Me llama someramente la atención que, en una sección importante de mi biblioteca personal, abundan tanto novelas, como libros de no ficción la ciudad de Venecia. Cuando recapacito, recuerdo el impulso lector de ello. Quiero decir, desde que tengo uso de razón y por consideraciones subjetivas, la otredad es un tema de interés tanto de estudio, como de goce estético.

Y Venecia es una ciudad que antecede esa premisa de Murano donde entiendo que se descubrió el espejo. ¡Qué mejor vehículo de conexión con esa otredad que es uno mismo que ese objeto! Después vendrá, en esa lógica reflexiva, el arte como proceso de decantación hermenéutica. En ésta ocasión, tomando como pretexto la siguiente obra que se titula: En el espejo, desarrollo la primera idea, el de la otredad.

Fuente de la imagen.

En la imagen que observa el espectador, en el cuadro donde está mirándose una mujer en el espejo; hay un momento de invocación a la otredad (no hablamos todavía del proceso hermenéutico de reconocimiento), que Gadamer (1996) reconoce como una ontología del acontecer y “se integra con lo nuevo en una nueva figura de validez” (p. 266), sino de lo que Forero (2017) subraya como algo convocado por una interpretación tácita del ser.

En ese sentido, la otredad, indica Forero (2017), se enfoca hacia el reconocimiento de nuestra finitud y pleno reconocimiento de lo que percibimos y que va más allá de referentes cognitivos. ¿Qué interpreto yo al ver ese cuadro? ¿Qué está pensando y viviendo la mujer que se mira en el espejo? Solo se me ocurre reconocer que la obra pictórica, proyecta nuestra realidad.

Referencia

Forero, P, F. (2017). Ontología del acontecer. El camino de Hans-Georg Gadamer. Ideas y Valores, LXVI (164), 35-54.

Gadamer, H, G. (1996). Verdad y método. Ediciones Sígueme.