En los momentos de oprobio buscamos dopamina efímera, ahí es cuando huyo a tus recuerdos.

Mis brazos siguen cruzados, cerrados como un cerrojo arraigado al oxido, el tiempo avanza con violencia y mi norte se evapora en el ocaso, mientras nos mutilamos de sentimientos con palabras que solo secundan silencio, solo generan espacios... ampliando nuestro corazón, pero al fin y al cabo son espacios vacíos.

Tú sigues sentada, esperando que me tropiece para señalarme... aunque no me dijiste lo que supones que sé, para ti es mejor vivir con la duda sin saber si lo sé realmente. puede parecer tan lógico, tan tácito, tan simple que tomar el riesgo de descubrir lo que ya entiendes como cierto representa un gran riesgo, lo conocido en este caso genera más temor que lo incierto, es mejor morir con la duda a darme la razón.

Tu renuencia arrugó más mi alma con cada insistencia, y entonces me pregunté ¿qué hay de mí? y dejé de escuchar a quienes no escuchan... pero ¿cómo borrarte de mi mente si no te borro del tiempo? ¿cómo alejarte si no te has ido del todo? siempre dejas la estela ardiente de la braza sofocante que un día llamé amor con tanto desdén.

Pero este calor es tan tenue que se sienten más los contactos al frío del desgastado metal de la hojilla de tus hilarantes insultos que las caricias que me dejaste alguna vez. Ahora solo sirven de guía para desangrar la poca empatia que aún yace en mí.