2º concurso 4cuentos; El caimán y los conejos

in #cuatrocuentos7 years ago

El caimán y los conejos

La tranquilidad de la comarca se rompió cuando ese ser extraño llegó sin previo aviso y sin ser invitado. Era muy diferente al resto de los conejos que vivían en Villa Ilusión. No tenía un esponjoso pelaje, sino una piel seca, dura y oscura.

Sus ojos eran grandes y saltones y el hocico le sobresalía mucho de la cara, como a aquel pato que alguna vez pasó por ahí en búsqueda de aventura. Una trompa llena de colmillos qeue salían hacia abajo y hacia arriba.

Los conejos están acostumbrados a sus hocicos hiperactivos y a sus patas limpias y suaves, pero este visitante tenía garras espeluznantes con las que podría destripar a cualquiera de ellos en cuestión de segundos.

En la entrada de la comarca, los conejos se acercaron y rodearon al intruso, temerosos, porque nunca habían visto a semejante habitante de la Tierra Verde.

—¿Será de aquí? —preguntó doña Jimena que volvía del huerto con zanahorias para la cena de su familia.
—Es muy extraño, mamá —dijo asustado su hijo Juan, que estaba agarrado de su pata.

Visiblemente cansado y sediento, el extraño ser se detuvo bajo la sombra de un jabillo. Su piel escamosa competía con la corteza de púas del árbol milenario, al que los conejos no podían treparse.

—No me teman —habló al fin con una voz grave y profunda, como la de un anciano—. Vengo de muy lejos, estoy sediento. En mi mundo el agua se agotó y he dejado a muchos de los míos atrás.

Los conejos, como son, buscaron de inmediato agua y alimento para el visitante, que rechazó el tazón de lechugas, pero bebió todo el líquido.

—Aquí todavía hay verdor —se repuso—. De donde vengo todo está seco y caluroso. Así no se puede vivir.

Juan, el pequeño hijo de Jimena imaginó que era uno de ellos, pero que el calor había afectado su piel de tal manera que ahora era reseca y dura. Entonces se compadeció de él.

Como ya el rumor de un visitante extraño había llegado al centro de la comarca, el mismísimo alcalde se presentó ante aquel ser de larga cola y trompa. Por su puesto, se hizo acompañar de todos los policías que había en la comisaría.

—Buenas tardes —dijo el mandatario con vos entornada, como si iniciara uno de sus aburridos discursos—. Soy el alcalde Alarcón. Por favor identifíquese y díganos cuáles son sus intenciones al llegar a nuestra tranquila comarca.


El alcalde Alarcón Fuente

—Soy Don Antonio Delapeste Anzola —dijo el animal estirando su larga y espinosa espina dorsal, emulando el tono formal del alcalde Alarcón—. Además —hizo una pausa dramática— soy un caimán.

Doña Jimena se desmayó, las zanahorias se regaron por todas partes y su hijo Juan corrió detrás de otro jabillo cercano, asomándose, curioso. Los que no atendieron a Doña Jimena dieron un paso atrás y expresaron miedo, mucho miedo.
El alcalde, intentado mantener la entereza, hizo que dos de los temerosos policías se colocaran frente a él.

Nunca habían visto un caimán en la comarca. Ni siquiera estaban seguros que existiera. Solo tenían referencia de una terrible leyenda en la que uno de esos demonios llegó en la noche y mató a la mitad de la población antes de seguir su camino.

—En ese caso —la voz del alcalde Alarcón se quebró—, tenemos que exig… pedirle… solic… sugerirle que por favor siga su camino lejos de nuestra comunidad.

—Por favor, señor alcalde Alarcón —suplicó el caimán—, he pasado por momentos difíciles en mi vida y no pretendo dañar a nadie. Solicito que me den acogida, he visto un lago cerca lleno de peces que ustedes no comen. Juro que no los atacaré, sé que los caimanes tenemos fama.

El herrero Manuel, que ya había podido levantar a Doña Jimena del suelo, intervino.

—Es una decisión que deben tomar todos los conejos de la comarca —sentenció.

La convocatoria tuvo carácter de urgencia. Los conejos y sus conejitos se reunieron en la Plaza Central y solo dos policías se quedaron custodiando al caimán, que a pesar de lo débil que estaba les infundía tanto miedo que los hacía tiritar.

Ante la emergencia, el alcalde Alarcón pidió a los ciudadanos ser breves en sus intervenciones para tomar una decisión de inmediato.

Las opiniones contrarias permitirle al caimán quedarse tan cerca de la comarca fueron las primeras. Que dónde se ha visto, criticaba Eloisa, una espigada coneja de pelaje negro brillante y cola blanca que enloquece a los conejos adolescentes. Que por qué nosotros tenemos que vivir bajo ese riesgo, alertó el médico Luis Gregorio, acomodándose los lentes entre su hocico canoso.

Así fue hasta que la más anciana, Doña Graciela, les preguntó por qué le temían a una leyenda, cuando nunca ha habido certeza que de los caimanes sean unos monstruos.

Muchos de los conejos bajaron la cabeza, avergonzados y reflexivos. A la hora de la votación, la mayoría permitió que el caimán Don Antonio Delapeste Anzola se quedara en el estanque, pero que no se acercara al pueblo.

El caimán Don Antonio Delapeste Anzola se mostró agradecido con la decisión, cuando llegó el alcalde Alarcón y todos los residentes de la comarca a darle la noticia. Con el permiso de todos los conejos, caminó lentamente al lago y comió 28 kilos de pescado hasta quedarse dormido panza arriba, durante un día y medio.


