Creer es crear
Son varias las corrientes que actualmente defienden la importancia que tiene la forma de pensar en la resolución de situaciones que se nos presentan, o que explican cómo hemos llegado a ellas. La relación entre pensamiento y realidad también es defendida por algunas enseñanzas antiguas, tanto orientales como occidentales.
«Todo lo que imagines puede ser real» (Pablo Picasso).
«No existe nada bueno ni malo; es el pensamiento humano el que lo hace aparecer así» (William Shakespeare).
Creer es crear. Esta frase, muy de moda en nuestros días, tiene sin duda un significado más profundo de lo que a priori puede parecer.
Algunos atribuyen este concepto al pueblo maya, como hace Santiago de Pando en su película Creer es crear . Otros se lo atribuyen a Marco Aurelio, emperador y filósofo, que decía: «Nuestra vida es lo que nuestros pensamientos crean», que solo es otra forma de decir lo que ya decía por su parte Sidharta Gautama, el Buda, al que se le atribuye la frase «Todo lo que somos es el resultado de lo que hemos pensado. Si un hombre habla o actúa con astucia, le sigue el dolor. Si lo hace con un pensamiento puro, la felicidad lo sigue como una sombra que nunca lo abandona».
Si buscamos entre las siete leyes universales atribuidas a Hermes, el tres veces grande, y a la filosofía védica, resulta que la primera de las leyes es precisamente la ley del mentalismo, que viene a decir que todo es mental, es decir, todo lo que existe, primero ha sido pensado.
Si subimos a nivel cósmico, todo es creación de la mente del Uno, o del Creador. Si bajamos a nivel individual, todo lo que somos es producto de lo que pensamos.
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Por ello, cuando a nivel coloquial decimos «creer es crear» lo que estamos diciendo realmente es que debemos cuidar nuestros pensamientos, ya que nuestra realidad la creamos nosotros mismos.
Una famosa frase atribuida por algunos a Buda y por otros a Mahatma Gandhi, dice: «Vigila tus pensamientos, porque se convierten en palabras. Vigila tus palabras, porque se convierten en actos. Vigila tus actos, porque se convierten en hábitos. Vigila tus hábitos, porque se convierten en carácter. Vigila tu carácter, porque se convierte en tu destino».
Vivimos dentro de un sistema de creencias; creemos un montón de cosas: unas, impuestas por la sociedad; otras, heredadas de nuestra familia; y muchas de ellas, consecuencia de lo que somos, de nuestra personalidad.
Nuestros pensamientos diarios oscilan entre si somos buenos, malos, valerosos, tímidos, miedosos, etc., pero nuestra identidad depende directamente de nuestros pensamientos, de lo que nuestra mente dice que somos sobre la base de nuestra experiencia pasada, y así, con esos conceptos mentales, creamos nuestra historia. Una historia que probablemente no sea real, pero que está basada en creencias de nuestra propia mente, desde esa percepción del pasado.
Reducimos lo que somos a una pequeña historia de un yo pequeño al que llamamos ego y que encuadra lo que somos en un criterio igual de pequeño.
Cuando creemos que no vamos a poder superar los obstáculos, estamos creando esa realidad. Cuando creemos que somos torpes, creamos esa realidad. Cuando creemos que somos claustrofóbicos, creamos esa realidad. Así con un gran número de emociones, que no son negativas ni positivas, pues somos nosotros los que les damos ese valor. Lo cierto es que esas creencias que están en nuestra mente se manifiestan en la vibración de nuestras células y así se construye nuestra vida.
La física cuántica ya ha descubierto que el observador influye en el experimento, como dice Pascual Jordan (matemático y físico teórico). Los experimentos en el campo de las partículas elementales han llevado a los científicos a reconocer que la mente es capaz de crear. Según Amit Goswani, profesor de Física en la Universidad de Oregón, el comportamiento de las micropartículas cambia dependiendo de lo que hace el observador. «Cuando el observador mira, la micropartícula se comporta como onda, cuando no lo hace se comporta como una partícula». Es decir, lo mismo se comporta como materia que como energía.
Cuando nuestro camino lo guía nuestro yo pequeño y miramos al futuro con la esperanza de encontrar algo distinto, nos perdemos el único sitio donde existe la vida, el momento presente, el ahora.
Así, mientras creemos que las cosas se arreglarán por sí mismas, mientras nos preguntamos sobre si hay vida después de la muerte, por ejemplo, o nos planteamos cuestiones metafísicas, y todo ello mientras pensamos «yo soy así y no lo puedo remediar», nos guarecemos en nuestra zona de confort, en nuestra propia cueva platónica, y creamos la realidad que nos corresponde con ese «yo soy» que nos hemos creado, independientemente o dependientemente de su origen, ¿quién sabe?
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Hay que vivir en el presente, gozando de buen humor, fluyendo con la vida y buscando el sentido de nuestra existencia, dice Mihaly Csikszentmihalyi (catedrático de Neurociencias de la Universidad de Stanford), en entrevista realizada por Eduardo Punset, para el programa Redes.
Mihaly Csikszentmihalyi es el director del «Quality of Life Research Center» de Claremont Graduate University en California. Allí se dedica a investigar la base y las aplicaciones de los aspectos positivos del pensamiento, como el optimismo, la creatividad, la motivación intrínseca y la responsabilidad. Sus teorías han revolucionado la psicología hasta tal punto que han sido adoptadas por algunos líderes mundiales. Sus libros, como Flow: The Psychology Of Optimal Experience , convertidos en grandes éxitos de ventas y en influyentes manuales de las nuevas escuelas de psicología positivista, tienen rabiosa actualidad.
Poner toda la atención y toda la intención, es decir, la conciencia, en lo que estamos haciendo en cada momento, seguro que nos depararía felicidad, pero nada es gratuito. Quiero decir que en todo objetivo a cumplir hay un trabajo a desarrollar, una voluntad que ejercer, y eso implica desaprender ciertos hábitos para aprender hábitos nuevos y más saludables.
El patrón mental de infelicidad se disuelve en el «aquí y ahora», porque no hay búsqueda de otra cosa que no sea lo que está ocurriendo, sea lo que sea lo que ocurra.
La vida vive y solo vive en el momento presente, aquí y ahora, y como decían los filósofos estoicos, solo en la medida que depende de nosotros mismos.
Pero ¿cómo lo hacemos? Cambiando de pensamiento. El interruptor que activa el cambio es la voluntad, porque desencadenará una nueva información. «Cambiar es pensar de forma más amplia, trascender tu propio entorno. Es conectarte a un sueño, a una idea que ya existe en el campo cuántico de posibilidades. Es creer en ese futuro cuando todavía no se puede percibir con los sentidos» (respuesta ofrecida por Joe Dispenza en una entrevista realizada para el ciclo de conferencias «Barcelona Inspira Consciencia» en 2015).
Adonde nos lleva precisamente el axioma es a entender, definitivamente, que somos artífices de nuestro propio destino, y por ello, tenemos que concluir que, con más o menos esfuerzo, seremos y haremos lo que nos propongamos; eso sí, debemos hacerlo con ética y moral, sin dañar a un tercero.