Hipergrifo el taxista y su leal can Cannabis (13)
Insólitas aventuras de un dúo psicoactivo
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Nunca había estado en una función de lucha libre lo comprobé apenas entrando a la arena. El júbilo y la efervescencia reverberaban entre el fétido olor a rancio recién lavado. La algarabía y el estruendo sin mesura me contagiaron al grado de que al llegar a la puerta del vestidor corría gritando y con los puños en alto. Una vez adentro un denso silencio permeó el ambiente. Cannabis hizo migas con los masajistas que trabajaban en Monstruo y Escorpión, les sorprendió con su atingencia para acercar las toallas. Yo estaba contrariado. El callado vacío del vestidor hacía la inversa de caja de resonancia en el centro del jolgorio. Me pregunté qué estaba haciendo ahí en ese momento, íntimo, sagrado. Al no encontrar una respuesta valedera estuve por llamar a Cannabis para retirarnos. Dragón tocó mi hombro.
-No hay poder mayor que el que yace en la bondad, en el amor. Ni miedo más grave que el que anida el odio y la ignorancia. Ten fe en que el bien prevalecerá y no temas por mi vida que esta noche no he de morir, pero si algo sale mal lleva mi cadáver al aeropuerto. ¿De acuerdo?
-¿Algo más que pueda hacer por usted?- pregunté a su vez.
-Apóyame con todos tus sentidos. Corea mi nombre y reza por que en el momento indicado responda con agilidad y lucidez al ataque alevoso que intente acabar con mi existencia. Sólo eso-. Yo asentí y Dragón se apartó para recibir su masaje. Monstruo me pasó unas toallas, y una cubeta donde eché a Cannabis.
Apenas salimos a los pasillos y la arena rugió. Dragón tenía detractores aun entre los técnicos. Los otros dos eran poco menos que adorados. Con nuestra salida se completó el cartel. La contraparte ya les esperaba apersonada en su esquina. Al ver a sus enemigos fieros buscaron el encontronazo. Casi llegaba al cuadrilátero cuando un luchador me asestó un cate en el cuello y me mandó al suelo. Advertidos Dragón, Monstruo y Escorpión repelieron el ataque con puras fintas, echando el cuerpo por delante. Los rudos se replegaron a su esquina y los técnicos subieron al encordado. Yo quedé tendido en el suelo entre un mar de piernas. Cannabis, que no había sido cogido por sorpresa, saltó de la cubeta tirándose una maroma doble para caer en el regazo de una señora gorda, y luego se refugió bajo una butaca. Disuelta la confusión se acercó a mí un tipo risueño que ayudó a incorporarme. Con la cabeza hizo la seña. Le seguí hasta una butaca en la cuarta fila en la hilera del pasillo.
-Mete el perro al bote y tápalo con la toalla, para que no lo vean-, me dijo y se retiró.
En el centro del ring el réferi pasaba revista a los luchadores al tiempo que el anunciador micrófono en mano hacía la presentación.
-¡Lucharán a dos de tres caídas, sin límite de tiempo! ¡Por la supremacía absoluta de los bandos en la lucha libre pelearán esta noche!.. ¡En esta esquina, representando a la legión del mal! Un ciudadano del mundo, malévolo y entregado a los vicios, todo un atleta de la perversión y la sevicia; el mismísimo… ¡Satanás! Le acompaña un ser ruin y desquiciado, de convicciones criminales y naturaleza despiadada, el súper poderoso... ¡Capitalista Salvaje!-, la arena rugió en cada mención, Satanás tenía más adeptos de los que cabría imaginar. -Completa y comanda la legión, un ser frío de conductas insospechadas y sanguinaria crueldad; una mente superior decantada por la senda del mal y la destrucción... ¡Psiquis X!
El del micrófono abrió un espacio para que el público descargase sus emociones. Volvió al tema.
-En la otra esquina, por el bando científico defenderán los blasones de la legión del bien; un par de luchadores que es preciso nombrarlos juntos, aunque cada uno sea leyenda por méritos propios. Espejo y reflejo, más que un par, son un sólo equipo. Un dueto que ha conquistado los encordados mundiales. Paladines incansables, feroces defensores del bien y la justicia. Orgullo de la nación y sin comparación en todo el mundo, del sabio desierto de Sonora… ¡Monstruo de Gila! Y de benditas tierras... ¡Escorpión de Campeche! Encabeza la tercia un auténtico guerrero prácticamente invencible, dispuesto a dar la vida por una causa y con una misión por cumplir. Ha dejado su prematuro retiro para encarar este importante compromiso; el único, el más grande campeón mundial de los pesados..... ¡Dragón de Komodo!-. Una vez más la arena entera rugió entre manifestaciones de adoración y repudio. El griterío cesó en un descanso generalizado. Se escuchó entonces el golpe seco del martillo en la campana.