Don Antonio Delapeste Anzola en su lago soñado Fuente

Por un tiempo los conejos fueron cautelosos. Las parejas de enamorados que se apartaban de la comarca para estar un tiempo solos y ser cariñosos, tuvieron que ser creativos para encontrar escondites seguros.

Pero ante la pasividad del caimán Don Antonio Delapeste Anzola, se acostumbraron. “Es que es muy amable”, llegó a justificarse Eloisa cuando la vieron conversando con él a orilla del lago. Solo comía pescado, nadaba y dormía bajo el sol.

Unos meses después, en una noche muy oscura un zorro llegaba sigiloso a la comarca. Sin saber del animal que dormía en la zona, se preparaba para un ataque despiadado. Don Antonio Delapeste Anzola lo descubrió y de un solo mordisco acabó con la amenaza.

A la mañana siguiente, los conejos volvieron a reunirse. Ante el acto heroico de Don Antonio Delapeste Anzola, le permitieron entrar a la comarca cada vez que le provocara. Sería un ciudadano más.

—¡Es bienvenido! —exclamó emocionado el alcalde Alarcón.

El caimán se volvió popular. Gracias a su fortaleza podía llevar en su cola a los conejitos a la escuela, ayudaba a construir madrigueras con su trompa y conversaba animosamente con los conejos mayores.

Juan, el hijo de Doña Jimena, era el mejor amigo de Don Antonio Delapeste Anzola. Siempre se les veía juntos. El jovencito organizó una fiesta para celebrar el año desde aquel día que el caimán llegó a la comarca.

Don Antonio Delapeste Anzola fue el centro de atención en el agasajo y hasta alguien deslizó que sería un excelente alcalde para Villa Ilusión.

Por primera vez desde que asumió el liderazgo de la comarca, el alcalde Alarcón quedó relegado. Pero se mostraba feliz por tener un gran aliado.

Una semana después de la fiesta, Juan desapareció. La última vez que lo vieron estaba con su amigo el caimán a la orilla del lago, conversando.

La conmoción fue general. Don Antonio Delapeste Anzola estaba triste, Doña Jimena inconsolable y el pueblo nuevamente temeroso. Lo buscaron por todas partes y no hallaron señales.

Tres días después fue Eloisa la que no volvió del huerto, por donde habían visto a Don Antonio Delapeste pasearse, mientras buscaba especias para su pescado. El herrero Manuel y su esposa se unieron a la lista el fin de semana. El terror se había apoderado de la comarca.

Encerrados en sus madrigueras, los conejos abandonaron sus actividades y no salían a la calle. El alcalde Alarcón, en su oficina iluminada, reflexionaba sobre lo que ocurría y convocó a una asamblea en la Plaza Central, al atardecer.
Con palabras rimbombantes y gestos de líder acusó al único con la fuerza necesaria de acabar con la vida de los conejos, mostró ejemplos y finalmente lo señaló, nombrándolo: ¡Don Antonio Delapeste Anzona!

El caimán se sorprendió mientras todos los conejos lo miraron indignados, como si de pronto descubrieran que no es como ellos, que es un monstruo. El alcalde Alarcón organizó rápidamente una fogata y dio a los conejos antorchas. Ante el ataque con piedras y palos encendidos, Don Antonio Delapeste Anzola trató de huir.

Bajo el jabillo que lo cobijó a su llegada a la comarca, vio que por el camino principal se acercaban cuatro figuras. Caminaban muy maltrechas, como heridas y adoloridas. Eran Juan, Eloisa, Manuel y su mujer, Andrea. A Manuel se le notó iracundo y fue directamente a enfrentar al alcalde Alarcón, mientras los otros se interpusieron entre la turba y Don Antonio Delapeste Anzola, protegiéndolo. Juan abrazó a su amigo.

—¡Alto amigos conejos! —gritó el herrero Manuel y todos lo miraron a él—. Este mal conejo, nuestro alcalde Alarcón, nos atacó y nos encerró en una madriguera fuera de la comarca, para hacerles creer que Don Antonio Delapeste Anzola nos había atacado y comido, cuando es nuestro verdadero amigo.

La molestia colectiva se volcó hacia el alcalde Alarcón, quien, ante la revelación, tuvo que admitir su intención.

—No podía permitir que nombren como alcalde a un caimán, un monstruo que come peces y también conejos —acusó—. Cualquier noche los atacará, y en leyenda se convertirán.

Los conejos respondieron al alcalde Alarcón con las piedras y las antorchas que antes eran para Don Antonio Delapeste Anzola, y el otrora respetado líder tuvo que huir despavorido de un linchamiento.

Esa noche, el caimán Don Antonio Delapeste Anzola fue nombrado por aclamación el nuevo alcalde y protector de Villa Ilusión.


Esta es mi participación en el Segundo Concurso de 4Cuentos (@steemitficcion), cuyas bases para participar las puedes consultar aquí. Gracias por leer.

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Excelente fábula, me gustó mucho. Hay que estar atentos a los malintencionados y envidiosos que nunca faltan en cualquier historia (real o imaginaria).

Gracias, @aurodivys. Captaste bien la moraleja, que al final decidí no incluir, pero ese es exactamente el mensaje

Muy buena, ¿quien iba a pensar que ese conejo tan respetable iba a ser un infame conspirador? ¡Yo le cambiaría el apellido de Alarcón a Salmorejo!

Salmorejo le queda muy bien al alcalde...


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