Encaje negro - "PRIMER CONCURSO DE RELATOS ERÓTICOS PAPIKIWI 07/01/2018"

Ella pasó primero la puerta, llevaba un vestido negro escotado en la espalda, con una apertura hasta medio muslo en el lado izquierdo y tacones en punta.
Él, por su puesto, entró detrás de ella, para poder apreciar con ropa por última vez la silueta curvilínea de esta chica. Él, Llevaba pantalones de vestir y una camisa blanca con detalles negros, ceñida al cuerpo, pues disfrutaba ejercitarse.
Cerró la puerta tras entrar y pasó tranca a la puerta. Y ahí estaban los dos. Podían sentir la tensión que los acompañaba en esa habitación, esa en la que entraba apenas un poco de luz por un espacio dejado a propósito para poder encontrar la mirada del otro.
Ella, estaba de pie frente a la ventana, él la observaba en el claroscuro de la habitación.
Acortando la distancia entre ambos, se acercó desde atrás tomándola de la cintura y deslizando su mano por el muslo izquierdo de ella, besando suavemente parte de su espalda hasta la parte interna de sus clavículas y su cuello.
Ella no podía resistir las caricias y besos, pues estaba haciéndolo en su punto erógeno más potente, inclinó su cabeza hacia atrás dejándose llevar por el placer.
Él, subió su mano por la parte interna de su muslo izquierdo hasta encontrarse con una húmeda vulva, con sus dedos índice y medio comenzó a estimularla en círculos, en su clítoris, justo donde ella le decía. Con su otra mano acariciaba sus senos, estimulando sus pezones...
Ella suspiraba y aceleraba su respiración tras unos minutos después.
Le pedía que siguiera así y él se detuvo. Ella no entendía lo que pasaba, se volteó y lo observó y con su mirada le preguntaba por que se detenía, el sonrió y mordió su labio inferior.
No estaba preparada para lo que venía.
Él se acostó con la espalda recostada a la cama y le pidió que se acostara sobre él, mirando hacía arriba.
Abrió sus piernas por dentro de las de ella y entonces, él la masturbó y ella trataba de cerrar sus piernas como reflejo a tanto placer... Él no la dejaba, se retorcía y gemía sin parar. Se vino una primera vez. Pero esto apenas comenzaba...
Tras semejante orgasmo, se levantó a quitarse el vestido, llevaba una tanga de encaje negro y sólo unos cubre pezones. Iba cuál leona a devorar su presa lanzándose sobre él, pero decidió bajarle el ritmo al momento, comenzando a desvestirlo, sacó sus zapatos y medias, desabotonó entre besos apasionados su camisa, dejando al descubierto un trabajado torso de aquel musculoso hombre el cual comenzó a besar mientras bajaba por él, lamiendo sus marcados abdominales, notó casi al final del camino como se marcaba la V de sus caderas y enloqueció nuevamente. Esta vez no se salvaría.
Desabotonó su pantalón, bajó su ropa interior descubriendo un buen y grueso miembro, ella se saboreó e incorporándose sobre sus muslos, ató su cabello en una cola alta y bajó de nuevo a introducirse cada centímetro en su boca, lamiéndolo primero como a un helado de la base a la punta y luego succionándolo a repetición.
Él se retorcía y no podía controlar sus sensuales quejidos. Cerraba sus ojos con fuerza y abría su boca para dejarlos salir uno a la vez hasta que casi no podía más, ella, le dijo que eyaculara en su pecho, pues la sensación de sus jugos calientes recién salidos sobre su cuerpo la excitaba en demasía. Los esparció con sus dedos jugando con ellos. Él no entendía este comportamiento pero le generó una gran erección, sacó pronto un condón y lo colocó rápido. Quería y creía que iba a montarla, pero estaba equivocado, ella lo montó y aferrándose a la cabecera de la cama mientras el lamía sus pezones, lo cabalgó con fuerza e hizo retumbar la habitación con el delicioso gemido que anunciaba que nuevamente había llegado al éxtasis.
Ella no estaba preparada cuando él, con firmeza la bajó y la puso en 4 puntas mirando hacia la cabecera de la cama, introdujo su miembro por entre sus nalgas embistiéndola con fuerza y tomándola de su cola alta, con dos vueltas en su mano le halaba un poco hacia atrás su cabeza, ella, insaciable pedía más y tomándola con sus dos manos por la cadera la embistió con fuerza llegando los dos a un intenso orgasmo donde gimieron y quedaron sonriendo mientras exhalaban con fuerza... recuperando el aliento.

Exhaustos, pronto se quedaron dormidos compartiendo su calor.

Para cuando él abrió los ojos, eran las 4 de la mañana, y esta chica de vestido negro no estaba en la habitación, sólo había dejado su número escrito en un papel sobre una mesa frente a la ventana, junto, con la tanga de encaje negro.

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