Mientras los luchadores presentaban los escarceos iniciales, concentré mis percepciones con el afán de comprender la real trascendencia del suceso. La energía que resonaba dentro del inmueble se tornaba envolvente, obligaba a ser parte de la pasión colectiva donde con facilidad se decretan filias y fobias. Como Dragón me había pedido, mi apoyo se decantaba para su causa, en consonancia con la gran mayoría de los ahí presentes.
El primer episodio comenzó candente. Dragón se plantó al centro del encordado a lanzar por la boca llamas que despedían un olor a carnitas. Los rudos estaban contenidos y los ataques del par de “gemelos” poco a poco prosperaban. La gente estaba contenta. Psiquis al ver que perdería la caída secreteó con Satanás para enseguida maniobrar de forma increíble. Bajó del ring y le arrebató a un vendedor dos vasos familiares de cerveza. Tomó vuelo y subió de un brinco, Satanás le recibió y le puso de modo la segunda cuerda, de donde le impulsó para mandarlo a volar por encima de la tercera, la maroma terminó al ensartar los desechables en la cabeza de Dragón bañándole de cerveza. La pirotecnia del gigantón se apagó y pareció embotarse en una repentina embriaguez. Los rudos repartían castigo al caído al tiempo que anulaban dos a uno a sus contrincantes. El réferi hacía gala de ineptitud y a veces de franco favoritismo. Al finalizar el round los tres luchadores técnicos se encontraban dispersos en distintos puntos de la arena. Tirados en el suelo, alguno bajo las butacas. Habían perdido la primera caída. El bando rudo tenía numerosos seguidores que complacidos con lo mostrado se burlaban a gritos de sus vecinos, haciendo escarnio de la lamentable situación de los luchadores.
La mayoría necia a reconocer lo evidente, renegaba de la realidad en el afán irracional de hacer valer su causa a toda costa. La barbarie instintiva se veía alimentada en el fondo por una pequeña esperanza. Esa era la gran diferencia entre rudos y técnicos. Experimenté el bello deseo de la gente de correr descalza tras los sanos objetivos. Cannabis comenta que ese fue mi error, que no hubo ninguna misión. Debí seguir disfrutando como todo el mundo de la función. No concibe que yo no me hubiese percatado que también el público actuaba, que la representación no la hacían sólo los luchadores. Desde luego no estoy de acuerdo, pues precisamente en el ente colectivo fue que percibí de forma nítida la transparencia en el ánimo. Una ingenuidad que no debía quedarse truncada por el bien de la propia inocencia. Los buenos debían ganar. Sonó la campana, continuó la segunda caída.
Ambos bandos se agruparon en sus esquinas. Dragón entró al ring a retar al capitán de sus oponentes que se negó a hacerle frente. Aprovechó para inhalar profundo y concentrar sus energías. Parecía regurgitar cuando salió de su boca de nuevo una flama con olor a puerco frito. El dominio duró poco. El luchador enfundado en un payaso con motivos de barras y estrellas le plantó frente tolerando las llamas. Se acercó lo suficiente para con total descaro propinarle un faul que le mandó a la lona. Psiquis y Satanás brincaron al centro del cuadrilátero para tundir a Dragón. El réferi se encontraba envuelto en una polémica con técnicos y público en general. Con mimos exagerados se excusaba de haber visto la infracción en virtud de las llamas. En delante los técnicos no pudieron levantarla. Por la mitad del episodio el grueso de los asistentes silbaba y maldecía angustiado a los científicos. Monstruo y Escorpión eran tratados como muñecos de trapo. Los lanzaban de la tercera cuerda para recogerlos en el suelo, subirlos y volverlos a lanzar. Dragón en el centro del cuadrilátero no hacía más que recibir castigo alternado. El réferi intentaba moderar pero estaba lejos de controlar los eventos. Cuando parecía decidirse el final, un golpe de suerte favoreció a Monstruo. Satanás le traía entre manotazo y patada recorriendo el rededor del cuadrilátero. Por descuido el luchador rudo le propinó un fuerte pisotón a una mujer que gritó de dolor. Muy apenado le ofreció sentidas disculpas. La señora no las admitió. Se quitó el zapato para mostrarle la herida, no muy grave, y con él le tundió en la cabeza en varias ocasiones. Monstruo aprovechó para atacar a su rival y reducirlo e ir en apoyo de su pareja. Unos paramédicos se llevaron a la mujer fajada en una camilla.
