Unas de las cicatrices más profundas que tenemos en nuestra historia como humanidad fueron aquellas épocas de la esclavitud, aquellos largos años fueron de tantos sufrimientos, de tanta injusticia hacia aquellos hermanos de color, lo que era un privilegio para muchos nacer blancos era la desgracia de otros nacer de color, esto era razón suficiente para garantizar privilegios y comodidades para unos y para otros injusticia y esclavitud. Desde tiempos antiguos en el corazón del hombre ha existido este oscuro deseo por tener el derecho sobre la vida de los demás, el querer gobernar a su antojo sobre otros. Las sociedades reflejan esto, han adoptado costumbres que atentan contra su prójimo, mayormente hacia aquellos más desprotegidos. A lo largo de nuestra historia han surgidos causas mal formadas que brotan de todos aquellos corazones egoístas y con conciencias erráticas. Todo esto emerge desde una prisión que nos condena a una esclavitud mucho más cruel y que sólo la verdad de Dios y su Palabra nos podrán hacer libres.

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Nosotros como sociedad creemos e interpretamos “la libertad” como un derecho que debe tener toda persona para elegir de manera consciente y responsable su propia forma de actuar dentro de una sociedad, ésta no estando sometida a voluntad de otros.

Existe un imperio creado por el mismo hombre desde Adán hasta nuestros tiempos, este imperio fue construido por nosotros mismos precisamente desde aquella libertad, desde el libre albedrío regalado por Dios y que nunca supimos administrar correctamente. Hablo del “imperio del pecado”, la consecuencia de nuestra desobediencia a Dios y la razón de nuestra separación de Él. Por medio de la desobediencia le dimos cabida legal al pecado en hacernos presos siendo precisamente esclavos de todas nuestras propias pasiones, somos gobernados por nuestros bajos instintos lo único que nos interesa es satisfacer nuestra naturaleza pecaminosa, ¡somos esclavos! incapaces de agradar a Dios. No hay antídoto, no hay vacuna para esta pandemia de pecado, no hay manera ni capacidad que venga desde nosotros mismos para ser librados, pero sobre todo para conectar una vez más con nuestro creador, Aquél que nos creó perfectos y libres.

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La libertad que ofrece el Hijo de Dios trasciende mucho más allá que aquellos conceptos básicos que suele usar la sociedad en cuanto a libertad, Dios nos señala una concepción tan distinta y mucho más elevada, esta libertad comienza desde el interior, nos habla de una condición que comienza desde lo más profundo del corazón, esta libertad es la única garantía de vivir en plenitud a pesar de todos los desafíos que podamos tener en nuestro andar por la vida, aún si estuviésemos en la peor cárcel del mundo o ser víctima de aquella esclavitud que el hombre hace sobre el mismo hombre, todo esto no serían cadenas que pudiese oprimir la libertad que sólo podremos encontrar en el Hijo de Dios.

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Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en El: Si vosotros permaneceréis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos. Juan 8: 31

Esto es para aquellos que creemos en Él, nos extiende una invitación y ésta es permanecer, nos muestra una señal por donde dirigirnos en la vida si pretendemos ser sus discípulos, nos anima a perseverar en lo que es importante, ¡Su Palabra!, Su Palabra es lo que Él ha revelado de sí mismo, ahí están todas sus recomendaciones para nuestra vida, todas ya han sido certificadas por aquellos que nos antecedieron y mejor aún El mismo es la garantía que Su Palabra es verdad. Esta es el mapa que nos guiará y mostrará su cuidado y fidelidad, ahí están las coordenadas de cada una de sus promesas, es la lámpara para recorrer los tiempos más oscuros de la vida, es la justa medida en provisión para atravesar los desiertos de nuestras almas, ahí están las respuestas para enfrentar los días con su afán como las largas noches con sus dudas y ser reconfortados, estos altos códigos morales fueron concebidos desde el mismo cielo, estos invaluables principios nunca serán negociables ante cualquier propuesta tentadora.

Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres. Juan 8: 32

Ante este mundo convulsionado y sus tendencias relativas donde todo lo torcido se le adapta una explicación diplomática generando una conclusión y aceptación amigable, el Hijo de Dios nos asegura que existe una verdad, precisamente ésta nos garantiza la verdadera libertad. Existen hoy día tantas causas vacías que aseguran dirigirnos a la libertad, éstas recorren el mundo exigiendo reconocimiento, reclamando derechos sin darse cuenta que son presos de sus propios hechos, quieren imponer desde sus ideologías todos aquellos actos del cual ellos mismos son cautivos.

El Hijo de Dios no sólo nos muestra lo errado que está este mundo, nos advierte que cada día de nuestras vidas tendremos una guerra declarada a muerte con este sistema corrupto. El mismo nos evidencia la verdad y nos asegura que El mismo es esa verdad. Su palabra muestra la manera correcta de vivir, su palabra inspira el corazón a una nueva vida, pero es tan poderosa como una espada con doble filo, rompe y penetra tan violentamente destruyendo aquellos conceptos oscuros que nos hacen vivir erradamente. Si puede eche un vistazo breve por todos los acontecimientos en nuestro mundo, desde lo político, lo económico, lo que existe detrás de los movimientos feministas y ni hablar de la igualdad del tercer género. Todo esto tiene un origen oscuro, su esencia proviene del mismo pecado. Querer llevar la vida a nuestra manera pensando erradamente que esto es libertad.

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Nuestra visa a una vida en libertad para los que creemos en el Hijo de Dios es permanecer en su palabra, solo El y su palabra es capaz de hacernos realmente libres. Libres de la ignorancia en siempre apuntar y apostar hacia lo errado, libres del pecado, el Hijo de Dios entrando en escena perdonando nuestros pecados y en darnos la gracia y el poder en decir no más al pecado. Ser libres de la condenación eterna, cuando la paga por nuestro pecado era estar muertos, El pagó nuestras deudas y nos garantiza la vida eterna. ¡Gloria a Dios! La mejor oferta que el cielo puede dar a todas las almas que están en bancarrota.