Enajenado - Relato

No le permite salir desde hace tiempo. La última vez que lo hizo fue cuando era niño, se apodero de él durante una larga temporada y le hizo cometer actos enfermizos e incestuosos. Él sigue ahí, lo sabe. El espejo se lo recuerda..., las voces en su cabeza…, sus pensamientos. Su pasado le grita que no podrá deshacerse de ello tan fácilmente. Es su otra mitad, el inquilino de la habitación contigua. Un habitante del lugar derruido oculto tras la fachada de quien pretende ser.

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— ¡Cállate, déjame en paz! —murmura mientras cocina, sin nadie a su alrededor. Coge un tomate y comienza a picarlo en cuadritos. Luego una cebolla seguido de unos ajíes a punto de podrirse. Luchando por concentrarse, tararea una canción que sonaba en la radio. Grita a su hermana para que suba el volumen y esta desde la sala le hace saber que no lo hará, qué está estudiando y que pronto llegará visita, por lo que no es debido tener tanto escándalo a esas horas.

—Pronto llegará visita; sí, vendrá Max a manosearte en la sala como todas las putas noches —musita nuevamente, hace una mueca burlesca y disgustado, coge la tabla sobre la cual picaba aventándola contra el fregadero, maldiciendo en voz baja y repitiéndose mentalmente que debía respirar, era lo mejor.

Una hora más tarde la cena estaba lista. Tomó tres platos y sirvió esbozando una sonrisa al ver el buen aspecto qué tenía aquello —pollo en salsa con espagueti—, llamó a la mesa a su madre y a su querida hermana. Como de costumbre conversaron sobre lo cotidiano mientras comían. Un día pesado para una mujer de cincuenta y dos años que trabajaba de cajera en un supermercado, su madre lo constataba a medida que relataba, detalle a detalle, sobre cada cliente impertinente que se topó con ella y le hizo pasar un mal rato.

Él y su hermana escuchaban atentos. Ambos, estudiantes universitarios. Él cursaba el cuarto semestre de psicología y ella, recién emprendía ese año un largo camino para ser bióloga, anhelaba especializarse en botánica tras graduarse. Nunca conocieron a su padre, o al menos, ninguno guardaba recuerdos sobre él. Murió de cirrosis cuando Johan tenía tres años y la pequeña Claire estaba a punto de cumplir el primero. Desde entonces su madre se ha esforzado para brindarles una buena educación, y gracias al coeficiente de ambos, optaron por becas que fueron de gran ayuda para ella.

El timbre sonó, era el novio de Claire quien llamaba a la puerta, Max. Ella se levantó de inmediato para ir recibirlo, su hermano también se puso de pie. Johan sonreía a su madre mientras recogía los platos vacíos de la mesa y por dentro, los celos oprimían su pecho, carcomiéndole; sin embargo, no deseaba sentirse así, se odiaba por ello. Mientras lavaba los trastos su mente le hacía una mala jugada, y a pesar de la asiduidad de sus celos, creía no poder soportarlo y explotar de un momento a otro.

Esa noche a él le tocaba hacer la cena y encargarse del resto, era lo acordado. Aquel trío familiar se turnaba con los quehaceres del hogar los cuales eran pocos porque nadie estaba en casa durante el día. Sí, a él le tocaba encargarse de todo eso mientras Claire desde la sala reía disfrutando la compañía de Max, y este a su vez, hablaba con elocuencia a su madre ganándose su confianza y aceptación como lo hacía en cada visita, logrando que le dejaran estar a sus anchas y sentirse en casa. Cada carcajada que atravesaba el pasillo resonaba en el tímpano de Johan, empañando su mente y perturbándole.

— ¿Qué es tan gracioso? ¿Por qué tienes que estar al lado de ese imbécil qué sólo es un montón de músculos con carro propio? Tú, tú que eres tan inteligente y hermosa..., eres mucho para ese idiota que sólo quiere follarte apenas se lo permitas, o acaso, ¿Ya lo has hecho? Sí..., seguramente ya lo has hecho ¿Donde?, ¿en el sofá?, ¿en tu habitación?, ¿será qué te ha gustado?, ¿habrás gemido igual que cuando eramos niños? ¡¿Por qué?! ¡¿Por qué tienes que estar junto a él, Claire?! ¡Maldita sea! ¡Sal de mi cabeza! —cada pensamiento era igual de enfermizo y él lo sabía.

Un cuarto de hora más tarde culminó con los gajes del oficio y, al pasar por la sala rumbo a su habitación, saludó a su cuñado sonriendo abiertamente deteniéndose por un momento para escuchar lo que Max tenía que decir respecto a November rain de Guns N’ Roses la cual sonaba en la radio —a un volumen moderado—, hablo sobre la inmortalidad de las bandas de Rock criticando a la música actual y haciéndole saber que jamás pasarían de moda canciones como esas. Johan fingió sentir interés, respondió asertivamente y continúo su camino.

Se topó con su madre quien salía del baño el cual quedaba al fondo del pasillo. El rostro de aquella mujer siempre denotaba cansancio, parecía como si algo colgara de sus facciones dando forma a unas arrugas prominentes. Después de un breve cruce de palabras, prosiguió. Johan hablaba muy poco desde hacía meses. Su cambio fue tan repentino que a su madre y a su hermana les pareció extraño; sin embargo, ambas, al igual que sus amistades, creyeron que su comportamiento era normal, qué el leer tantos libros y las noches en vela estudiando lo habían vuelto un poco introvertido, qué sólo era temporal.