Los técnicos cobraron brío. Monstruo aligeró la carga de Escorpión, entre ambos anularon a Psiquis X. Dragón a su vez salió del letargo para mostrar un poco más que fuego al someter a los dos rudos a un tiempo. Trepó por una esquina, se irguió en lo alto del poste para lanzar un rugido, otra llamarada y luego proyectarse de espaldas al centro del ring, sobre el capitán enemigo. Monstruo y Escorpión a su vez volaron para caer sobre los otros dos rudos. Las rechiflas de segundos antes volvían a ser profesiones de adhesión intensa y cariño. El réferi contó las espaldas planas de Psiquis decretando que quedaba fuera de combate.
Al iniciar el tercer round para mí todo era incertidumbre. La rápida voltereta no me tenía convencido. Recapacité, entendí que mis percepciones eran más útiles a nivel particular que fundidas con las de los demás. En ese momento individualicé en extremo mis emociones y con sabia ecuanimidad observé los hechos.
Satanás brincó al centro afrentando a sus antagonistas. Monstruo aceptó el duelo. Equilibrado hasta que Capitalista entró en acción, en un ilegal dos a uno. Dragón empujó a Escorpión pero él se resistió a salir, exigió a su capitán que comandara la acción. Psiquis se agregó para golpear también a Monstruo. Escorpión no pudo tolerar más y acudió al apoyo de su compañero. Satanás le recibió para apaciguarle con un candado, mientras Capitalista le aplicaba una rana a Monstruo. Psiquis X se divertía repartiendo patadas a los sometidos. El público desesperado le exigió a Dragón su pronta intervención. Él con calma y precaución subió a la tercera cuerda. Saltó en una maroma para caer de pie. El cuadrilátero tembló. Dragón lanzó otra llamarada.
Psiquis controló la situación. Acechó al técnico rondándolo para evitar las llamas. En un pase de manos francés le picó los ojos. Satanás y Capitalista hicieron gala de coordinación y sometieron al enceguecido peso pesado. Monstruo volvió a su esquina maltrecho. Escorpión quedó envuelto junto con Dragón en el vendaval rudo. En definitiva di por perdida la causa. Estaba decepcionado. Cannabis por el contrario se veía contento. Casi se salió de la cubeta cuando las acciones se acercaron a nosotros. Psiquis sacó a Escorpión fuera del ring para lanzarse sobre él desde la tercera cuerda. Como resultado del encontronazo rodaron a pocos pasos de nosotros, ambos maltrechos. Dragón aprovechó la oportunidad y atacó a Psiquis. A su vez Satanás y Capitalista se fueron directo a castigar a Monstruo. La pelea pareció equilibrarse, entonces Escorpión reclamó a Dragón que atacara con saña a Psiquis, cuando debía aliviar el castigo de Monstruo, que aún recibía. Dragón no hizo caso de su compañero y siguió tundiendo al capitán rudo. Escorpión molesto propinó un golpe a su correligionario. Satanás se unió a Escorpión y le incitó entre carcajadas a continuar. Entre los dos atacaron a Dragón. Capitalista se unió a la gresca.
Como Dragón lo había predicho la traición se había cernido. Ahora Escorpión le golpeaba mientras Satanás y Salvaje le aplicaban la doble Nelson entre los dos. La confusión tenía al público divertido pero no le permitía captar lo que en realidad sucedía. Por el contrario, para mí fue evidente el brillo en la mirada de Escorpión, el destello azul en su dentadura. Tuve la momentánea visión de que el reptil que anidaba el alma del luchador estaba determinado a inocular su veneno en Dragón. Con un extraño movimiento del cuello su boca se abrió extensa y justo cuando su feroz mordida se perfilaba sobre la frente de Dragón, le propiné tremendo cubetazo en la cabeza. Cannabis salió volando para caer a un lado de Psiquis X. Escorpión me miró extrañado. Se repuso del golpe y se me vino encima a patadas. Dragón se liberó de sus oponentes y se armó un todos contra todos, al que se incorporaron Psiquis X y Escorpión.
Psiquis quiso golpear a Escorpión pero Satanás no se lo permitió. Dragón sí lo tundió. Monstruo trató de evitarlo mientras recibía las agresiones de Capitalista. Busqué a Cannabis y le encontré en el centro de una disputa entre Satanás y Pisquis X. Uno lo quería partir en dos desde el hocico, el otro se lo impedía. Cannabis me solicitó auxilio, acudí presto y pateé duro en una espinilla a Satanás. No fue su noche con el público. Soltó al perro y se arrojó renco sobre mí. Psiquis se interpuso en el camino, le vio realmente molesto. De un empellón dejó a Satanás doblado entre las butacas. Busqué de nuevo a Cannabis sin encontrarle, supuse que estaría a salvo. La melé entre los luchadores se fue desplazando. Yo quedé en el pasillo medio aturdido por los golpes. Llegaron cuatro policías, sin resistencia de mi parte me esposaron.
