¿Cómo se debe asumir un reino?
Spoiler Alert: En este post hablaré sobre Macbeth. Si piensas leer esta obra de Shakespeare por tu cuenta no te recomiendo que sigas leyendo. Si aun así deseas continuar, hazlo bajo tu propio riesgo.
Hoy quiero hablarles acerca de una de las lecturas que más he disfrutado: Macbeth, de Shakespeare. No me considero amante de este autor, pero esta obra fue muy interesante para mí por varias razones, y en este post voy a comentar una de ellas. Se trata de la manera en la que se cumplió una de las profecías dadas al personaje principal: Macbeth.
La historia cuenta que Macbeth regresaba de una gran batalla con su amigo Banquo cuando tres brujas se cruzaron en su camino y le dan tres profecías. La última de ellas -en la cual quiero enfocarme- es que se convertirá en el rey de Escocia. Esta idea, por supuesto, parece muy descabellada para Macbeth. Sin embargo, cuando llega al palacio y se cumplen las primeras dos profecías dadas por las brujas, la tercera deja de parecerle tan imposible.
Muy pronto la idea de convertirse en rey comienza a inquietarlo. Y, en parte motivado por esta inquietud y por la instigación de su esposa, este personaje decide hacer que esta última profecía se cumpla y comienza a idear un plan para matar al rey actual y tomar su lugar. Todo esto, por supuesto, sin que nadie lo note.
Esta lectura me hizo pensar en una historia similar que se encuentra en la biblia, pero que tiene un desenlace totalmente diferente, la del Rey David. Su historia contrasta por completo con la de Macbeth por diversas razones, pero la razón principal se debe al corazón de David y su gran sentido de la lealtad.
Así como a Macbeth, a David le fue profetizado que se convertiría en Rey -por supuesto, esta profecía no fue dada por unas brujas extrañas, sino por un profeta de Dios-. Y no solo eso, desde ese momento fue ungido como rey de Israel. Sin embargo, pasaron aproximadamente 15 años para que David asumiera su reinado. Mientras tanto, siguió reinando Saúl, un rey injusto que ya no contaba con el favor de Dios y que atentaba contra la vida de David constantemente -porque sabía que él tomaría su lugar-.
Ahora bien, ¿por qué David no tomó la actitud de Macbeth adelantando el cumpimiento de su destino? De todas maneras, ya había sido ungido, todo el pueblo lo amaba y Saúl no estaba ejerciendo un buen reinado. Por el contrario, el Rey Duncan -el de la obra de Shakespeare- sí era un gran rey, y aun así Macbeth decidió asesinarlo para quedarse con su trono lo más pronto posible.
En ambos casos el reinado era algo seguro, en el momento preciso probablemente la profecía hacia Macbeth se cumpliría y él sería coronado. Asimismo, David sería rey de Israel en el tiempo de Dios. Sin embargo, como mencioné anteriormente, la diferencia radica en el corazón de ambos personajes. De acuerdo con lo que dice la biblia, David era un hombre conforme al corazón de Dios. Y su actitud ejemplar en esta situación lo confirma.
Fuente
Las palabras de David siempre eran las siguientes:
«Que el Señor me libre de hacerle tal cosa a mi señor el rey. No debo atacar al ungido del Señor, porque el Señor mismo lo ha elegido»
1 Samuel 24:6
Resulta interesante preguntarnos si en la situación de David esa hubiese sido también nuestra actitud o si, de la misma manera que Macbeth, hubiésemos preferido matar al rey para tomar su lugar lo antes posible. Siendo sincera, creo que yo seguiría el ejemplo de Macbeth. En una situación similar quizás el egoísmo y la avaricia en mi corazón serían mayores que mi deseo de hacer lo correcto.
Sin embargo, si Dios está con nosotros él puede cambiar ese egoísmo y avaricia por lealtad y amor. David no era un hombre perfecto, vemos otros episodios en su vida en los que comete errores, pero tenía un corazón rendido a Dios y siempre volvía a sus pies. Nosotros, los hijos de Dios, debemos procurar tener ese mismo corazón y rendir todos nuestros deseos a la voluntad del Padre.
Solo así podremos resistir cada tentación que se nos presente para apartarnos de la voluntad de Dios y de nuestra gran meta, que no es un reinado de este mundo, sino un reinado eterno al lado de nuestro gran Rey. Mientras estemos en este mundo dependemos de Él para tomar las decisiones correctas y guardar nuestro corazón. En todo momento, Él tiene el control. Aprendamos a actuar en sus fuerzas, a hacer las cosas en su tiempo y a su manera y no a la nuestra.
¡Bendiciones!