Varios métodos de prospección Una técnica muy extendida es la prospección magnética. Gracias a un electro-imán se detecta la presencia de objetos metálicos enterrados en el suelo. La prospección eléctrica establece una gráfica del subsuelo, aprovechándose del fenómeno de la resistencia que un muro de piedra ofrece al paso de una corriente eléctrica. Los métodos de prospección acústica y sísmica, análogos a los empleados por los geólogos para detectar la existencia de diferentes capas de terreno, permiten precisar no solo el emplazamiento de un muro o de cualquier otro vestigio de piedra, sino también sus dimensiones. Provocando una explosión y calculando la velocidad de propagación de la onda expansiva sobre un obstáculo, es posible deducir los datos mencionados. Las vibraciones son registradas por unos aparatos llamados geófonos.

Saber fechar: un imperativo arqueológico

Los métodos de datación son numerosos y varían en función de la naturaleza del objeto analizado. El método del carbono 14, o carbono radiactivo, se aplica a los restos de materia orgánica y consiste en medir la proporción de carbono 14 que presentan. Todo organismo vivo contiene una cierta cantidad de carbono 14; cuando el cuerpo muere, el carbono comienza a desintegrarse como consecuencia de su radiactividad. Los científicos han descubierto que, tras un periodo evaluado en 5730 años, la mitad del carbono 14 ha desaparecido. Si se mide, pues, la cantidad de carbono 14 que queda, por ejemplo, en una osamenta, podremos precisar la fecha de muerte del organismo al que pertenecía. En el caso de la cerámica antigua, se utiliza el método del arqueomagnetismo. En el momento de la cocción del barro, a una determinada temperatura, las moléculas de arcilla quedan imantadas y toman una cierta orientación; analizando la orientación magnética de cerámicas cuya datación ya estaba realizada anteriormente, los especialistas han podido establecer un cuadro cronológico a partir del cual es posible fechar otras cerámicas