Diez cráneos de 8.000 años atravesados por una pica.
La científica sueca que investiga el círculo de las 10 calaveras desvela a Crónica sus primeras conclusiones sobre el ritual
Los torturaron antes de matarlos y las víctimas tenían relación entre sí
Un cráneo lustroso, de un color marrón profundo por el efecto del paso del tiempo y los elementos, reposa sobre la mesa de la doctora Sara Gummesson, en la Universidad de Estocolmo. En la quietud de este campus, parece fuera de lugar, sobre todo si nos fijamos en su inquietante historia.
Hay crímenes que se resuelven en apenas unas horas, por torpeza de sus autores o por la pericia de los investigadores, mientras otros se arrastran sin resolverse durante meses o años. Algunos quedan sin respuesta para siempre. Pero sin duda la historia que les voy a contar hoy sobrepasa a los demás de largo. Porque es la historia del asesinato de 10 hombres y mujeres hace 8.000 años, nada menos. Probablemente el crimen más antiguo de Europa. Y aún sin esclarecer.
Ahora el cráneo lustroso que reposa en la mesa de la profesora sueca se llama F318, pero sin duda nadie usó este nombre para referirse a él mientras estaba vivo hace 80 siglos. Era un hombre de unos 30 años, joven para nuestros estándares, pero acercándose a la madurez para lo que era corriente en ese período del Mesolítico. Tenía una buena dentadura, lo que según los arqueólogos es indicativo de una dieta saludable, y probablemente fuese un cazador-recolector o uno de los primeros agricultores, pues por esas fechas se empezaban a asentar los primeros núcleos de población fijos en el norte de Europa. Toda esa información y mucha más la pueden obtener los investigadores del estudio de esta antigua calavera que nos contempla con una sonrisa sardónica congelada en el tiempo desde la superficie de la mesa.
Lo que nadie, ni siquiera la propia profesora Gummesson puede saber, es el motivo por el que este cráneo estaba empalado en una estaca, junto con otras nueve cabezas. Ni por qué no hay el menor rastro del resto de los cuerpos. Ni por qué tiene signos de haber sido torturado de forma salvaje durante mucho tiempo, dejando que sus heridas cicatrizan antes de matarlo. Porque nos encontramos ante la escena criminal más antigua de Europa y un misterio difícil de desentrañar. Pero vayamos al principio.
Hace apenas unas semanas, el equipo de la doctora Gummesson se encontraba en @Kanaljorden , un precioso paraje en la costa sur de Suecia. Está a las orillas de un pequeño lago y las aguas de un río cercano, el Motala Ström, habían mantenido inundado durante mucho tiempo el lugar de excavación. El equipo de Gummesson estaba entusiasmado con el hallazgo. Aunque el yacimiento es conocido desde 2009, nunca habían aparecido restos humanos en él. Apenas hay 200 enterramientos localizados del Mesolítico y cada uno de ellos aporta datos sobre cómo éramos nosotros hace ocho milenios. Con la meticulosidad que caracteriza a los nórdicos, habían decidido averiguar por fin qué se escondía en el fondo del lago que ocupaba la parte sureste del yacimiento. Para ello habían colocado unos diques que lo aislaban del río y traído desde Estocolmo un potente equipo de bombas de achique que dejarían a la vista el fondo de la laguna por primera vez en milenios. Sin embargo, mientras las bombas iban vaciando la cuenca, una sensación extraña se fue apoderando de los miembros de la expedición. A medida que bajaba el nivel del lago iban apareciendo una serie de calaveras en una disposición macabra. Aquella no era una tumba normal. Algo terrible había sucedido allí muchos siglos antes y por primera vez testigos modernos podían contemplarlo.
