EL ORGULLO DE LA QUEJA
Hace poco, conocí a una mujer joven que se quejaba constantemente de que su pareja no le prestaba la atención que se merecía, que su pareja no se comportaba como “debía” comportarse con ella… Y ella estaba en continuo enfado, con el dedo de su mano indicando y moviendo cada vez que hablaba, enfatizando el poder de las órdenes (que sin querer) salían constantemente de su boca.
En el entorno en el que se encontraba, exponía su caso, compartía lo mala que era su pareja, lo mal que lo hacía todo, y lo infeliz que era ella por esta causa.
Evidentemente, buscaba victimizarse ante su audiencia, a fin de conseguir apoyos a través de la empatía de otras mujeres.
Yo estaba allí pasmada, observando cómo el resto de personas al ponerse de su lado, para consolarla no hacían más que inflar cada vez más su ego, que se manifestaba a través de una emoción totalmente disfuncional, inflada desde vete tu a saber cuándo, y que cada vez que alguien le seguía la bola, o le mostraba resistencia frontalmente, no hacía más que inflarse más y más para mostrar su poder.
Al ser un tema de pareja, se entraba muy fácil en la confrontación hombre vs mujer y en todo lo relacionado a feminismo, patriarcado… pero no se trataba de eso, ya que era justo lo contrario.
Cuando tuve la oportunidad de hablar con ella, le hablé de una emoción un poco desconocida por todos, la emoción ORGULLO, la cual llevaba tiempo usando de manera disfuncional (se entiende que de manera totalmente inconsciente, como mecanismo de supervivencia o autoprotección de algo que ocurrió, seguramente en su infancia, y que desde entonces continúa reproduciendo ese tipo de comportamiento aunque ya no le salve de nada, sino que le haga sentir como una desdichada echando la culpa de su infelicidad a los demás, por irresponsables y por no saber hacer nada correctamente).
El Orgullo es la emoción que nos conecta directamente con nuestro Ser Interior. Es esa emoción que nos brinda una autoestima sana, ya que nos permite reconocer y valorar lo valioso en nosotros mismos, y también nos permite reconocer y valorar lo valioso en los demás, sin sentirnos de menos, sin sentir envidia, sin compararnos, sin sentirnos superiores.
También nos permite desarrollar nuestra creatividad y capacidad de creación, y como nos valoramos y reconocemos, somos capaces de mostrárselo a los demás sin ningún tipo de miedo a críticas o desprecios.
En el momento en el que nos callamos por miedo a que juzguen nuestras ideas, nuestros gustos, nuestras habilidades por excéntricas que parezcan o por diferentes que sean, estamos utilizando esta emoción de manera disfuncional.
En el momento en el que nos creemos que nosotros somos las personas más responsables y lo hacemos todo perfecto (y los demás unos irresponsables y lo hacen todo fatal), cuando caigo en el control y perfeccionismo, queriendo controlar hasta lo que hacen los demás, imponiendo nuestro modo de ver y hacer las cosas, culpando a otros de que tu infelicidad se debe a que los demás no hacen lo que tienen que hacer y viviendo en una continua insatisfacción que lo que hace es corroborar que nadie lo hace tan bien como tú porque eres la más responsable y perfecta… también estás utilizando esta bonita emoción de manera totalmente disfuncional.
En el primer caso estaríamos ante un Orgullo deflaccionado, y en el segundo caso estaríamos hablando de un Orgullo inflado.
Tan malo es uno como otro. Lo ideal es que se manifieste en perfecto equilibrio (como el resto de emociones) para que nos ayude en las situaciones en las que corresponde conectar con esta emoción… a Transformar.
