.

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Habrían recorrido casi 20 kilómetros en los últimos días, haciendo paradas para comer y reponerse; a veces pasaban la noche en un humilde granero, cuando las luces de la casa se apagaban, el pequeño se dejaba caer sobre una montaña de heno, largo y tendido, y cerraba los ojos hasta la mañana siguiente. Su nana, menos afortunada, se mantenía cerca, con mirada atenta a la cocina del hogar, meciendo su peso de un pie a otro para no sucumbir al sueño. Sólo se permitía dormir cuando sus pies hinchados y desorientación la guiaban hasta una gruta oscura entre unos setos y conseguía dormir al chico.

La guerra se había cernido sobre ambos; su ama, entre lágrimas, le entregó treinta peniques, dos lonjas de queso, cinco panes, su hijo envuelto en una tela de algodón y las indicaciones de llevarlo al país vecino, dónde lo acogería un pariente suyo. Solo un beso depositó en su hijo, mientras su marido con bruscos ademanes le instaba a salir rápido por la puerta trasera, mientras los soldados enemigos hacían sonar sus botas y entrechocaban sus fusibles cada vez más cerca de su calle.

La nana no era tonta; si bien había la posibilidad de ocupar el tren y en dos días de viaje atravesar la frontera, ella no confiaba en los soldados. Harían preguntas, los acorralarian, y sin duda, arrebatarían al niño por no ser hijo suyo. Ocuparse ella sola y cargar a cuestas al señorito por el camino quemaba sus pulmones, sangraba sus pies y desgastaba su alma, no sucumbía.

Porque también era su hijo. También lo amaba, y si estaba en ella salvar al chico entregándose al ejército sabiendo lo que le deparaba, no lo pensaría.

El chico se aferró a su cuerpo, dejando la estabilidad de la puerta. Era la señal para continuar.


Me gustaría invitar a @marigaby12 a crear otra obra divertida.

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Hurra! Qué alegría siento cuando un nuevo steemita se une a esta iniciativa. Tu relato es bien interesante. Comparto la idea de que la responsabilidad y los cuidados hacia otros seres humanos no tienen edad. He visto niños cuidando a sus hermanos y amigos, y eso lo has plasmado en tu publicación.

Otro tema que has tocado es la guerra. Si bien es difícil vivir en medio de ella, alejarse es también difícil. La necesidad de sobrevivir nos va quitando el aliento de continuar. Con las horas la melancolía va aferrándose a nuestra garganta y apenas podemos respirar.
Gracias por tu compañía. Espero seguir contando con ella todas las semanas. Un abrazo fuerte.

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