Hipergrifo el taxista y su leal can Cannabis (11)

in #cervantes6 years ago (edited)

 

Insólitas aventuras de un dúo psicoactivo

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La zona metropolitana comenzaba en la Glorieta del Álamo, pregunté al flaco la dirección a dónde los llevaría.

-Llévanos a comer tortas ahogadas-, atajó la pregunta Dragón sin interpelación alguna de sus compañeros. Ya tenía el mando. Recordé varios lugares. Busqué el más cercano pero todos los caminos me llevaron a la zona de Mexicaltzingo.

-Estaciónate ahí- señaló Dragón, cerca de un anciano ciclista. -No te marches. Volveremos enseguida, deja correr el taxímetro- dijo, bajó para encaminarse rumbo al ciclista. Escorpión y Monstruo le siguieron. El viejo cargaba en la bicicleta con un cajón metálico, desde donde organizaba las tortas. En él traía todo lo necesario; un par de botes de salsa, carnitas de puerco y birotes salados. Recién comenzaba su cotidiano rondín, llevaba el almuerzo por los talleres y refaccionarias de la zona. El tortero les recibió con amables ademanes que contrastaban con el afilado cuchillo cebollero que blandía en la derecha, negro de cebo. Tuve tiempo de observarles con detenimiento mientras pedían sus tortas.

Mi primera sensación al avocarme a descifrar a mis pasajeros fue de repudio, la naturaleza del trio me causó indisposición. No sabía quién era Monstruo y quién Escorpión pero ninguno de los dos tenía aspecto de atleta. El bajito y regordete carecía de cuello, sus hombros arqueados terminaban en unos dedos flacos y sus brazos rechonchos hacían juego al arco de sus piernas. El otro, también de piernas combadas, parecía tener cuello de más debido a sus hombros muy caídos; de piernas largas y brazos cortos, su delgado talle hacía una pequeña joroba donde debía comenzar la espalda. Dragón tampoco tenía un cuerpo atlético, más bien era un fenómeno. Concentré mis percepciones en tratar de distinguir por sus máscaras a los luchadores, que si bien no eran idénticas pasaban por ser iguales. Ambas de fondo negro y bordadas de escamas que con la luz variaban de tonalidad. Concentré mi vista en las escamas de la capucha del flaco y pude atrapar un reflejo, un breve haz que proyectó en mi mente alegres imágenes de palmeras, mar y arena. Por el contrario las escamas de la del gordo reflejaban una pequeña vena de vida entre la esterilidad, un rio en medio del desierto. Encontré entonces, a raíz de mis observaciones, la evidencia de que ambos estaban hermanados por su sangre fría y una singular letalidad que a su vez los emparentaba con mi enemigo natural, la serpiente. Supuse fundados los temores de Dragón. Concentré en él mi atención, la sorpresa fue mayúscula. Su capacidad destructiva resultaba muy superior a la de sus compañeros. Mientras le observaba devorar feroz su torta ahogada, me volvía a la mente su implicación en la muerte de su único vencedor. Sus dedos rojos de salsa arremolinaban los pedazos de carne y birote aguado para llevar el bocado a sus labios henchidos de sangre, irritados. Trataba de entender la naturaleza de su letalidad cuando mis observaciones se desviaron a Monstruo y Escorpión. Estaban llorando. Mientras uno se desplazaba errático manoteando; el otro se recargaba en la pared, parecía estar a punto de perder el equilibrio. Bajé del carro, a los metros supe que no requerían auxilio. Estaban enchilados.

-Son fuereños, pidieron sus tortas ahogadas- dijo sonriente el ciclista, para enseguida añadir preocupado, -pero mira a este, lleva ocho-, con la cabeza señaló a Dragón. Los luchadores de forma paulatina pudieron controlar la irritación bárbara provocada por la torta.

-Deme una media-, le pedí mientras veía a Monstruo y Escorpión sufrir la pena.

-Sólo los fuereños y los machos las piden ahogadas, y hasta los muy machos lloran. Pero este señor no, no puedo creerlo-, comentó mientras me preparaba mi torta. Con el mismo cuchillo partió el pan y la carne para después llenar el bollo.

-¿Ahogada o media?- me preguntó, a pesar de que ya antes le había dicho.

-Media-. Enseguida inundó la torta entera en el bote de salsa para después remojar sólo la mitad en el bote del picante. Cuando la terminé me punzaban los labios y estaba sudando, pronto pasaría el efecto. La torta del viejo resultó excelente. Para entonces Dragón iba por la decimotercera. La escena se repetía como bucle interminable.

