Nos habíamos visto en los bailes, la primera vez fue en el cumpleaños de la reina, luego en la presentación en sociedad de la hija menor de la duquesa Raquel y, por último, en el matrimonio del príncipe Juan; era tan delicada su cintura, tan pequeña que podía rodearla con una sola mano, sus ojos brillaban opacando los candelabros del salón, salimos tres veces; y la última vez supimos de inmediato que éramos el uno para el otro.

De regreso a casa, mis padres estaban extrañamente callados, no pronunciaron ni una palabra cuando íbamos en el cuarraje, solo se miraban entre ellos como si quisieran hablar en secreto.

En la mañana, muy temprano, antes del desayuno, mi padre entró a mi habitación y me dijo que teníamos que hablar:

-Hijo -pronunció en un tono muy serio -te hemos visto bailando en varías oportunidades con Sol Maricela, la hija de la condesa Marcy. Por eso, en nombre del honor de nuestra familia, te prohibimos que vuelvas acercarte a ella, aunque estoy seguro que ya su familia también le debe estar prohibiendo lo mismo a ella.

-Padre, pero porque esa prohibición, no entiendo -pregunté consternado.

-Ella es una Pérez Betancourt, y los Acosta Cazorla jamás no uniremos con esa familia -dijo mi padre poniéndose de pie y mirando por la ventana -hace mucho años tu bisabuelo murió en un duelo con el bisabuelo de ella, y desde momento nuestras familias son enemigas, así que ya lo sabes, no te acerques más a esa muchacha -dijo.

Bajé la cabeza en señal de respeto, y prometí con franqueza no acercarme más a ella.

El próximo baile era el cumpleaños del rey, y allí era obligatorio que nos nobles asistiéramos, no pude dormir pensando en que ella estaría cerca de mí y que no iba a poder hablarle, mirarla a los ojos, bailar con ella, si no fuera obligatorio asistir, preferiría no ir a ese baile.

El salón estaba esplendoroso, la orquesta tocaba una contradanza, todos los jóvenes bailaban, ella estaba más bella que nunca, sentada en una pose como si la fueran a pintar, sentí un inmenso deseo de acercarme a ella, pero recordé las palabras de mi padre y me detuve, bajé de nuevo la cabeza di media vuelta y salí del palacio, caminé sin rumbo, y me senté en unos matorrales, al pie de una estatua. Tenia poco rato de estar allí cuando escuché un ruido, volteé pensando que era algún animal, y de repente, ante mis ojos estaba ella, asustada, jadeante, pero dispuesta a todo. En ese momento me dejó de importar mi bisabuelo y el honor de la familia, ella me estaba dando una lección de valentía, salimos y nos amamos hasta el amanecer.

Nos desheredaron y desterraron para América del Sur, y allí vivimos ahora, sin títulos de nobleza ni riquezas, pero somos muy felices.

Fin

me gustaría invitar a @wakeupkitty, @dove11 y @mariami. Aquí la información