- Leyendas de Teralk - // 1. Barracones
Barracones
Leyendas de Teralk será una serie de relatos con relación entre sí que conformarán una historia en su conjunto. Este es el primero de ellos y que determinará si continuó la serie con mayor o menor entusiasmo. Como dato, al principio estos relatos pueden ser muy dispares, lo único que con seguridad compartirán será su situación, Teralk. Un mundo de magia y fantasía medieval preparado para darse a conocer. Espero que lo disfruten y compartan. Gracias.
Afilaba mi espada con una pequeña piedra mientras escuchaba el bullicio que traía el fuerte desde hacía varios días. Unos extranjeros habían llegado muy alertados, al parecer, con graves noticias de los reinos colindantes. Aún a pesar de esto, nadie de entre los soldados parecía haber descubierto nada, fuera lo que fuese aquella noticia que traían los mensajeros, los oficiales no habían soltado ni una sola palabra.-¡Gael! ¿Esperas ver tu reflejo en esa hoja? ¡Espabila!- Salí de mi ensimismamiento. Era Erwin, el encargado del batallón al que pertenezco; un humano bastante alto, aunque no demasiado corpulento. Con su tez morena y su color castaño de cabello no se distinguía mucho de sus allegados, salvo por la cicatriz que abría las comisuras de sus labios y su no muy común recogido en forma de moño. Se encontraba enfrente de mí, luciendo la armadura que demostraba el rango que ostenta; Alférez III del ejército regional del Rey Regente de Teralk, Ayrton II. Pero su cargo no me asustaba, lo conocía desde que ambos éramos simples peones. -Perdone señor- Dije mientras formaba frente a Erwin. -Descansa soldado- Relajé los músculos y envainé el arma que había estado afilando. -¿Sabes ya algo de los mensajeros? - Pregunté, más por hablar de algo que por verdadera curiosidad. -Sabes que no podría contártelo aunque lo supiese, pero no, parece ser que solo los altos oficiales están al tanto. -Se pasó las manos por la cara, parecía preocupado. La conversación siguió su ritmo durante varios minutos, pasando desde las nuevas órdenes recibidas de la capital, hasta temas como el estado de algunas provincias que habían sufrido recientes sequías. Tras esa charla intranscendental, el cielo se nubló y empezó a lloviznar, Erwin se fue a la sala de los oficiales, dentro del castillo, y yo me dirigí al barracón común, donde los soldados se reunían para jugar a las cartas y beber lo que encontraban. Así pues, me dispuse a sentarme en mi mesa habitual para echar una partida. -Craig ¿A cuánto está la mano?- Craig era un soldado veterano como yo, muy corpulento aunque algo bajito; y sin duda un jugador y combatiente temible. Su calva reflejaba el tintineo de las velas que iluminaban la sala, produciendo un extraño efecto hipnótico. -Cinco Ters, Gael. ¿Estás seguro de que quieres jugar?-Sonreía de lado cuando hablaba-Ya sabemos la suerte que has tenido últimamente- Todos estallaron en carcajadas. -Cállate y reparte Craig- Intenté cortarles, pero las sonrisas seguían aflorando. Hace unos días me encargaron una misión aparentemente sencilla, solo tenía que acercarme a la hacienda de un veterano de guerra, un señor, y pedirle amablemente que pagaras sus impuestos. Lideraba la comitiva, así que decidí que fueran los peones quienes se acercaran y si hubiese algún problema ya intervendría. Aquellos inútiles volvieron sangrando y cojeando, ese viejo les había pegado una paliza por atreverse a pedirle tributos a un héroe de guerra. Claro, fui yo y lo arreglé, pero la reprimenda que me llevé de mis superiores fue tal, que al volver al cuartel fui recibido entre risas y palmadas compasivas entre la tropa. Total, me emborraché y jugué la peor partida de toda mi vida, gastando gran parte de mi sueldo. Y desde entonces se mofan de mi suerte. (Imagen obtenida desde pixabay, libre de copyright https://pixabay.com/es/libros-antiguos-libro-antigua-436498/ ) |