Una de las características principales de la vida es que se halla en un constante cambio y en que ningún momento permanece igual. La vida que se estanca tiende a ser una vida sin sentido. La resiliencia es la capacidad o la fortaleza que tienen aquellas personas, que no le temen a las amenazas, sabiendo que es rico porque nada posee y es fuerte porque no es esclavo de los demás. El tener esperanza no es un estado de quietud y pasividad por lo esperado, sino que implica una actitud fundamental en aquel que espera, y es la fortaleza, en si es la adaptación positiva que permite sobrevivir ante la amenaza.

Pues los cristianos esperamos en Dios, pero no podemos pretender que todo nos caiga del Cielo. Un ejemplo de esto es lo que en el Antiguo Testamento nos relata del pueblo de Israel en el desierto, el pueblo al salir de Egipto tenía toda su esperanza puesta en el señor, y sabia que Dios no los iba abandonar, aunque eso implicaba una serie de actitudes que dieran muestra de esa esperanza, como el de tomar la decisión de salir de Egipto y dejar la seguridad que tenían en ese pueblo, en cuanto al alimento y el techo , era un actuar impulsado por las promesas del señor, y así fue no quedaron defraudados.

En consecuencia, el camino de la vida nunca lo transitamos solos. Generalmente pasamos por momentos gratos, sufrimientos, pérdidas, preocupaciones, tristezas, y debemos saber sobrellevar los problemas, pero resultan en oportunidades de crecimiento. Por esa razón, hay que caminar buscando a Dios, luchar con mucha fe, mantenerla, porque es la confianza la que nos fortalece y nos apoya a mantenernos caminando por encima de toda dificultad, retomando la vida de manera constructiva, porque es Dios quien nos brinda su cuidado y protección, ante cualquier peligro que se nos presenta en la vida. Es quien nos sostiene de la mano y nos levanta para continuar marchando por la vida hasta el final de nuestros días.

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