-Otra, por favor.

-¿Ahogada o media?- preguntaba el tortero.

-Ahogada.

El tortero preparaba el bollo y lo sumergía por completo exclusivamente en el bote de la salsa picante. Dragón recibía la torta siempre con entusiasmo, como si cada una fuese la primera. El anciano tortero acrecentaba sus preocupaciones de torta en torta y el luchador no dejaba de pedir. En un momento preparó tres tortas, las dejó a un lado del comensal y se retiró unos metros a fumar un cigarro. Le vi reflexivo. No le sorprendían tanto las cantidades que Dragón ingería como la insensibilidad del cliente ante su salsa picante. Pareció haber resuelto el intríngulis y regresó dejando atrás cualquier asomo de perplejidad o asombro. Resignado, su semblante admitía que sus tortas habían sido derrotadas.

-Hay en el cosmos una interconexión íntima en todas las manifestaciones de su energía-, comenzó una extraña perorata Dragón, -hay un principio y un fin en el mismo punto, el punto generador, único por infinito. Venimos de él y al él vamos. En este devenir nos ubicamos en algún tiempo y lugar y nos manifestamos según los designios del orden cósmico, sabio, imperecedero. En verdad os digo, que quien pueda establecer cualquier contacto con el origen generador experimentará la materia pura de la que está hecha esta ilusión, este periplo sin principio ni fin que es la conciencia. Para quienes hemos establecido contacto, la muerte ya no es preocupación. Durante mi largo viaje por medio mundo me induje en un trance hipnótico en busca de respuestas. Obtuve sorprendentes revelaciones que la infinita gracia abundó en mí. Una que deben saber: Esta noche uno de ustedes me va a traicionar- soltó con naturalidad. Monstruo y Escorpión se mostraron desconcertados. Se retiraron unos pasos para secretear, volvieron molestos y afirmaron a dúo:

-¡Eso es imposible!

-Créanme cuando les digo que estas tortas ya las conocía. También me fueron reveladas. Estoy retirado, si vuelvo, y por única ocasión, es porque la noche de hoy seré artífice e instrumento de la gloria de proscribir en definitiva el mal de las arenas de lucha libre. Esta es una misión, para mí la última. Realicen bien sus rutinas y no cometan errores, los laureles serán para ustedes que quedarán en activo. Les lloverán propuestas.

-No creo que sea tan fácil- retobó el gordito.

-No lo será- coincidió Dragón. Entregó el plato por última vez y pidió la cuenta. Después de cobrar el tortero se dirigió a Dragón, con la intención de confirmar sus suposiciones.

-¿Oiga amigo, será que es usted…?- no terminó la pregunta, el luchador, solemne, asintió con la cabeza. –Con qué razón, sólo alguien como usted podría jambarse más de medio bote de chile; entonces, ¿aquellos dos son los auténticos?- sin necesidad de confirmárselo la emoción le embargó, sus ojos brillaron y volvió a sonreír. -¡Pero no se vayan! Cómanse otra, cortesía de la casa-. Monstruo y escorpión se negaron rotundos. Dragón iba a aceptarla cuando el viejo ya le estaba preguntando:

-¿Ahogada o media?

-Ahogada-, contestó Dragón.

Mientras el luchador comía, el anciano tortero se deshizo en halagos y elogios para con sus comensales, les solicitó a cada uno un autógrafo; a Dragón en el plato que había comido. Estampaba una dedicatoria cuando comenzó a derramar algunas lágrimas.

-¿Qué pasa Komodo? ¿Te está haciendo efecto el picante?- preguntó el gordito con sorna.

-No. No, de ninguna manera. Es la humildad de este hombre lo que me conmueve. Con un par de líneas hechas con mi puño y letra es feliz. Somos sus ídolos y no sabe que él mismo, sus tortas, salvarán al mundo de la lucha libre de caer en manos del bando rudo.

-Todos ponen pretextos- dijo el viejo tortero que con disimulo estaba atento a la conversación. -¿Le sirvo una agüita de horchata campeón?

-No es necesario buen hombre- contestó el luchador. 

Nos despedimos del anciano y subimos al taxi. Dragón, ya recompuesto, fijó la siguiente parada.

-Llévanos al gimnasio de la arena Coliseo- ordenó.

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