La depresión se ha convertido en el mal de nuestro siglo, a pesar de todos los adelantos que existen para aminorar el dolor interno en las personas. Si consideramos algunos de los sinónimos de la palabra depresión que aparecen en el Diccionario de la Real Academia "Agujero, hoyo, hundimiento, bajón, debilidad, decaimiento y caída", veremos que todas nos llevan a pensar en cautividad e impotencia. Es como ir caminando por la vida en un día de primavera con un sol radiante y muchas flores, donde todo te sonríe, y de pronto caíste en un hueco inesperado y no tienes las fuerzas para levantarte y salir de ese abismo.

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La depresión no es otra cosa que esa impotencia y esa falta de esperanza que las personas sienten ante un evento inesperado y triste que llega a su diario vivir. Frente a esa incapacidad para encarar la realidad, deciden escapar de ella, para irse a vivir en el mundo emocional del sufrimiento y el lamento donde se perpetúa el dolor y no se ven posibles soluciones.

No obstante, eso no tiene ni debe ser de esa manera. Si aprendemos a conocer el porqué se cae en la depresión, entonces aprenderemos cómo no sucumbir ante este trastorno anímico. Es imperante reconocer no solamente a nivel intelectual, sino a nivel espiritual, que ningún problema es eterno y que no existe nada que Dios y nosotros con su ayuda no podamos resolver.

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Es importante tener en cuenta que los momentos tristes llegan, que debemos validar los sentimientos tanto de tristeza como los de alegría, pero no podemos permitir que la amargura, el dolor y la desesperanza hagan un nido permanente en nuestro corazón.

Un mismo incidente le puede ocurrir a personas diferentes y una puede decidir deprimirse y la otra puede optar por resolver o buscar ayuda. La persona deprimida todo lo ve triste y no ve salida a su situación, en cambio quien celebra la vida, siempre va a encontrar motivos para estar feliz. Esta actitud de relajación le da la oportunidad de ver que Dios está siempre presente con sus brazos extendidos para abrazarle y señalarle el camino a seguir.

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Comienza a contar tus bendiciones en lugar de magnificar tus problemas, para que siempre reine la alegría en tu vida.

Bendice a Dios, no olvides nunca que Él es quien te perdona, el que te sana, el que te rescata del hoyo y te corona con bendiciones. Aquí está la clave para vivir sin depresión. Decide por buscar a Dios, en Él encontrarás la salida a este mal que en ocasiones puede tocar a tu puerta.