Fumando espero.

in #cervantes7 years ago

Tu beso seco me dejó el rostro ensopado en lágrimas.
Por lo general la gente no expresa las cosas que le pasan y nosotros en nuestra pareja no fuimos la excepción. Más tu que yo fuimos callados. A mi también me pasaron cosas que nunca dije por miedo a lo que pensaras. Pero acostumbrado a que eras tú quien se guardaba las cosas, no me animé a confesarlo. Ahora ando solo por las calles de Montevideo buscándote entre la gente alocada de dieciocho de julio. La última vez que te vi aun vivías ahí, en un edificio de la plaza libertad. Plaza que supo ser terminal de ómnibus y terminal de amores, miles de relaciones empezaron y terminaron ahí, entre ellas, la nuestra. Nos vio reír, nos vio llegar borrachos, nos vio enojados por alguna tontería y finalmente nos vio darnos el beso de despedida.
Rayando lo romántico me siento hoy en la plaza con el deseo de verte pasar, aunque sea a lo lejos, toda enfrascada en tus estudios, como distraída queriendo llegar a sacarte esa ropa que usas para andar en la calle y ponerte cómoda, descalza sobre el piso calefaccionado de tu apartamento.
No te veo pasar, debe ser la hora que frecuento la plaza, o mi energía que no me permite encontrarnos o quizás obra del destino. Ay destino, porque tanto desatino me aguarda tal espera. ¿Que alegria traerá la primavera?
Siempre y cuando no te vea de la mano de aquel facha con el que hablabas y decías que nunca iba a pasar nada, que solo era un amigo con el que te llevabas muy bien y que además era muy quedado. Verte bajo tales circunstancias me llevaría a pensar mis actitudes. Si en una de esas te veo con felicidad en el rostro y caminando alegremente, sabré dar media vuelta y perderme entre la gente; pero si en cambio caminas seria y con paso firme, estaré esperando el mensaje que confirme que mi espera está acabando.
Perderme entre la gente y olvidarme, no está en los planes de mi tiempo libre. Mi hobby hace tiempo es el mismo, cuando doy por finalizado el día de actividad, me siento a esperar verte pasar. Desde que llegué de Nueva Zelanda no hago otra cosa. Una labor dolorosa pero encantadora, silenciosa y atormentadora.
Ya me pensé y no estoy loco, capaz un poco, obsesionado o enamorado, pero no listo para darme por vencido. Si en tu casa aún me nombran, recordando qué bueno fui, no quiero otra cosa que verte feliz. Y el tiempo pasa para todos, quizás ni me recuerdes, quizás este papel nunca lo leas, quizás me muero sin que te enteres y quizás, solamente quizás ahí el amor reencarne en tu vientre para que le puedas enseñar a vivir.
No soy dueño de absolutamente nada más que de mis hechos y mis sabidurías dadas por maestros que llenan páginas de libros. Ahí aprendí a vivir, a ser responsable por lo que hago, a ver el mundo con otros ojos que no son los míos; viajé a lugares desconocidos para gran parte de la población, donde pasan cosas increíbles y aprendí a creer que todo tiene su lugar y su tiempo. En Macondo un Coronel me enseñó a disparar y otro a tener piedad. Por Paris me senté a tomar un café al lado de Horacio y Lucia, con lo que escuché aprendí de amor. Luego dio la casualidad que volvimos juntos con Horacio en el mismo barco a Montevideo. Desde ese día vengo a cada rato a esperar verte pasar.
(Foto sacada de Google)
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