UN POETA DE TONO MENOR

in #ensayo2 months ago


UN POETA DE TONO MENOR

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Se dice del escritor y diplomático mexicano José Gorostiza (1901- 1973) que es un poeta de tono menor, al menos esto lo refería Jorge Luis Mena en su taller de poesía en La Secretaría del estado Zulia, hace algún tiempo. La palabra “tono” viene de la música y significa tensión, y si nos atenemos que la poesía de Gorostiza en casi toda su obra y principalmente en “Canciones para cantar en las barcas” es de una tonalidad baja, aunque intensa, de una escritura cuidada y de profunda resonancia musical, lo de tono menor hace sentido en su obra.

El autor creía que tanto la arquitectura como la poesía procedían de una misma fuente, al igual que la poesía y la música, no le preocupaba encontrar un estilo que marcara una época, una tendencia, pensaba, que con reglas claras, como las del ajedrez, las posibilidades de trazar un camino poético, eran infinitas. Por eso hace más énfasis en la pausa, la musicalidad, el silencio (“Imagino, en la casa del silencio/ un patio luminosos, decorado”) para entretejer un pequeño universo poético, que no dejamos de admirar todavía.

Y aunque Gorostiza pensaba, que la poesía escrita como producto intelectual, enmarcada en la historia, en el tiempo como un fluir y por lo tanto condenada a la desaparición, confiaba en el hombre, en su inteligencia, para captar o sentir esos momentos de eternidad que da el acto creador como un don divino, en bellas palabras de su autoría: “Nadie sino el ser único más allá de nosotros, a quien no conocemos, podría sostener en el aire, por pocos segundos, el perfume de una violeta. El poeta puede —a semejanza suya— sostener por unos instantes el milagro de la poesía”; y en este sentido la poesía vence a la historia, cuando evocamos frases como “la aurora de dedos rozados” del gran bardo griego Homero y autor de la Ilíada.

Si bien “Muerte sin Fin” es la obra cumbre del poeta, el hallazgo de la forma ideal de expresar, de contener este fluir que es la poesía, la forma que a la vez se sustrae de lo informe: “un instante, no más, / no más que el mínimo / perpetuo instante del quebranto, / cuando la forma en sí, la pura forma / se abandona al designio de su muerte / y deja arrastrar, nubes arriba, / por ese atormentado remolino / en que todos los seres se repliegan hacia el primer sopor” (Aquí subyace la preocupación estética y filosófica de Gorostiza: ¿ Puede escribirse una poesía cuya lenguaje sea de por sí, el de la trascendencia?); es su primer libro Canciones para cantar en las barcas” , con el que, al menos hoy me identifico, por contener toda la frescura trovadoresca y desinteresada de la poesía. Se evoca el mar, de por sí su presencia es motivo de gozo, se hace poema en el canto, hay un enamoramiento visual, en la imagen, en la transparencia (Vida —le digo —blancas las desprendí. / ¡No se vuelvan oscuras por ser de mí! / Se alegra el mar”) . El mar es la sal de su pensamiento y es el pozo inicial de sus visiones del infinito, de su angustia Heraclitiana y metafísica y rota por dos versos inmortales: “A veces me dan ganas de llorar / pero las suple el mar”.

Un poema para concluir nos trae la frescura de sus paginas:



¿QUIEN ME COMPRA UNAS NARANJAS?


A Carlos Pellicer

¿Quién me compra una naranja

para mi consolación?

Una naranja madura

en forma de corazón.


La sal de mar en los labios

¡ay de mí!

La sal de mar en las venas

y en los labios recogí.


Nadie me diera los suyos

para besar.

La blanda espiga de un beso

yo no la puedo segar.


Nadie pidiera mi sangre

para beber.

Yo mismo no sé si corre

o si deja de correr.


Como se pierden las barcas
¡ay de mí!
como se pierden las nubes
y las barcas, me perdí.


Y pues nadie me lo pide,

ya no tengo corazón.

¿Quién me compra una naranja

para mi consolación?


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