Regalo de cumpleaños
¡Ay, mi Señor, qué llanto! ¡Ay, mi Dios, cuánta alegría! Cómo puedo querer tanto A Anna Valeria, mi niña.
Muy pronto vas a cumplir
Dos años, mi señorita;
Dos años ya junto a mí,
Hijita mía, bendita.
Sé que soy un amargado
Que dedica todo el tiempo
A las muchas tonterías
Que hacemos los hombres serios,
Trabajar, ir a mercado,
Leer los informes del día,
Llevar al mecánico el auto,
Reposar tras las comidas,
Revisar redes sociales
Para hablar con la familia.
Los viernes, tomar un trago
O comer una parrilla,
En las noches mirar tiendas
Anhelando maravillas,
Para ofrendar manos y alma
A nuestros dioses de arcilla.
Siempre buscando una excusa
Para quejarme del tiempo,
Y suplicar que no llores,
Que no dañes el silencio
Cuando escucho las reseñas
Que escupen los noticieros;
Y exigir que no me empujes
Que no me brinques encima,
Que no me arranques el pelo
Ni me quiebres las costillas;
Siendo un pobre y triste hombre
Que blande un regaño eterno,
Cuando debería estar
Cubriéndote con cien mil besos
Y mi más profundo amar.
Cómo rogarte perdón
Por haberme alejado
De tu lado,
Con mi duro corazón
A lo largo de dos años,
Y perder tantos instantes
Que eran tuyos,
En estas cosas banales
Terrenales,
Liviandades de las prisas,
Cuando he debido extraviarme
En la luz de tu sonrisa.
Con qué excusa te suplico
Que me perdones, mi niña,
Por el tiempo que se ha ido
En mis luchas de rutina
Sin bailar entre tus brazos,
Sin mirar tus comiquitas,
Sin empujarte en tu carro
O leerte historias lindas,
Y enseñarte las palabras
Que más valen en la vida:
“Te quiero, te amo, te adoro,
Cielo mío, alma mía,
Mi tesoro,
Niña que pueblas mis sueños
Y mi corazón pequeño
Con tus ojitos de oro,
Tu cabello de caricias,
Y la canción de tu risa”.
Cuando recuerdo tus ojos
Y tus discursos de ángel,
Ese saber embriagarme
Con el calor de un abrazo
De tus diminutos brazos,
Siento en el cuerpo una herida
De salvaje latigazo
Y de profunda mordida,
Pues repaso estos dos años
En los que has cambiado tanto,
Y yo, con mis ojos ciegos,
Apenas desde lo lejos
Como modesto reflejo
Si te he estado acompañando.
Y se me destroza el pecho
Cuando pienso en lo veloz
Que se va pasando el tiempo,
En que tú ya estás creciendo,
En que yo me pongo viejo
Y cuando menos lo espere
Acabaré frío y muerto;
En que los bellos momentos
Se nos marchan para siempre,
Y aunque mucho lo deseemos
Ya no vuelven;
Que no tornarás a ser
La niña que eres ahora,
Tan clara, como una aurora,
Mi brillante amanecer
Que nada sabe del mundo
Y sus senderos oscuros,
Sin máculas en el alma,
Toda luz, toda esperanza,
Toda canción de alabanza
A lo más radiante y puro.
Se me rompe el corazón
Al pensar que todo pasa,
Que un día te irás de casa
Para hacerte una gran dama
De sentimientos profundos,
Y de tu vientre fecundo
Nacerá una hija sana,
Espejito de la aurora,
Que cuando llegue su hora
También volará del nido
A tener sus propios hijos,
Y luchar por su razón,
Transitando así el camino
Que le depare el destino
Y los juegos del amor.
Se nos marcha de las manos
El tiempo, y mi despecho
Por saber que estás creciendo
Me está perforando el pecho,
Porque pienso en los instantes
Que no cumplí como padre
Por ser un mal comediante
En este amargo teatro,
Y ahora, que abro los ojos
Descubro que no hay tesoro
Más valioso y estimado
Que estar contigo, admirado,
Mirándote florecer
Y bendecir la miel
Con que Dios te ha coronado.
Apenas tienes dos años,
Angelita, bella gema,
Aún no puedes leer
Las líneas de este poema,
Pero crecerás muy pronto,
Y así podrás comprender
Que este hombre pobre y tonto,
Rudimentario y sin fe,
No dejó pasar un día
Sin alabarte abismado,
Y que a pesar de no estar
Cada segundo a tu lado
Te ha querido como nadie,
Como nadie te ha adorado.