Estos eran dos pajaritos… Uno era un azulejo de hermosas, hermosas plumas, pocas aves sabían lo hermosas y especiales que eran.

El otro era un pequeño petirrojo con un dulce, dulce canto, al petirrojo le conocían muy bien, y casi todas las aves sabían de sus virtudes, pero eran solo superficiales.

Ambas aves se hicieron amigos por casualidad, y aunque vivían lejos su canto los mantenía cerca. Nunca se conocieron en persona, solo conocían su canto y sus corazones, y aunque se ayudaban a conquistar otras aves, siempre estuvieron juntos.

La amistad de ambas aves fue creciendo y aunque nunca se han visto, saben cómo son e incluso lo que les gusta y disgusta. Pero no todo es color de rosa, incluso para las aves.

Ambas habían pasado momentos lindos y momentos malos con otras aves, hasta que llegó un día en que ninguna pudo más y terminaron como todo lo que les aquejaba, sin embargo, superaron sus angustias juntos.

Luego de un tiempo y de tanto cantar, el pequeño petirrojo tuvo que mudarse aún más lejos de donde estaba, y esto en vez de hacer que ambas aves se alejaran, solo hizo que se acercaran más y con ello un deseo de verse y de estar juntos que ni ellos mismo entendían, solo sucedió así y ya.

El canto de ambas aves era cada vez más especial y algo que solo ellos entendían, pronto, el azulejo logró estar con su petirrojo y el canto se volvió más melodioso, más tranquilo y mucho mejor ya que no cantaban solos… Ahora cantaban juntos y en una misma dirección…