Popularmente se ha denostado esta emoción, definiendo el Orgullo como una de sus formas disfuncionales. Asemejándolo más a manifestaciones de soberbia y prepotencia. De ahí, que todas las personas que tienen esta emoción mal equilibrada, cuando les hablas de ellas te miren con cara de ¡¡¿qué me estás contando?!! negándo ser orgullosas y rechazando esa emoción (cuando justo la manifiestan de manera continuada y totalmente disfuncional). Pocas personas la entienden como es en su estado Auténtico: la capacidad de reconocerse y valorarse y de reconocer y valorar a otros, la capacidad de crecer y hacer crecer.
Cuando utilizamos esta emoción disfuncionalmente por estar deflaccionada (pequeñita), no creceremos porque no creeremos en nosotros mismos, nos avergonzaremos, nos esconderemos, sentiremos envidias, nos callaremos…
Cuando utilizamos esta emoción disfuncionalmente por estar inflada (exceso) ni creceremos ni haremos crecer, porque lo que haremos es machacar al otro con nuestro dedo enjuiciador, cargándole de pesos que no le corresponden (y que la mayoría de las veces a ti tampoco pero los cargas a tus espaldas por creerte el ser más responsable del mundo … esto seguro que también tuvo su origen en tu infancia…). Evidentemente tú tampoco creces, porque te quedas estático en el “deber hacer” y en el juicio y tampoco te permites abrirte a la creatividad y al reconocimiento.
Esta chica se quejaba de que su pareja lo hacía tooodo mal… y es que estaba en un estado de exceso de exigencia y control, impidiendo a su chico SER, queriendo moldearle a la idea que ella tenía de una pareja.
Todas las ideas románticas que tenemos, o lo que leemos en libros sobre ciertos momentos de nuestras vidas, suelen ser bonitas en el papel, pero cuando pasamos a la experiencia de la vida, con infinitud de variables (y no nos olvidemos del libre albedrío del otro, de su personalidad, de sus intereses, necesidades cubiertas y sin cubrir, funcionalidades y disfuncionalidades), no todo es tan idílico… y claro, al perder el control nos frustramos y sale a relucir precisamente aquello que más nos debilita.
Me atreví a proponerle a esta chica, pese a su rechazo inicial, que relajara un poco el peso de sus espaldas, le mostré la tensión en sus hombros y cuello, le mostré su dedo enjuiciador que acompañaba a todas sus palabras, cómo miraba por encima del hombro, el lugar en el que se colocaba ella y en el que colocaba a los demás. Le propuse que conectase con su Alegría, y que se permitiera hacer cosas como si fuera de nuevo una niña, jugar, reir, bailar… en definitiva… cosas que la hicieran despeinarse.
Le propuse que en un momento relajado, hiciese un ejercicio de identificar los aspectos que hacen único a su pareja, y por los cuales se enamoró en su momento (es habitual que nos olvidemos de esto con la rutina y la vida en pareja y reparemos sólo en los defectos y caigamos en la queja).
Según la hablaba, fuimos pasando de un rechazo total, a un… ¡venga va!, te miro de reojo porque algo de lo que me has contado me ha llamado la atención aunque no lo entiendo, y mi ego (emoción inflada) ofrece un poco de resistencia…
Y bueno, aunque la tendencia natural es que continuemos actuando con nuestros patrones adquiridos y bien asentados, la experiencia también me dice que cuando das información y tocas aspectos escondidos en las personas, se siembran pequeñas semillas, pequeñas lucecitas de alerta que hacen que cuando suceda alguna situación de las habladas, se enciendan y al menos te pares a reflexionar qué está ocurriendo, o está ocurriendo otra vez.
Espero que esas semillitas hagan su función, y poco a poco vaya tomando conciencia de que no todo es como ella cree, y que el otro también puede tener maneras válidas de hacer las cosas y con las cuales podemos sorprendernos, aprender y seguir creciendo.
No me dio tiempo a hablarle del espejo que nuestras parejas y nuestro entorno nos refleja, y que nos habla tan tan fuerte que lo rechazamos, pero realmente habla de nosotros mismos…
…pero eso, te lo cuento a ti también otro día.
Sandra Caba.
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