Gente buena de Steemit: Aquí dejo un nuevo cuento para quienes quieran leer. Con un saludo especial a los usuarios que me han comentado los anteriores, y para @marcybetancourt y @solperez, quienes desde #venezolanossteem realizan una gran labor en beneficio de la comunidad venezolana.

_Fuente

La Grita nunca había vivido un episodio así. Al menos nadie recordaba nada parecido. Ni los más viejos habían oído hablar de una historia similar. Por supuesto que crímenes pasionales habían ocurrido unos cuantos. Incluso se recordaba mucho uno, en donde una mujer había asesinado a un joven sacerdote. Ese había sido uno de los más terribles, porque el padre Cadavieco, prácticamente, se había desangrado en plena calle y había muerto en un enorme charco de sangre.

También los ancianos, que eran muy niños en esa época, se acordaban mucho de la muerte de Ana Julia, quien había sido asesinada por su padre una mañana. Decían que había sido sorprendida por este en uno de los cuartos de la casa con su mejor amiga, Vicenta Colmenares. Ana Julia murió y a Vicenta nadie volvió a verla más nunca.

Pero esto era otra cosa. Dos niñas se habían cosido a puñaladas a la vista de todo el pueblo. Katherine, tendría unos once años y Anabel quizás doce, era un poco más acuerpadita. No es, tal vez, buena idea dar detalles de lo ocurrido aquella fatídica tarde. Algunos hasta decía que esa tarde el Santo Cristo de La Grita había llevado sus manos al rostro para llorar desconsoladamente.

Nadie entendía nada. Lo cierto del caso es que La Grita tuvo dos niñas muertas la misma tarde. Dicen que a partir de ese día, todos los siete de octubre llueve, y algunos devotos han visto húmedos los ojos del Santo Cristo de La Grita. Y aunque la vida siga, en algún lugar de la montaña hay dos cuchillos llenos de sangre seca envueltos en un trapo, como recuerdo de una tarde que el pueblo se paralizó para llorar.

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¡Gracias por su lectura!