Quinto partido, ¿un sueño o una pesadilla?

En México, el futbol es el deporte nacional por excelencia. Según un estudio realizado por la Universidad de Harvard, el 90% de la población mexicana se considera pambolera, es decir; les gusta el futbol. Otro estudio realizado por la mismísima NASA, nos dice que, 9 de cada 10 mexicanos practican este emocionante deporte.

Después de observar los resultados de estos confiables estudios, podemos examinar la ilusión de los mexicanos, cuando la selección mexicana asiste a una copa del mundo.

La ilusión se despierta en cada eliminatoria mundialista. Esa misma ilusión comienza a crecer cuando enfrentamos a nuestros rivales de zona (Concacaf), que no muestran mayor complicación (bueno, un poco). Ya con boleto en mano para asistir al mundial, la ilusión de llegar lo más lejos en el torneo; renace.

Ahora es momento de esperar, quienes serán nuestros rivales de grupo y aprovechamos para encender las veladoras y rezarle a todos los santos que conocemos, para que no nos toque un grupo tan difícil.

La historia de México en Rusia ya la conocemos. México salió avante de la fase de grupos pero, volvimos a caer frente a Brasil en los octavos de final.

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Cada mexicano sueña con ser campeón del mundo desde que somos niños, hasta que crecemos; dormimos con el sueño de ser campeones. Podemos tolerar cualquier sistema de juego o los entrenadores que lleguen al banquillo, con tal de tener el privilegio de escuchar el himno de nuestro país en un mundial. Esa experiencia auditiva es simplemente; inefable.

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El sueño comenzó desde el partido inicial contra Alemania. La selección mexicana demostró ser fuerte en todas sus líneas y con un trabajo de grupo impecable. Su rendimiento estaba por los cielos. El partido siguiente, contra la selección coreana, México siguió mostrando la misma fortaleza y contundencia. En este punto, el sueño comenzaba a tomar forma. Pero, en el tercer partido nos regresaron a nuestra cruda realidad. Tres goles nos metieron los suecos, en ese partido se había perdido todo lo que se había ganado. El trabajo en equipo no funciono y exhibieron nuestras deficiencias.

Al estar conscientes de nuestro rendimiento en esa instancia del torneo, nuestros sueños comenzaron a desvanecerse. Peor aún, al saber que nuestro rival en turno, era nada más y nada menos que el pentacampeón del mundo. Aunque teníamos un pequeño rayo de esperanza, ya que nuestra selección le había ganado en otros torneos oficiales.

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Con ese pequeño rayo de esperanza comenzamos a ver el cuarto partido de la selección mexicana en Rusia. Al transcurrir los minutos, la selección se encontraba perdida en el terreno de juego, no sabían a lo que jugaban, parecía que los fantasmas del quinto partido asustaban a nuestros jugadores. Brasil estaba jugando tranquilo. México jugaba al ritmo de la samba y no al ritmo del mariachi. Brasil imponía las condiciones del juego.

Después de haber transcurrido 45 minutos, Brasil decidió pisar el acelerador y fue ahí cuando encontró el primer gol. Fue el primer gancho al hígado para nosotros, con ese golpe nos tenían contra las cuerdas, parecía que México no tenía capacidad de reacción. Casi al finalizar el encuentro, anotaron el segundo gol y México ya estaba a ras de lona, noqueado; sin fuerzas, sin voluntad y sin deseo, no existía nada que pudiera reanimarlo.

El árbitro tomó su silbato para terminar con el encuentro y de paso, terminar con nuestro sueño mundialista.

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Nuestra realidad futbolística se puso enfrente de nosotros, una vez más. Sería lindo decir: “Jugamos como nunca y perdimos como siempre”, pero nos privaron de esa frase; con su pobre actuación. La ira, la tristeza y la decepción formaban parte de ese paisaje gris. 120 millones de mexicanos compartíamos la misma sensación de frustración.

Nuestra pesadilla había comenzado. Después del resultado, las preguntas llegaron como cada 4 años; ¿por qué México no avanza al quinto partido?, ¿los jugadores que tenemos son muy malos?, ¿es culpa del director técnico?, ¿por qué será tan sexy lucioni?...Y así pueden surgir un sinfín de preguntas.

Mi análisis futbolero de la debacle mundialista, y de acuerdo a mi percepción, los problemas son más de fondo que de forma.

Problemas:

1.- La liga mexicana está llena de extranjeros, algunos de ellos dejan mucho que desear. Por lo tanto, les quitan lugares a mexicanos.

2.- Pocos equipos de primera división, debutan a sus jugadores de fuerzas básicas.

3.- Corrupción para entrar al primer equipo. El talento en México debe ir acompañado de dinero e influencias.

4.-No hay nivel de competencia(a nivel selección) en la región (centro América).

5.-En los partidos amistosos de carácter oficial, no se busca un adversario serio.

6.- Hay muy poca exportación de jugadores mexicanos hacia el extranjero.

7.- Los torneos cortos en la liga local.

8.- No hay un proceso adecuado para la justa mundialista, además de la rotación exagerada de técnicos.

Para cada problema hay una solución. Y mis propuestas son las siguientes:

• La liga local debería bajar la cantidad de extranjeros y obligar a los equipos a debutar a más canteranos.

• Quitar las trabas para ingresar a un equipo. Que el talento sea la única llave para entrar al circuito profesional.

• En los partidos amistosos, la federación debe buscar rivales de mucha jerarquía, preocupándose por la parte deportiva, y no por la parte económica.

• Exportar a más jugadores al viejo continente

• Definir un proyecto a largo plazo.

• Regresar a los torneos largos. Eso hará que los jugadores se muestren sin presiones y se adapten con mayor facilidad a la competencia. Premiar al primer lugar, recompensar la disciplina y la constancia con el campeonato. Aunque eso implique dejar a un lado el negocio, para darle la bienvenida a lo futbolístico.

Vamos esperar otros cuatro años para ver a México en el mundial. Pero vamos a verlo dejando a un lado la fe y el azar. No digo que con mis alternativas, México vaya a ganar el mundial, pero cabe la posibilidad de llegar un poco más lejos.

Veamos a la selección mexicana, no como el conjunto de los mejores futbolistas del país, sino, como el resultado de todo un sistema de trabajo deportivo.

Ojalá nuestras pesadillas se conviertan algún día; en dulces sueños… A dormir.

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