Soledad y compañia. Crónicas de un estudiante común y corriente.

in #cervantes7 years ago (edited)

Estos sucesos me ocurrieron a finales del 2017

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Comencé un hermoso, común y corriente trimestre, que para un estudiante venezolano, sería el equivalente a un logro o suceso extraordinario,  por tratarse de ser una universidad pública. Pero sin valerme mucho de esta condición (ya que desde mi punto de vista este tema está muy rayado). No me enfocaré en "descargarla", diciendo que mi vida es difícil, ya que, como dijo un buen amigo mío, hace mucho tiempo (antes de que la situación estuviese tan deprimida) 

"Esta es la vida que te tocó, por lo tanto, aprende a vivir con ella" sabias palabras para un bachiller de 2do año. 

Contando un poco del contexto, poco antes de finalizar el año pasado, en la universidad hacemos una especie de "bienvenida", para las nuevas cohortes que se inicializan en la ", la hermosa USB (Al principio, promesa de un futuro prometedor. Al final, un "Qué carajo hice con mi vida"). Esta consiste en una actividad que tiene lugar en el conjunto de auditorios, done se colocan varios stands, uno por cada agrupación cultural, deportiva o estudiantil, con la finalidad de dar a conocer a los nuevos estudiantes, que no tienen que dedicar sus enteras existencias a estudiar, sino también a vivir un poco. 

Ya que pertenecía a dos agrupaciones: Contratexto (grupo de teatro), y Club de porrismo Búhos de Sartenejas (Gracias a dios cambiamos el nombre). Por cuestiones del destino, me tocó cuidar del Stand de teatro, ya que el de porrismo estaba abarrotado. Por otra parte Contratexto, padecía (de no ser por mi), una ausencia total de personal en intervalos de 2 horas. La verdad, no fue mucho esfuerzo, yo quiero mucho a mi agrupación. Pero en plena soledad, veo que, desfilando en una alegre comparsa, se encontraba todos mis compañeros de porrismo. Mientras elevaban, salpicaban dopamina, serotonina y endorfinas por tanta felicidad que rebozaban. Hubo un momento en el que me miraron. Y a modo de broma me decían "Buuuuu, FALSO". Ese día sin exagerar, me dijeron falso como 14 veces. Tampoco es que me molestara, pues yo conocía muy bien a la mayoría, y en Venezuela, el bullying no existe. Su equivalente seria el "Chalequeo", el cual es un convenio tácito donde te estrellan tus defectos o equivocaciones en la cara, y los tienes que recibir con una sonrisa. Pero en general, no lastiman a nadie, ya que, la mayoría de personas está consciente de que no es perfecta. Otra manera de verlo, es que como el "Chalequeo" se practica desde pequeño, es como una especie de iniciación, para ver si eres lo suficientemente "DURO", o MADURO, para entrar a un grupo social.

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En fin, ciertamente no me molesto eso, y hasta me alegré de que vinieran. Pero una vez que se fueron, me quedó un vacio. Un hueco repleto de soledad dentro de mi pecho, el cual invocaba todos mis demonios y experiencias pasadas. 

Recordaba, cuando comencé la universidad, lleno de esperanzas. Las incontables horas de esfuerzo en la biblioteca. Las lágrimas y frustración al no poder pasar las materias. Y sobre todo, la amarga soledad, producto de un régimen de estudio aislado. 

Me veía a mí mismo, en la parada del autobús, mirando envidioso e impotente a los demás grupos. Los cuales contaban sus extraordinarias experiencias, con desbordante satisfacción, que se escurría en sus infinitas risas. 

¿Cuando deje de ser feliz?. (Una pregunta que me hago muy a menudo en épocas de parciales). 

Después de eso, retrocedí aún más en mi colegio, después del clases tenía que permanecer en el trabajo de mi mamá (En la Universidad Nacional Abierta, UNA), por supuesto, estaba muy lejos de mi casa, y era muy pequeño, por lo que el único remedio era esperar desde las 12 hasta las 4 que era el final de turno. Hubo muchas veces donde me abstraía del mundo jugando con la computadora de la oficina, explorando la gran universidad y pensando en el gran vacío de 4 horas libres, perdido en mi soledad. 

Recuerdo que aún más atrás, en la primaria. Al igual que la mayoría de los niños, solía ser muy extrovertido, pero algo sucedió en el camino, que de repente me arrebato toda la confianza, y termine siendo un retraído social. Siempre observando, ansiando la felicidad de los demás, pensando: ¿Cómo termine en este hueco frio y solitario?. 

Volviendo al stand, me encontraba desmoralizado, pero con una sonriente cara falsa y una gran actitud para saludar a los nuevos ingresos. En eso llego un gran amigo mío del teatro, llamado Julio. 

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En pocos minutos estaba otra vez alegré, que facilidad tenia para hacerme reír. Sobretodo bromeábamos actuado que éramos como una especie de vendedores, y promocionando la agrupación como si fuera la cura del cáncer. Fue breve su estadía ya que tenía que ir a clases, y después de un "Rush" de felicidad, como vino se fue. 

Eso me dejo muy pensativo, suelo ser un poco exagerado (Quizás por eso entre al Teatro). Decidí ver el otro lado de la moneda. Comenzando por mi niñez. 

En la UNA había un grupo de niños conformados por los hijos de las madres que también trabajaban ahí, y gracias a eso, viví muchas aventuras, regaños y experiencias. 

En la secundaria, tenía a mi grupo de toda la vida, los cuales mantuve a pesar de estar en secciones diferentes. Y pertenecí a otro grupo el cual recuerdo con mucho cariño. Gracias a ese cambio de sección, termine siendo como una especie de nómada que se alternaba entre mis dos grupos núcleos. El producto de eso, fueron incontables tardes de refrescos, videojuegos, chucherías y reuniones. 

Y en la universidad, a pesar de que mi primer año rozó el concepto de "Suicidio inminente", conocí a grandes personas, que me ayudaron a crecer y disfrutar de esta monótona vida. Sin lugar a dudas, la universidad ha sido hasta ahora una de las mejores experiencias de mi vida. Desde infinitos viajes a la playa, obras de teatro, incansables entrenamientos, borracheras, y por supuesto, pasar tiempo con las personas que quiero tanto. Eso me llena de vida, y ganas de seguir existiendo.  

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Por supuesto odio la soledad, como cualquier otro ser humano (Ya que somos una especie sociable). Y adoró estar en compañía. Aunque irónicamente hay días donde ansió mi soledad y esta no me dan ganas de morir. 

La cuestión de todo esto, es que hay como una cierta medida para el aislamiento y la compañía. Mantener un equilibrio reside en nosotros, y creo que la moraleja final sería, no echarse a morir por una mala experiencia. Ya que la acumulación de buenas y malas vivencias, son las que nos construyen como personas, como individuos.

  

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