Origen del coleo venezolano
En lo que es hoy Venezuela, entre 1529 y 1530, los Welser trajeron numerosos caballos, mulas, burros, reses y ganado menor, que incluía cerdos y ovejas. Desde Santa Ana de Coro, el ganado fue trasladado hacia el Tocuyo y Barquisimeto, donde las condiciones del clima, los pastos naturales y la existencia de agua favorecieron el desarrollo de su cría. En 1530, en avanzada desde El Tocuyo, el conquistador Cristóbal de Mendoza Rodríguez fundó el primer hato en los llanos centrales, específicamente en el Sitio de Uberito, en las cercanías de la actual Ciudad de Calabozo, hoy estado Guárico. De allí la ganadería se extendió hasta el Apure y las Pampas Araucanas, a través de los incesantes arreos de animales conducidos en largas y fatídicas jornadas que les llevasen por la vía del llano o de los andes hasta la meseta de Santa Fe.
Arreo de ganado en el estado Barinas, Venezuela, 2012.
Poco a poco el número de reses se fue acrecentando, a tal punto, que cuenta el historiador José de Oviedo y Baños que para 1547 existían en las afueras de El Tocuyo alrededor de 4000 vacas, 2000 caballos, y 12.000 ovejas. Con el correr del tiempo, la ganadería vacuna se convirtió en una creciente actividad económica debido no solo al incremento de los rebaños, sino a las múltiples labores que se desarrollaron a partir de la industria del cuero, que para 1620 exportaba más de 9300 piezas a España. Igualmente, se derivaron de la ganadería vacuna otros productos, como la leche, los quesos, la nata, y la carne salada, que contribuyeron a la alimentación de los primeros colonizadores. La ganadería porcina, caprina y la cría de aves de corral, sin embargo tuvieron un descenso en su desarrollo durante la Colonia, siglos XVII y XVIII, debido a su poco aprovechamiento, y a que sólo sirvieron de complemento alimenticio a las familias.
De este desarrollo nace la cultura de la Coleadera, o mejor dicho Los Toros Coleados, puesto que las faenas constantes en el campo requerían tener un control permanente sobre los rebaños, por parte de los Cabresteros, Mayorales o Pastores; una nueva raza de hombres, principalmente mestizos, que empezaban a ser llamados, "Llaneros".
En un principio, durante la Conquista de los Territorios, en el Siglo XVI, la Corona Española, prohibía taxativamente que "Todo Indio, Negro, o Blanco Criollo, montase a caballo", puesto que este era un privilegio exclusivo para los "Blancos Españoles, con blasón y limpios de toda mala raza". La expansión de una economía basada netamente en la cría de rebaños y sus consecuentes necesidades agrícolas, promovieron reformas legales que permitieron a corto plazo, que las clases excluidas de labriegos tuvieran el "Privilegio" de montar a caballo, y así participar activamente en la producción, arreo, marcado, descornado y sacrificio de las reses en el campo. Para dicha labor, en muchas ocasiones, se necesitaba la rapidez del Caballo y la Agilidad del Jinete para ir a toda velocidad tras las res en huida, asirse de la "Cola" o "Rabo" de la bestia, acelerar la marcha del caballo, y así poder "Tumbar" o "Colear" al bovino. En ocasiones el Terrateniente propietario del Hato, ofrecía una buena suma de dinero en monedas, con tal de que se derribara a determinado animal, ocasionando una estampida de llaneros que le perseguían, para ver quien era el primero en llevarse el premio. Era esta una forma de apuesta y entretenimiento practicada por los habitantes de aquellas sabanas, que permaneció intacta durante los siglos XVII y XVIII, en las celebraciones y fiestas religiosas; que junto al Joropo, y las Terneras, marcaron la idiosincrasia de la Venezuela y Colombia rural en el periodo de la colonia.
Coleo de toros durante las Fiestas en Honor a San Antonio de Padua y José Antonio Páez Herrera, Ospino, estado Portuguesa, 1937.
Con el Período de Independencia, y sus consecuentes Guerras Insurgentes, el Coleo de Toros, no solo era empleado para la recreación de la soldadezca en ocio, sino también para su entrenamiento en la Lucha a Caballo, ya que las arremetidas y estrategias que se empleaban contra el Ejército Español, en el campo de batalla, resultaban ser bastante similares a las maniobras emprendidas para dominar las bastas manadas de ganado vacuno. Famosas fueron las acciones en contienda desdeñadas por José Antonio Páez Herrera, José Tadeo Monagas Burgos, Juan Vicente de Campo Elías, José Tomas Boves, entre otros.