—Idiota, como si me interesara tu maldita opinión —pensó en voz alta al cerrar la puerta de su cuarto. Se acostó en la cama sintiéndose abúlico. Necesitaba la mente fresca para culminar el ensayo que llevaba días escribiendo, la fecha de entrega estaba próxima. Visualizó en su escritorio el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-5) y echó a reír, todo era tan irónico que creía enloquecer a ratos, pero no podía parar de hacerlo, reía sin motivo alguno. Así estuvo durante un par de minutos, pensó en lo irracional que podía llegar a ser y se sintió estúpido; pasó de un pensamiento a otro discurriendo sobre la existencia y lo rápido que se puede llegar a dejar de ser.., estar..., respirar…

— ¿Claire, qué te parece si jugamos a ser padres? ¡Anda! ¿A qué es emocionante?
— ¡Sí! ¡Juguemos, juguemos!
— A ver… Pero, no le digas nada a mamá sobre esto, si se entera nos regañará ¿Vale? Es mejor que sea un secreto entre los dos.
— Claro hermanito, será nuestro secreto…

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Con una erección entre sus piernas, despertó. Johan se había quedado dormido por más de dos horas rememorando gran parte de su pasado. Tuvo uno de esos sueños que detestaba, pero en el fondo sabía que disfrutaba revivir esas escenas de la infancia. Volver a jugar con su hermana de una forma tan divertida, explorándola centímetro a centímetro, adentrándose en ella, recorriendo cada parte de su piel tersa y delicada; adueñándose de ese cuerpo frágil, y de su inocencia. Era un secreto, siempre lo fue, y todo eso duro hasta que Claire cumplió doce, tras hacerle saber a su hermano que el juego había terminado, una tarde cualquiera, por decisión propia y miedo; miedo hacia ese sentimiento que suscitaba Johan en ella. No estaba bien, debía terminar y así fue.

Johan se levantó de la cama desorientado y ensimismado, fue a tragar saliva y la resequedad en su garganta le produjo un mal gesto, decidió ir a buscar agua y antes de abrir la puerta de su habitación un rumor a lo lejos lo paralizó. No creía lo que oía, consciente de que era lo más natural y qué era inevitable que ocurriera, se negaba a asimilarlo en el momento. Giro el pomo con lentitud dispuesto a actuar con sigilo. Su corazón dio inicio a una labor perniciosa. La sangre era bombeada con más fuerza a medida que el rumor se convertía en gemidos constantes, provenían de la sala.

Avanzó por el pasillo imitando el andar de los felinos, silencioso, como solo un cazador experto lo haría. Al estar cerca de la sala y ver a su hermana encima de Max teniendo sexo en el sofá; su respiración aumentó al igual que cada latido. Claire, dejando al descubierto toda su piel blanquecina y su majestuoso cuerpo —ahora completamente desarrollado—, se fundía junto a su novio en medio de una danza erótica. Su cara denotaba placer mientras se mordía los labios dejando escapar gemidos como si sufriera, como si le doliera; una total contradicción para nada confusa.

Johan se quedó observando la escena y una erección entre sus piernas captó su atención. Ver a su hermana con prendas muy cortas mientras estaba en la casa era normal y, de adultos llegó a verla desnuda un par de veces, sin la menor intención, teniendo ella la culpa al no colocar el seguro de la puerta del baño. Pero aquello era algo completamente nuevo; tener sexo con compañeras de la universidad no se comparaba a lo que sentía en ese momento. Su preciada hermana gemía como nunca y se escuchaba por toda la casa. Y, repentinamente, sintió ganas de masturbarse sin saber por qué, sólo quería hacerlo y lo hizo. Cuidando de no ser visto por la pareja en pleno éxtasis; jadeaba y no podía parar, hasta que acabó, sudando y llenando parte del piso del pasillo con su semen.

Luego, el ruido volvió y se intensificó. Dejo de escuchar todo a su alrededor y su excitación fue disipada. Ahora era aturdido por un montón de voces que le hacían sentir vergüenza, reprochándole por lo que había hecho. Tapo sus oídos con ambas manos, pero no fue suficiente, el bullicio no provenía del exterior. La intensidad aumentaba y creyó quedarse sordo de un momento a otro. Y entonces.., una de las voces pareció acallar al resto increpando lo siguiente: Sabes que la harías gritar de placer, lo sabes, pero no…, no, no, no…, no eres tú quien está adentro de ella justo ahora, es el imbécil de tu cuñado y te conformas con tocarte mientras los observas. ¡Patético, das pena!

La voz caló tan fuerte que terminó por resquebrajar una rama débil del árbol llamado consciencia, esa rama era la de la cordura y tras su chasquido, Johan salió del pasillo soltando alaridos y Claire y compañía quedaron estupefactos al ver su cara, irreconocible. Se acercó a ellos lanzando golpes a diestra y siniestra, enajenado y fuera de sí. Su puño fue a parar en el rostro de su hermana, y Max, con sus 1,90 m de altura, se levantó rápidamente del sofá propinándole tal golpiza que lo dejo inconsciente, aplacando la repentina furia de su cuñado.

Al recobrar el conocimiento luego de un par de minutos, recordaba muy poco de lo ocurrido; sin embargo, al ver la cara de Claire con sus ojos lacrimosos, supo que ya no había vuelta atrás y todo estaba arruinado. Su cuñado le miraba con recelo y su madre al escuchar el barullo salió de su habitación, confundida y medio dormida para encontrarse con una escena inusual en la sala de su casa. Johan estaba tirado en el piso con la mirada ausente y una cara que se le iba hinchando cada vez más. Claire con un moretón en su ojo izquierdo se encontraba detrás de Max, vistiéndose apresurada mientras él hacía lo mismo. Aquel trío familiar se desmoronaba cerca de la medianoche. Por la radio sonaba The pretender de Foo Fighther, a un volumen muy bajo, puesto que no era debido tener tanto escándalo a esas horas.

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^{La imagen principal pertenece a Radu Florin fotógrafo de Unsplash.com.
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