¿Lavarme los pies tú a mí?
–«Señor, ¿lavarme los pies tú a mí?»
Jesús le replicó:
–«Lo que yo hago tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde.»
Pedro le dijo:
–«No me lavarás los pies jamás.»
Jesús le contestó:
–«Si no te lavo, no tienes nada que ver conmigo.»
Simón Pedro le dijo:
«Señor, no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza.»
Juan 13, 1-15
Hoy cuando el sacerdote lavaba los pies de los niños que se preparan para la primera comunión en la parroquia a la que asisto, se arrodilló ante cada uno de ellos y vertió agua en sus pies, luego los secó con una toalla, los niños sonreían emocionados, acto seguido reflexionaron sobre lo que sintieron y lo que estarían dispuestos a hacer por su prójimo, desde su visión infantil, reconocieron el acto como un gesto de amor.
Esto me puso muchas cosas en perspectiva, primero que enseñamos con el ejemplo, segundo que lo simbólico de este acto va más allá de una lección de humildad, y tercero que los son capaces de comprender mucho mejor las cosas, sin prejuicios, ni reservas.
A los adultos muchas veces nos da piquiña la palabra servir, no nos sentimos muy cómodos con ella, incluso hay quienes aseguran estar dispuestos al servicio, pero luego cuando ven lo que esto exige, prefieren no comprometerse.
Y es que sí, servir es difícil, es justamente darse, en mayor o menor grado, pero darse. Es reconocer que las cualidades y dones que poseemos no son de forma exclusiva para nosotros, sino que también, por qué no decirlo así, les “pertenecen” a los demás. Servir es la comunión de dos seres imperfectos que, al darse y aceptarse, se compenetran y se enriquecen. Porque todos sin excepción tenemos algo que dar, y todos sin excepción podemos recibir algo de los otros.
Desde el punto de vista bíblico, el lavatorio de los pies es una acción simbólica de la muerte de Jesús, es un gesto de entrega, pero es también una lección de amor al prójimo, de renuncia, desde la generosidad, la bondad y la misericordia, y es un mensaje que nos viene muy bien en esta época que muchos han denominado “fin de mundo”, donde la mayoría no da nada por nada.
Sin duda, vivimos tiempos difíciles, y en nuestro entorno sobran los que necesitan que les “lavemos los pies”, la humanidad está urgida de servicio, de gente que hace su parte, que entrega sin reservas, eso implica también saber aceptar las responsabilidades, trabajar con honradez y aportar a los demás algo nuestro, aunque ello conlleve renuncias. Por eso el sacerdote decía hoy: si asumimos el servicio desde una actitud desinteresada y sin condiciones, y nos ponemos a lavar los pies, estaremos dando la mayor bofetada que se puede dar a tantos esclavos del poder y la ambición.
¿Cuánto estamos dispuestos a dar? ¿Cuántos pies podemos lavar? ¿A qué renunciarías hoy?
Texto y Foto: Guzmar Castillo
Felicitaciones! Sinceramente tiene mucha razón, me encanto de verdad, saluditos.
Para mí debemos aprender a dar y saber dar sin esperar nada a cambio, pues recibir es algo que siempre estamos vivenciando.
El mundo es mejor con cada cosa que hacemos. Ninguna acción individual es pequeña ni tiene una reacción prescindible. Al contrario, puede llegar muy lejos. También dicen que hay que saber a quién ayudar... pero es una reflexión sobre prejuicio o desconocer el poder de la voluntad del otro.
Seguir la doctrina de San Ignacio de Loyola: en todo AMAR y SERVIR..
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