“PERFECTO SUMO SACERDOTE”
Hoy les quiero hablar de nuestro amado Salvador. Las Escrituras nos enseñan que Jesús vino a este mundo como un ser humano, es decir, hecho carne. Dios envió a su unigénito Hijo a esta tierra para poder experimentar en carne propia lo que vivimos cada uno de nosotros.
Antiguamente para que el pueblo de Israel pudiera hablar con Dios, acercarse a Dios lo hacía por medio de un sacerdote escogido por Dios. El sacerdote era el encargado de pedir perdón por el pueblo y por él, y ofrecía sacrificios para expiación de los pecados.
Todo esto era la sombra de lo que había de venir, Jesucristo. Jesús vino a cumplir verdaderamente las exigencias de nuestro Padre Celestial. Su vida impecable lo llevaron a ser el autor de la eterna salvación y nombrado por Dios como el Sumo Sacerdote según el orden de Melquisedec, por eso el sermón de hoy lo he titulado “PERFECTO SUMO SACERDOTE”. Estemos leyendo hebreos 5: 7-10. Veamos lo que hizo nuestro salvador en los momentos finales de su sacrificio, para llegar a ser “PERFECTO SUMO SACERDOTE”, Jesús se:
I.- DIRIGÍA AL PADRE.
Esta oración y súplica tenía un motivo específico que sea salvado de la muerte. Ahora si el plan de Dios era que Él muriese, ¿Por qué pide que lo salve de ella? Porque aquí se refiere a la muerte eterna, que sea librado de ella y resucite, venciendo de esta forma la muerte. Jesús no vaciló frente al sufrimiento físico ni la muerte, sino ante la indescriptible agonía de llevar sobre sí mismo los pecados de la humanidad. Sin embargo, no vaciló en cumplir la voluntad de su Padre.
Dice la Palabra que Él ofreció oración y súplica con fuerte clamor y lágrimas. Este episodio se refiere a la oración de Cristo en el huerto de Getsemaní. El autor de los hebreos presenta tremendo patetismo de aquel drama, y añade el detalle del “fuerte clamor y lágrimas”, lo que nos hace ver la oración de Jesús como un llanto a grito pelado, no como un manso y silencioso correr de lágrimas.
Wau que sufrimiento y agonía de nuestro Salvador, esos momentos fueron terribles y todo lo soportó por el amor a esta humanidad perdida.
El versículo añade que la súplica y el clamor lo hizo “Al que tenía el poder para salvarle de la muerte”. Se dirige a quién tiene que dirigirse, de quién recibiría el apoyo incondicional, que era su Padre Celestial. No se reunió con sus discípulos y empezó a decirle lo mal y terrible de ese momento y lo que él sentía, sino directamente al Padre. Una enseñanza para nosotros hoy, muchas veces nos dirigimos y pedimos ayuda a quien no tenemos que hacerlo y nos olvidamos de quien tiene la solución: Que es Dios.
Continúa en versículo “fue oído a causa de su temor reverente”, todo el tiempo Jesús buscaba la voluntad del Padre, no hacía nada sin su consentimiento, siempre estuvo dispuesto a someterse a Él, y la respuesta es evidente, Su Padre lo escuchó.
Aquí vemos su carrera como hombre dependiente, viviendo en obediencia a Dios, y compartiendo todas las emociones humanas que no están relacionadas con el pecado.
La oración de Cristo no fue que pudiese ser salvado de la muerte, a fin de cuentas, morir por los pecadores era precisamente su propósito al venir al mundo. Su oración fue poder ser librado de la muerte eterna, y que su alma no fuese dejada en el hades. En esos momentos difíciles, nos dice la Palabra de Dios, que se presentó un ángel, para fortalecer a nuestro salvador. Lucas 22: 43 y 44.
Creo que Dios escuchó a su Hijo y le hizo pasar ese trago amargo, que era la muerte. Las Escrituras nos revelan que fue con el gran poder de Dios que resucitó a Jesús; donde todas las fuerzas malignas se oponían. Que gran victoria, Jesucristo venciendo la muerte por medio de su Padre. En 2do lugar Jesús fue:
II.- OBEDIENTE.
Aunque era Hijo eterno de Dios, fue necesario que, como Hijo encarnado, aprendiera a obedecer, porque estaba llamado a obedecer hasta un extremo nunca antes alcanzado. Las tentaciones a las que se enfrentó eran reales y la batalla fue difícil, pero donde Adán falló y calló, Jesús resistió y venció. Enseñanza para nosotros hoy: resistir y vencer con Cristo Jesús.
Los hijos siempre desobedecen a sus padres, pero de éste, dice la Palabra que no desobedeció, aunque en ocasiones le era difícil obedecer, por su condición humana.
Aunque era Hijo, no era un hijo, es decir, uno de muchos, sino que era el unigénito Hijo de Dios. A pesar de este inmenso hecho aprendió la obediencia por lo que padeció. Su entrada en este mundo lo involucró en experiencias que nunca habría conocido si hubiese permanecido en el cielo. Cada mañana su oído estaba abierto para recibir instrucciones de Su Padre. Aprendió la obediencia en el sentido experimental, como el Hijo siempre sujeto a la voluntad de Su Padre.
Es nuestra depravación, nuestro orgullo, nuestro deseo de independencia, lo que hace que la obediencia sea algo doloroso. Estos principios no existían en la mente de nuestro Salvador. Aprender obediencia significa, en este caso, ni más ni menos tener conocimiento, no meramente intelectual, sino experimental de lo que significa obedecer.
Así como nuestro salvador recibía instrucciones y hacía la voluntad del Padre Celestial, así nosotros debemos buscar hacer su voluntad diariamente. En 3er lugar Jesús fue:
III.- PERFECCIONADO:
Esto no se refiere a Su carácter personal. Porque el Señor Jesús era absolutamente perfecto. Sus palabras, sus obras y sus caminos eran absolutamente impecables. ¿En qué sentido fue perfeccionado? La respuesta es que ello fue en Su oficio como nuestro Salvador. Él nunca habría podido llegar a ser nuestro perfecto Salvador si se hubiese quedado en el cielo. Pero por medio de su encarnación, muerte, resurrección y ascensión completó la obra necesaria para salvarnos de nuestros pecados, y ahora tiene la gloria adquirida de ser el perfecto Salvador del mundo.
Jesús es nuestro perfecto Salvador, proveyendo eterna salvación a todos los que le obedecen.
Nuestro Padre Celestial lo declaró Sumo Sacerdote del orden de Melquisedec. Se debe mencionar que, aunque el sacerdocio de Cristo es del orden de Melquisedec, sin embargo, sus funciones sacerdotales son similares a las cumplidas por los sacerdotes aarónicos. De hecho, el ministerio de los sacerdotes judíos era una premonición de la obra que Cristo iba a llevar a cabo. Cristo hizo su obra redentora una vez y para siempre; llegando a ser el auto de la eterna salvación.
Ya el sacerdote no tiene que pedir perdón por el pueblo y por él, Cristo hizo la obra y ahora cada uno tiene libre entrada al trono de la gracia y podemos entrar directamente a Él Padre y pedir perdón por medio de esa obra perfecta de Jesús. El velo se rompió en dos y ahora gozamos de esa gran bendición de ese sacrificio.
Qué maravilla, Jesús es el Sumo sacerdote, a Él sea la gloria y el poder