Mi juicio final (short story)
Mi juicio final
Desperté con la respiración agitada pero extrañamente no sentía ni calor ni mucho menos frío; acostado en un piso excesivamente pulcro cuyas baldosas eran tan blancas que podías ver tu reflejo, miré a todos lados tratando de buscar ayuda pero todo estaba en calma, no había dirección sólo tenías la opción de caminar sin una señal, podrías empezar a caminar en círculo y jamás te darías cuenta, era como estar dentro de un cuarto que se iba extendiendo y extendiendo a medida caminabas sin encontrar una puerta.
Cerré los ojos con fuerzas no creyendo lo que estaba viviendo, ¿qué pasó? ¿dónde estoy? ¿por qué estoy aquí?, eran las mismas preguntas que me formulaba mientras intentaba tocar alguna pared o algún objeto tangible que no sea el piso.
Bajé la mirada para mirar el piso que inmediatamente me hizo ver el estado en que estaba mi cara, podía ver un hueco que estaba en la frente e inmediatamente me llevé la mano para tocarlo, sin duda alguna algo pasaba. Comencé a ver mis brazos y mi pecho, me di cuenta que tenía otros dos huecos, uno en todo el corazón y otro en el estómago. Fruncí el ceño pensando si esto era un sueño por lo cual intenté pellizcarme para despertarme, pero no sentí dolor, de hecho, no sentía nada.
Empecé a pegarme a mí mismo, incluso traté de enterrar las pocas uñas que tenía en la piel, pero nada funcionaba, me mordí la lengua un par de veces y ni sangre salía. Derrotado, me senté en el suelo y luego me acosté para mirar el techo donde sólo se veía dos pequeñas luces que danzaban de aquí hacia allá, como si fueran una energía.
Aquellas luces se materializaron en dos personas, los cuales el primero estaba vestido elegantemente en un traje blanco en su totalidad. Un saco, camisa, corbata, pantalón y zapatos blancos. El cabello de aquel hombre le llegaba por los hombros y era de color castaño claro, los ojos eran azules y tenía los labios finos.
Por otro lado el otro hombre no estaba vestido elegante, su ropa era mucho más sencilla, una camisa larga del cual estaba doblada hasta el codo, un jean negro rasgado en las rodillas y unas sandalias para hombres marrones, tenía algunos tatuajes donde alcanzó a leer una palabra “Imagine”. Su apariencia física era idéntica a aquel hombre, podían ser gemelos.
—¿Quiénes son ustedes?, ¿Dónde estoy?— Pregunté viendo aquellos hombres con desconfianza
—Has muerto Sebastián— Dijo tranquilamente el hombre vestido de blanco
—¿Qué?, eso no es posible si yo…— Entonces comencé a recordar, yo estaba en la guerra luchando por lo que yo creía justo. Desde pequeño le seguí los pasos a mi papá, él era un general, pero además había estudiado medicina, por lo cual cuando iba a las guerras él también atendía en cirugía a los soldados heridos, ya él estaba retirado y yo quería hacerlo sentir orgulloso ya que mis otros hermanos no querían tener nada que ver con los militares.
Ese día había salido junto con el escuadrón a una misión, pero fuimos emboscados por unos “rebeldes” -así los llamábamos- y ellos nos ganaron en números, cayendo así abatido en el suelo arenoso. Había dado mi vida por mis creencias y por mi país.
—Entiendo ¿y qué es esto?, ¿qué sigue ahora?— Pregunté orgulloso con una media sonrisa
—Bueno, eso depende de ti— Esta vez fue el hombre con pantalones rasgados que respondió.
—¿Cómo que depende de mi?— Pregunté confuso.
—Verás— Volvió a hablar el hombre con traje — Aquí está tu libro de vida, está registrado el día desde que naciste hasta tu último aliento en la batalla— Él comenzó a hojear —Hiciste obras muy buenas Sebastián, ayudaste a tu mamá desde muy temprana edad y te hiciste cargo de tu abuela. Devolviste muchos vueltos honrando la honestidad, también le salvaste la vida a diversas personas en tu labor de militar—
El otro hombre volvió a hablar —Pero también has hecho muchas cosas malas, por ejemplo, extorsión a las personas que no te agradaban y matar a muchos inocentes en el nombre de tu patria, eres soberbio y vives de apariencias. Además, tienes una actitud pedante en el cual no te gusta mirar a los ojos a los demás porque te sientes superior únicamente por tener en tu bolsillo un arma y se te olvidó algo muy importante. Los ojos son la ventana del alma—
Fruncí el ceño pensando en que él estaba equivocado porque yo si que miraba a las personas a los ojos ¿cierto?. Y como si él me leyera el pensamiento, chasqueó los dedos dejando ver como si fuera un reproductor de video muchos escenarios donde yo jamás miraba a los ojos a las personas en un acto de soberbia, eso me avergonzó porque lo peor de todo, no lo hacía consciente.
— Bueno pero no entiendo, ¿qué necesitan que yo haga?— Pregunté dudoso
—Fácil, que decidas con quien de los dos te quieres ir—
Abrí los ojos como plato, el destino de mi eternidad estaba en mis manos y eso no me gustaba, el humano se ha acostumbrado a que otro le diga lo que tiene que hacer y es más cómodo así, pues si algo improvisto sucede bastaría sólo decir “yo sólo le hice caso a…”
Me quedé pensando mientras los veía detenidamente evaluando su forma de vestir y su aspecto y no me fue difícil llegar a la conclusión que “el blanco” es el color “puro” así que señalé al hombre que estaba vestido muy elegante y de blanco.
—¿Esa es tu decisión final?— Preguntó el hombre con tatuaje haciendo que yo asintiera, el hombre asintió para suspirar y darse media vuelta volviéndose luz.
El hombre que estaba a mi lado esbozó una sonrisa y lentamente se abrió de par en par unas baldosas donde había unas escaleras hacia abajo.
—Siempre supe que eras de los míos—
Comencé a sudar frío haciendo que mis sentidos volvieran.
—P..Pero tú, estas de blanco.. y yo pensé que..
—fueron dos errores que cometiste, todos quieren ir con él y sólo muy pocos se dan cuenta que él en el interrogatorio les da pista de cómo identificarlo. Te dijo que vivías de soberbias y apariencias, además la frase cursi había sido suficiente para que te dieras cuenta quien era quien—Soltó una risa mientras me empujaba hacia la escalera el cual me llevaría al infierno —Si lo hubieras visto a los ojos así sea dos segundos, te darías cuenta de la excesiva paz que te hubiese llenado y lo hubieras elegido sin pensarlo, pero eres de los míos Sebastián, estaremos juntos por toda la eternidad— Él me terminó de empujar y allí volví a morir en mi juicio final.
Sources: 1
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bravo, very good