En apenas unas horas tenían la visión completa del escenario de un inquietante crimen ritual. Diez calaveras de hombres y mujeres estaban empaladas en estacas de madera de algo menos de medio metro de largo, formando un círculo y mirando hacia el interior de éste. Entre ellas se encontraba el único cuerpo completo, el de un bebé de unos 10 meses, mientras que de los cuerpos de los adultos no había ni rastro. Alguien hace muchos años se había tomado la molestia de colocar las 10 cabezas rodeando a aquel niño en un tramo de agua de apenas un metro de profundidad, y el paso del tiempo las había sumergido.
La imagen, propia de una película de terror, despertó la curiosidad de los investigadores. ¿Qué había sucedido allí? ¿A qué venía esa disposición ritual?Tal y como dice la propia Gummesson, la colocación de cabezas en estacas tenía como fin asustar al enemigo o castigar a alguien que hubiese cometido un crimen espantoso, pero jamás se había encontrado algo semejante en un enterramiento del Mesolítico. «Hace 8.000 años no había una densidad de población suficiente en Suecia ni la competencia por los recursos era tan grande como para provocar guerras», así que la posibilidad de que fuesen prisioneros sacrificados queda descartada, de momento.
A medida que avanzaba la investigación, las preguntas se iban acumulando. Los 10 cráneos adultos presentaban pruebas de haber recibido golpes no mortales antes de haber sido separados de los cuerpos y colocados en las estacas. Sin embargo, los cráneos de los varones tenían las huellas y fracturas en la cara o en lo alto de la cabeza, mientras que las mujeres habían sido golpeadas por la parte de la nuca. El asesino o asesinos querían torturar a los varones mirándolos a la cara, pero por algún motivo desconocido a las mujeres las hicieron sufrir por la espalda. De todas maneras, fuera quien fuese el autor de esos golpes lo hizo de tal manera que se aseguró de que sus víctimas no morían a causa de los golpes. «Hay muestras de que esas heridas comenzaron a curar. Las fracturas habían empezado a soldar en varios casos. No es casual que las 10 víctimas recibiesen una paliza antes de ser sacrificadas. Hay una relación entre ellas». Todas y cada una de las víctimas fueron torturadas durante mucho tiempo, semanas probablemente, antes de ser asesinadas. Cuál es la relación entre ellos y qué tiene que ver el cuerpo del bebé está por ver.
Otro detalle desconcertante es que a todas las calaveras les arrancaron la mandíbula de cuajo. «Es impensable en los enterramientos mesolíticos, donde era fundamental respetar la integridad del cuerpo del difunto», dice el estudio de Gummesson. Quien quiera que hiciese eso quería asegurarse de que sus víctimas no podían alcanzar el Más Allá. Ni hablar, ni siquiera en el otro mundo, para explicar lo que les había sucedido.
Una última cosa llama mi atención cuando me permiten ver el informe arqueológico de la excavación. Aunque han aparecido 10 calaveras y un montón de restos animales, las excepcionales condiciones del yacimiento, con un bajo contenido en oxígeno en el cieno, han permitido que se conserven restos de madera. Y entre ellos hay más de 400 estacas, idénticas a las que sostenían los cráneos. Cuatrocientas. Piénsenlo. El número es tan sobrecogedor que por un momento la imaginación vuela y podemos ver toda la orilla del lago rodeada de cabezas empaladas, en una escena sacada del infierno. Pero lo cierto es que nadie sabe si estaban preparadas para acoger a más víctimas y nunca se usaron o si las corrientes del Motala Ström han ido arrastrando cabezas decapitadas a lo largo de los siglos. Lo único seguro es que alguien muy peligroso estaba suelto por sus orillas en el Mesolítico. Y ahora, F318 y otros nueve cráneos sin mandíbula tratan de contarnos la historia de un crimen terrible que lleva ocho milenios sin ser resuelto. Si somos capaces de entenderlos o no, sólo el tiempo lo dirá.
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@craneos #
La primera vez que vi una calavera marrón oscuro. tan increíble. Dr. Gummesson haciendo un gran trabajo ...
Good post man!
interesante bro
Te felicito mucho por este gran post,sigue haci
Primera vez que veo este post, te felicitoo
Felicitaciones
nice post