Juan se fue al norte pasando muchas necesidades, atravesando peligrosas montañas, arriesgando la vida, en algunos casos; humillándose en otros, pero al fin llegó, y comenzó a trabajar como una bestia. Tenía la idea de regresarse a los dos o tres años, con dinero suficiente para hacer su casa y casarse con Margarita.

Pero la cosa no fue tan fácil como él pensaba, pues aunque sí ganaba mucho dinero, la vida también era muy cara, y no se le hizo fácil reunir el dinero para regresarse rápido a su pueblo.

Margarita siguió trabajando en la escuela, y se comunicaba siempre con Juan, pero ella quería tener sus hijos y tener su casa, como las otras mujeres del pueblo.

A los cinco años de Juan haberse ido, le prometió a Margarita que solo estaría fuera del pueblo dos años más, y que luego regresaría a su lado definitivamente.

Las palabras de Margarita sorprendieron a Juan:

-Juan, tú sabes cómo te he querido siempre, y te digo algo: Serás para siempre mi gran amor, pero ya "es demasiado tarde", si quieres regresar, regresa, pero no por mí, ya nuestro sueño no se realizará, me casaré este próximo mes con Roberto, el hijo de la señora Modesta, ya no soy una muchacha, y ya casi soy vieja para parir, perdóname si te causo dolor, pero esa es mi decisión.

Juan se quedó para siempre en el norte, y mejoró mucho económicamente, se casó con una mujer de aquellos lados y tuvo primero un varón, y luego a una hermosa niña, que le puso por nombre Margarita.

Margarita se casó con Roberto, tuvo dos niñas, y vivió una vida tranquila y próspera, pero su rostro siempre lucía opaco, iba del trabajo a la casa, satisfecha, pero como si hubiese perdido la sonrisa para siempre.

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