-¿Y luego, qué pasó amigo?- preguntó uno de los policía que me encaminaron a la salida. Me sacaron rápido por el pasillo directo a un cuarto a un lado de las taquillas. Ahí había tres policías más con los que me dejaron. Uno de ellos me cacheó para después pedir que me sentara en una silla, a un lado de la televisión.
-¿Usted también es luchador?- me preguntó burlón un policía. La transmisión volvió de los anuncios comerciales. Estaban viendo la función de lucha libre. "Grandioso, inesperado, Psiquis X pelea contra sus mismos compañeros, y Dragón ya no quiere hacer mancuerna con Escorpión. Monstruo no sabe contra quién pelear".
-Soy el taxista de Dragón-, le contesté. "Sí señor, esta noche ha sido de sorpresas. Sólo porque lo veo lo puedo creer. Monstruo y Escorpión enfrentados mano a mano".
-¿Y él te dijo que le pegaras al otro con la cubeta?- me preguntó y volteó para con sus compañeros. Uno de ellos hizo la típica señal del dedo en la sien. "Tremendo equipo han armado. Capitalista está por tirar la toalla ¡qué manera de soportar castigo!".
-Ya se los chingaron- dijo contento el policía, se levantó y se volvió para conmigo.
-Debe haber un error. Vengo con Dragón. Espérese a que acabe la pelea y pregúntenle-, le dije al policía: "Psiquis X ha dejado fuera de combate a Satanás. Al réferi no le queda más que declarar la victoria de los técnicos. Escorpión se niega a reconocerlo".
-Ahorita le vamos a preguntar a ver si es cierto-, me comentó sin despegar la vista de la televisión. De reojo pude ver cómo Psiquis y Dragón se daban por vencedores. Monstruo tenía el micrófono en la mano, se refería a Escorpión. "Desde este momento estás decidiendo tu destino. Sabes que los hombres como nosotros tenemos un pacto y no lo podemos romper. Decidiste cambiar, muy tú, pero toma mucho en cuenta que todos los caminos de tu decisión te llevarán a enfrentarte conmigo, entonces vas a saber que lo que hiciste fue el peor error de tu vida. Nos encontraremos".
-Llévalo, ándale-, apresuró uno de los policías.
-Ya voy-, contestó enfadado.
Monstruo, Psiquis X y Dragón se levantaban entre sí las manos en señal de victoria. Psiquis tomó el micrófono, agradeció al público y se comprometió a llevar su nueva filiación con decencia, decoro y dignidad. Los aficionados recibieron de buena gana su conversión. "¡Qué gran luchador gana el bando de los técnicos! Es lo mejor que pudo haber hecho con su carrera este muchacho...". El policía me tomó de la presilla trasera del pantalón y me levantó de la silla.
-¿Le va a preguntar a Dragón?
-Sí, pero necesito llevarte primero a la base-, me dijo. "Gran función pero… ¿Ganaron los técnicos o ganaron los rudos? El réferi debería ser específico al respecto...". Salimos por la entrada principal, seguía esposado. Cruzamos la calle. A un lado de un puesto de tacos estaba una camioneta de la policía cargada de infractores.
-Súbete- ordenó el guardia.
-¿Le van a preguntar a Dragón?-, insistí ingenuo.
-Sí, pero primero súbete-, obedecí. Me hicieron un hueco los que se hallaban arriba. El encargado de la camioneta cenaba tacos a unos metros.
-¿Y ese?-, preguntó con curiosidad.
-Otro fanático. No le vayas a soltar porque ya ves que se regresan-, le recordó.
-Sí, ya sé-, dijo con molestia. El guardia que me había llevado se retiró de inmediato urgido por volver a la televisión. El policía chofer terminó de cenar y subió a la camioneta. Coincidió con que las personas empezaban a abandonar la arena. Antes de alejarnos pude percibir que el grueso del público salía satisfecho, yo también lo estaba. La camioneta siguió la de Medrano unas veinte cuadras, ahí paramos. El policía bajó de la cabina, vino para con nosotros. Señaló a tres.
-¿Cuánto traen?- preguntó. Les quitó las esposas para que pudieran darle el dinero. Les dejó ir después de advertirles que no los quería volver a ver, al menos esa noche. Se volteó para con los demás y nos dijo:
-Ustedes ya se chingaron.
Arrancó directo, ahora sí, rumbo a barandilla. Nos ingresaron por la parte de atrás.
Cannabis estaba ahí, hacía guardia en el portón por donde ingresamos al estacionamiento. Mientras lo cerraban alcancé a echar un vistazo a Cannabis. Él también me vio. Pobre, parecía un perro callejero. Pensé fuerte para que me escuchara: "Ándate tranquilo y no hagas tonterías, salgo mañana".
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