¡El Grinch no me juzgaría!
Los estrenos… cuando era muy pequeño, al igual que todos los niños, disfrutaba mucho contar con ropa y zapatos nuevos para la navidad y el fin de año. Era algo incomparable saber que estaban allí, bien arreglados, en una gaveta del escaparate que se encontraba en nuestro cuarto esperando que llegase la fecha indicada para vestirme y salir a la calle luciendo una indumentaria muy diferente a la de todos los días. La emoción tenía rasgos apoteósicos porque no era muy frecuente que algo así sucediera, solo en diciembre había la certeza de los estrenos.
Listos para el estreno...
Más adelante, cuando estaba ya un poco más grande, aunque seguía siendo un niño, me di cuenta de que mi madre debía hacer grandes sacrificios económicos para complacer a los nueve hijos que vivíamos bajo el amparo de su infinito amor. No era fácil adquirir todo cuanto necesitábamos para que el 24 y el 31 de diciembre a ninguno de nosotros les faltase un vestuario completamente nuevo. Desde aquel entonces comencé a observarla en su incansable trajinar, en sus recurrentes preocupaciones, debido a que siempre faltaba algo para alguno de nosotros y había que buscarlo lo más rápido posible porque ya las navidades estaban a la vuelta de la esquina… y desde esa época comencé a sentir cierta aversión por esa costumbre decembrina.
Zapatos nuevos.
A pesar de que yo le decía a mi madre que no se preocupase por comprarme nada porque yo no tenía problemas con ponerme cualquier ropa aparente para esos días especiales, ella no me hacía caso alguno y se empeñaba en equiparme con la respectiva indumentaria de estreno; nunca dejó de lado su antiquísima costumbre. Una vez que me hice hombre y económicamente independiente, si fue verdad que renuncié a esa tradición. Compraba ropa y zapatos en cualquier momento del año y me desentendí por completo de esa acendrada práctica navideña. Me sentía muy a gusto, en verdad, cuando escogía de mi closet lo que me pareciera mejor para lucir durante esas fechas.
Unos años más tarde, cuando me casé y vinieron los hijos, debí enfrentar el dilema de que ellos no tenían por qué dejar de disfrutar de los estrenos decembrinos. En esa época, por fortuna, yo no padecía las urgencias económicas que atormentaban a mi madre; sin embargo, para no recordar aquellos episodios de incómodas carencias, decidí que siempre les compraría a mis niños su ropa y zapatos nuevos en agosto o en cualquier otro mes que no fuese diciembre.
Invito a los amigos:
@lirvic,
@genoa y
@mireyalongart
Nota: Todas las imágenes, excepto la de portada, pertenecen al autor y fueron tomadas con la cámara del teléfono móvil, modelo: Samsung SM-A135M.
Hola mi bello amigo, usted siempre tan inteligente, cabal y auténtico; ciertamente esas tradiciones nos generan mucha preocupación a nosotras las madres, ahora lo entiendo; si con una sola me jalo las greñas , imagínate con 9 hijos, admirable su santa madre y usted que siempre le considero. Un fuerte abrazo lindo.
Hola, amiga... Cuando somos padres y madres es cuando comprendemos en toda la su dimensión lo que significa cumplir con esas tradiciones... Muchas gracias por sus amables palabras. Un gran saludo.
Hi, @cruzamilcar63,
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Muchas gracias por su apoyo...