William Ernest Henley/ Citario del Cardumen, n° 2/ @acostacazorla
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William Ernest Henley / Citario del Cardumen, nº 2 / @acostacazorla
Fuente
Out of the night that covers me,
Black as the pit from pole to pole,
I thank whatever gods may be
For my unconquerable soul.
In the fell clutch of circumstance
I have not winced nor cried aloud.
Under the bludgeonings of chance
My head is bloody, but unbowed.
Beyond this place of wrath and tears
Looms but the horror of the shade,
And yet the menace of the years
Finds and shall find me unafraid.
It matters not how strait the gate,
How charged with punishments the scroll,
I am the master of my fate:
I am the captain of my soul.
Más allá de la noche que me cubre,
negra como el abismo insondable,
doy gracias a los dioses que pudieran existir,
por mi alma invicta.
En las azarosas garras de las circunstancias
nunca me he lamentado, ni he pestañeado.
Sometido a los golpes del destino
mi cabeza está ensangrentada, pero erguida.
Más allá de este lugar de cólera y lágrimas,
donde yacen los horrores de la sombra,
la amenaza de los años me encuentra,
y me encontrará, sin miedo.
No importa cuán estrecho sea el portal,
cuán cargada de castigos la sentencia,
yo soy el amo de mi destino:
Soy el capitán de mi alma.
Pero me venía defendiendo a diario refugiándome en mi mejor armadura: mis poetas, mis escritores, mis libros.
Retomaba una lectura cien veces abrazada; la sacaba de las sombras; entonces recobraba fuerzas, me reía, jugaba con los sapos y grillos noctámbulos y cantaba mi canción de esperanza.
Se iba un juglar. Me refugiaba en los parques y en los campanarios como me decía Nazoa.
Se iba un investigador amigo, y amanecía leyendo a Marc de Civrieux.
Se fue mi primera novia en un barco velero y me escondía en un viejo poema de adioses de Andrés Eloy Blanco.
Así fui navegando sobre el mar turbulento de estos tiempos, cita a cita, texto a texto.
Entonces me tocó ver partir a mi hijo hacia el Sur, con un equipaje diminuto, con el pecho retumbando de valor, con ojos tan grandes que se negaron a las lágrimas, buscando una puerta entre el desierto y el mar más profundo y quieto.
Se fue.
Caminé por mi ciudad, parecía no haber más citas. Más libros amigos.
Pero la misma noche salvadora me mostró el rincón donde viven felices las arañas; de ese espacio olvidado de mi biblioteca emergió la figura de William Ernest Henley.
–Epa, hermano –me dijo – ¿No me das una oportunidad a mí? ¿A este olvidado poeta, pata de palo?
Me monté en una silla y lo bajé de allí; le quité el polvo, lo senté en una mecedora frente a mí, y adorné la mesa de centro con una botella de ron.
Mi voz no se hizo esperar solícita y triste.
–La situación está dura, William, ya no quedan fuerzas; la tristeza me está ganando el paso, me siento derrotado.
–¿Estás derrotado? –me dijo, acariciando su luenga barba, tomó un trago largo y continuó:
–Entonces tu alma está derrotada, amigo mío.
–¿Mi alma? ¿Por qué mi alma? Se trata de las circunstancias: la diáspora, la soledad de las calles y las casas.
–No –respondió con firmeza–. No ha habido tiempos malos ni enfermedades que me dobleguen. La tuberculosis no pudo conmigo ni la cárcel con “Nelson”. Ni la mutilación detuvo mi paso.
No ha habido circunstancias que me hayan hecho lamentar los golpes del destino. ¿Cuántas veces he estado ensangrentado, pero siempre de pie?
Me quedé un rato en silencio. Luego las palabras salieron solas:
–¿Será que soy un cobarde, que no tengo carácter?
–No es eso –me dijo apoyándose en su bastón y poniéndose de pie.
Su pata de palo sonaba nítida en la sala, la luz extendía su sombra larga y firme.
–No es que seas un cobarde, solo que no has tomado con fuerza el timón de tu barco; entonces las corrientes y la brisa te mueven a su antojo.
–Repite conmigo: “Soy el amo de mi destino, soy el capitán de mi alma”.
Chocamos las copas, lo acompañé hasta su apartado rincón y allí se quedó dormido, rodeado de su atmósfera invicta.
Desde esa noche, nunca más fui el mismo. Dentro de mi pecho sigue resonando la frase. Os invito a que la repitan conmigo: “Soy el dueño de mi destino, soy el capitán de mi alma”.
@acostacazorla (Carlos Acosta)*. Entrenador de Gimnasia Artística. Actor. Tallador de madera. Escritor. Autor de los libros Me estoy tranquilo (1991) y Chacho: El cuento de una novela prometida (2015).
@EquipoCardumen
Somos compañeros de viaje
Discord @EquipoCardumen
Poderosos versos, inspirador mensaje, estremecedor relato el que has hilado con ellos.
Felicitaiones, @acostacazorla, por este citario que sabe a un palo de ron seco, para removerle el alma a cualquiera.
Mi hermano
Algùn dia
Usted me leerà este poema
A capela
Del igles al español
Con un ron de por medio
Carùpano y Paria juntos
Con el pana William entonao
De pana a pana
Hermosa cita que canta a la dignidad del alma!
Bella selección y metáfora al encuentro consigo mismo, única manera de permanecer acompañado. El alma es la mejor amiga del hombre (no el perro, ni el celular) .
Como el poeta hay que dar gracias a los dioses por ella.
Es un honor retomar las lecturas steemianas y encontrarme en primer lugar con este post.
Mi estimado, @acostacazorla, encuentro armonía exquisita entre el poema citado y la narración expuesta por usted. Admiro la manera en que nos presenta a William Ernest Henley. Espero leer pronto otros textos de dicho poeta.
¡Fuerte abrazo!