Demostenes
DEMÓSTENES:
«LAS PALABRAS QUE NO VAN SEGUIDAS
DE LOS HECHOS, NO VALEN PARA NADA»
En ocasiones, los individuos profesan diversas sentencias que
comprometen actos ulteriores en nuestra cotidianidad. Se dice, en
lugares, a manera coloquial, que todo aquel sermón, anterior a la
conjunción adversativa «pero», no de nada. Sin embargo, este
preludio solo hace hincapié, asimismo, en los actos o acciones
humanas.
El conocimiento representa un adalid ante la nesciencia del hombre, así como
el factor primigenio ante la futilización de procesos que envilecen el desarrollo
humano. Demóstenes, orador ateniense, incipiente fuego fatuo de la vindicación
griega ante los macedonios, dejó innúmeras sentencias que se convirtieron en
abstracciones resilientes y límpidas en cuanto a la realidad de la teolología
humana.
Durante la juventud del Imperio Romano de Occidente, nada habría ocurrido si
César no hubiese tomado la decisión de cruzar el Rubicón. Sus ideas se habrían
quedado en significantes incipientes y fulgentes, solo en el verbo. Empero, dejó
una historia que se construyó con base en sus hechos, hechos que significaron la
ingente inclinación desarrollada de aquella sociedad .Así mismo pasaría con
Augusto Octavio y sus decisiones hechas acciones, en pro de una civilización
inverosímil.
En tiempos inveterados, el verbo representaba una estratagema etérea que
permitía adecentar y acrecentar la influencia de los hombres sobre los hombres.
Por aquellos días la grandilocuencia era perfil de individuos inmarcesibles que
cumplían con actos sus abstracciones reminiscentes.
Durante la historia de la humanidad, han existido individualidades que
intentaron profundizar los elementos que promulgaron. Hammurabi profesó un
conjunto de acciones a tomar en la antigua babilonia, su pensamientos estaban
ligados a la demostración de valores que consideraba incuestionables y nobles
ante la impronta de su civilización, creó un código, erigido más bien como una
carta fundamental o contrato social, para fustigar y adecentar su sociedad. Criticar
o reafirmar aquel instrumento, con base en sus resultados, fundamentado en lo ético y lo moral, representan procesos que no entran en cuestionamientos de
nuestra actualidad.
El primer hombre que representó un baluarte y se encuentra en el
sanctasantórum, un mesías, hijo, según la teología, del Dios de toda una
comunidad fiel y creyente de sus designios, proveyó de dones, reflexiones y
milagros las almas humanas. No podemos atribuir dolorosos sentimientos en la
conciencia colectiva sobre hechos infastuosos que marcaron la historia de nuestro
mundo.
Theodore Rooselvelt instó a su nación a conquistar al mundo, a costa de
cualquier precio. Hoy su país es el primero del mundo, después de guerras
fratricidas, del exterminio de la llamada «piel roja», o redskins en anglosajón, de
ataques y contraataques internos y externos, de invasiones y conquistas de suelos
foráneos, de situaciones que transformaron sus espíritus y endurecieron sus
destinos.
Lenin promulgó con su elocuencia, discursos destinados a acabar con la
aristocracia, por aquel entonces del gigante euroasiático septentrional, sus
palabras se transformaron en procesos que comenzaron con una revolución, un
octubre de 1934. Posteriormente, aquel país rivalizó con la primera potencia
mundial, actuando y compitiendo por hegemonías ucrónicas y utópicas.
Qué habría pasado si Adolf no hubiese cumplido su palabra, y la Shoah no
existiera en los libros de historia de nuestra memoria; si Churchill, junto a de
Gaulle, hubiesen dejado que sus discursos se pasearan junto al bóreas y el céfiro,
llevados a alcores ingentes y lejanos que no concretasen designios, el alemán
sería la lengua universal, Alemania no sería parte de Europa, sino Europa sería
alemana.
Sartré fundamentó, mediante El ser y la nada, la libertad como fundamento del
hombre, pero esa libertad se agota cuando pensamientos taxativos extraen
barbáricamente la primigenia tesis rousseniana de la libertad del hombre por
naturaleza. Eso mismo sucede con las palabras que no se yuxtaponen con las
acciones Nada escapa de las decisiones de los hombres. Erróneas o asertivas, estas
siempre han formado parte de la historicidad. Lo que realmente tiene relevancia,
en el decurso de la humanidad, son las formas y maneras en cómo se desarrollan
todas estas. Si la capacidad humana puede reformular los aspectos isócronos que
forman parte de cotidianidad del ser humano, es a través de categorizaciones
concomitantes y resilentes, de funciones flexibles y para nada taxativas, alejadas
de dogmas y superfluidades vacuas que solo han permitido que la gnoseología se
vea atiborrada de supercherías y trúmulas hazañas.
A veces la vida debe sentirse como la aventura de Emma Bovary, viajar a
través de sueños y deseos, satisfacer oníricas primitivas abstracciones
concupiscentes y otear el esplendor del cielo, mientras los hombres crean y
construyen caminos de abrojos.
Todos somos mortales con un tiempo predeterminado en este contexto
tangible. Quizás, habrá muchas vidas e igual tanto número de sabios que
permitirán acceder a procesos empíricos ulteriores, pero las decisiones que se
tomen, en este plano, podrán servir de elementos concatenados a los procesos
que van dejando los hombres.
La vida no se resume al éxito o fracaso, la vida es una incipiente carrera por
satisfacer necesidades primigenias, por asimilar estímulos negativos y aprender
que más vale reafirmar posturas concretas, límpidas y caleidoscópicas que
permitan concretar sueños, porque las palabras que no van acompañadas de los
hechos, solo ocasionan pérdida y decepción en individuos de carne y hueso.