¿Qué sucedería si un día te levantaras de la cama, ese colchón que es motivo de buenos sueños, pesadillas, lágrimas o romanticismo… Y de repente todo en lo que creías, en lo que “sabes” en lo que piensas, acaba por no ser de esa manera?

Ejemplos hay miles, un creyente sin su Dios, la ciencia sin argumentos, sin pruebas, donde no hay una evolución, si no que todo es un sistema elaborado planificado, que si vemos más allá de la bastedad del universo, solo encontraremos otras civilizaciones más avanzadas, capaces de controlar galaxias, universos?

Mejor aún, si las legislaciones de todos los países se desdibujaran, si desaparecieran todas las garantías y derechos ¿Qué serían de los principios, de los valores? Una cantidad considerable de personas profesan religiones, por temor a la muerte, porque no cabe en su cabeza, es agonizante al idea de que ese sea el punto y final y no un punto y aparte, que tal vez se acabe todo, y basan su humanidad y filosofía en hacer el bien solo por el simple hecho de cumplir, “Si hago el bien, entraré al cielo” es básicamente que cada individuo perdiera su pilar que le hace ser quien es en la sociedad y como unidad.

Nos hemos preguntado ¿Qué sería eso que sacaría a relucir la peor parte de nosotros? Esa parte que nadie conoce y por mucho que digamos “Yo soy así, me enojo, me enfado, peleo…” realmente nadie, ni nosotros conocemos realmente sobre nuestro “Otro yo” Los seres humanos somos seres esplendidos e impredecibles, pero ¿Hasta qué punto dejaríamos de ser nosotros mismos? Hay una brecha mínima en nuestros principios de ser y no ser...

. . .