La vida es un día

En algunas culturas se habla mucho y se enseña de manera afanosa cómo ganarse la vida; los músicos y poetas inspiran en sus versos y canciones a decir: ¡mi vida eres tú! Pocos educadores enseñan a guardar el alma. El maestro de Galilea, dijo: ¿Qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?

Cierta familia creía y enseñaba a guardar los mandamientos bíblicos, a sus dos hijos. Cada cierto tiempo, mamá o papá, escribían una nota pequeña y la abandonan en los bolsillos o en los zapatos de los niños, por ejemplo: ¡cuídate y ayuda a tu a compañero!, ¡Piensa y pide luz divina antes de comprometerte con alguna tarea! Sucedió que cierto fin de semana, los padres tuvieron que viajar y dejaron a los niños en casa de la abuela, que estaba en una zona campestre.

En las botas de Boys Scauts, dejaron caer una nota a cada uno. La del mayor decía: ¡Cuida tu alma de hacer mal alguno! En la del menor anotaron: ¡mi vida eres tú! Pasaron los días y cuando regresaron al hogar, el pequeño se notaba algo disgustado. ¿Qué te pasa? -le preguntó el padre- el niño dijo: ¿porque pusieron en una de mis botas, mi vida eres tú? -repicó el pequeño, si la vida pasa y se acaba-

Reflexión: Quienes son educados en guardar los preceptos divinos, aprenden rápido el significado de la vida y del alma. Recordemos siempre las palabras del escritor francés Paul Charles Bourget: “Me llamas tu vida, llámame tu alma; porque el alma es inmortal y la vida es un día”