Depredador - Capítulo XIX
Capítulo XIX
—Veintisiete, veintiocho, veintinueve, veintitreinta..—Aubrey estaba enseñándole esa tarde a Liam los números que se había aprendido ese día en clases, según ella, la maestra la había felicitado por haber podido decir los números fluidamente hasta el veinticinco pero que tenía que mejorar cuando llegaba al treinta.
Los días posteriores de la pelea no había sido fácil para el ojigris, él necesitaba un tiempo para él mismo y hacerle entender eso a una niña no era fácil. Alexander le había permitido volver a su casa porque estaba seguro que aún su mujer estaba en peligro de secuestro, él había visto en primera mano lo que era capaz de hacer Liam, por lo que le dio confianza a una segunda oportunidad.
—Después del veintinueve viene el treinta, el “veintitreinta” no existe— Murmuró Liam con una media sonrisa.
La castaña frunció el ceño colocando los ojos achinados, pero luego relajó el semblante dándole una sonrisa.
—Ya lo sabía, sólo quería saber si me estabas prestando atención, últimamente te ves como un zombie— La niña reventó la risa como si hubiese dicho el chiste más cómico del mundo a lo cual Liam negó con la cabeza para acercarse a ella y darle un beso en la frente.
—Siempre te voy a escuchar pequeña Aubrey—
Satisfecha, la niña se levantó para alzar sus manos haciendo que Liam se doblara y la cargara para darle un abrazo fuerte y esconder su cara en el cuello.
—¿Algún día tendremos nuestra propia casa?, ya sabes, la Miss dijo hoy en clase de la familia que normalmente uno vive con sus padres en una linda casa o apartamento— Ella se abrazó más a él dejando que su voz sonara muy bajita — Yo no tengo mamá ni papá, pero te tengo a ti Liam y quiero vivir contigo en una casa y que tengamos una perrita que se llame Lulú—
—¿Por qué Lulú? — Preguntó curioso
La niña se encogió de hombros para separarse de Liam, él la bajó arrodillándose hasta su altura para mirarla fijamente a los ojos. Él estaba luchando contra aquel enfermo que quería hacer cosas indebidas con ella, eso jamás iba a pasar y él se iba a encargar de ello.
—No sé si alguna vez vayamos a vivir en una casa, pero te puedo prometer esto.— Él la tomó de las manos para darle un beso en cada una de ellas —Tu futuro será mucho mejor que esto, vas a ser lo que quieras ser Aubrey, de eso me voy a encargar yo—
Ella lo abrazó fuertemente de nuevo, luego de un pequeño rato, ella le tomó la mano para llevarlo hacia la cocina para que pudieran cenar.
En el camino, se encontraron a la pareja. Alexander estaba con su portátil abierto, Liam sospechó que aún estando en casa, estaba trabajando mientras que Savannah estaba con su móvil, tan pronto llegaron, ambas parejas los miraron.
—Javannah— Aubrey salió corriendo para abrazar a la chica a lo cual ella la envolvió en un cálido y afectuoso abrazo
Alexander enarcó una ceja bastante curioso de aquel nombre que ella le había llamado.
—En dado caso es Savannah—Corrigió el italiano.
—No, no, es Javannah, por Jade y Savannah. — La más pequeña chocó los cinco con amiga la doctora.
Liam sonrió un poco y le tomó la mano a Aubrey para alejarla de ella y hacer que se siente para que coma algo.
Durante la cena todo fue callado excepto por las pequeñas anécdotas colegiales que contaba la castaña. El ojigris frunció el ceño al escuchar varias veces “mi amigo Jaime”. No quería pensar en que a esa edad ya estuviese experimentando una atracción sentimental por algún niño.
Despejó sus pensamiento y se percató que Savannah miraba con ansiedad a su esposo mientras buscaba su cartera, el italiano estaba demasiado concentrado en lo que leía en el portátil para darse cuenta de lo que estaba haciendo su mujer.
Liam no había pasado por alto lo que la chica estaba haciendo, no podía creer aquello. La mujer sacó una pequeña pastilla, lo dividió en dos para dejar salir el polvo, lo revolvió en el líquido de su marido y lo dejó allí. Inmediatamente el ojigris se puso tenso, desvió la mirada primeramente a Aubrey que estaba riéndose de algo que veía en la Tablet que le regaló Savannah mientras se llevaba un pedazo de pan a la boca, luego miró a Alexander que seguía chequeando su portátil y luego miró a los ojos de Savannah, ella le dio una sonrisa pícara y malvada.
No sabía por qué ella estaba haciendo, lo más lógico es que él avisara, después de todo si algo le ocurría al italiano, podían culparlo a él, después de todo ¿quién culparía a la esposa?.
Cuando quiso decir una palabra, Savannah se adelantó.
—Cariño, no te has tomado todo el jugo de naranja, debes tomarte toda la vitamina — Alexander le quitó la vista a la computadora para mirar el vaso de jugo y asintió con una sonrisa. Se acercó a su mujer para darle un beso en los labios.
—Ella siempre me cuida, es un honor tener a una mujer tan dada como ella.— Respondió el hombre mientras se bebía todo el líquido hasta dejar sólo los cubos de hielo que resonaron al chocar con el vaso de vidrio cuando acabó el contenido.
Savannah le guiñó el ojo a Liam y siguió como si nada.
El moreno miró a Aubrey deseando que ella comiera más rápido, pero siempre ha sido una niña que masticaba muy pero muy lento. Pasaron unos diez minutos y Alexander ya llevaba cuatro bostezos.
—Dios, que sueño tengo — Murmuró sacándose los lentes de descanso y quitarse las lágrimas que se habían asomado
—Trabajas demasiado, mi amor— Savannah se levantó para caminar lentamente y comenzar a darle masajes al hombre — ¿por qué no vas y me esperas en el cuarto?, así podemos terminar lo que empezamos este mediodía
El hombre sonrió pícaramente y miró a Liam con suficiencia, el ojigris en ningún momento lo miró a él, sólo estaba pendiente de la niña que por suerte no había escuchado absolutamente nada.
Tan pronto Alexander se dirigió a su cuarto, astutamente la doctora se acercó a Aubrey para acariciarle el cabello
—Pequeña, ya es tarde, deberías dormir que mañana tienes clases—
La niña levantó la mirada luego sonreírle a Savannah y asentir lentamente.
—Liam, ¿al final vas a entrenar hoy en la noche en el Gym?— Preguntó la más pequeña a lo cual el ojigris asintió lentamente —Bien, pero no te vayas a tardar que luego te andas quedando dormido y me tienes que llevar a clases — La niña se acercó a él para abrazarlo fuertemente —Buenas noches Liam, buenas noches Javannah—
El ojigris vio como la niña se perdió en las paredes de la casa y fijó su mirada a la doctora
—¿Por qué lo drogaste?—
—Te espero en la piscina interna a las doce de la noche, si no vienes, atente a las consecuencias. — Dicho esto, la mujer se fue hacia la habitación con su respectivo esposo dejándole un sólo pensamiento. ¿Qué querrá?
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