Porque soy efímera y mi naturaleza se desvanece con tus palabras. Porque me encuentro en la cima de la montaña con mi voluntad desgastada. Porque la travesía no perdona rebeldía y la estadía se ha convertido en un hecho irreprochable. Y heme aquí, mirando el fondo del abismo, tratando de calcular la magnitud en mi caída, imaginando cada uno de mis miembros desmembrados, sin sentidos, sin vida, sin alma. ¿Cuántos han sido los días realmente vividos antes de esto? Ninguno, ¿Por qué simplemente no renunciar y retomar mi camino? Porque así no funcionan las reglas del juego y, una vez que decides entrar, las puertas se cierran, el camino se torna escabroso y el regreso funesto. Así, los días posteriores a este, el Karma se encargará de pasar factura para que, cuando se aproxime mi descenso, sea mi cuerpo el pago y mi esencia la que se resista a la tortura