La hechicera y sus cuatro gatitos

Parte IV, La Hechicera no sabe que sentir

Un mes antes de que llegara el nuevo acompañante, la hechicera, soñaba que caminaba por un cementerio, todo se oscurecía, sombras grandes empezaban a cerrarse sobre ella, escuchaba unas botas que pisaban hojas secas, intentaba correr y no podía moverse, las botas se escuchaban cada vez más y más cerca, la silueta de un hombre ya se percibe entre los árboles, él sigue caminando hacia ella, ella siente que el mundo se congela y ese hombre poco a poco aspira su alma, ahoga un grito, como puede empieza a moverse, camina, va cada vez más rápido, llega al punto de correr, cae en el hueco que estaba preparado para una tumba, el hombre llega a esta ella y la tierra comienza a moverse la están enterrando viva, ella araña la tierra pero no puede salir, grita, pero nadie la escucha, se muere y a nadie le importa.

El gato cuando no estaba durmiendo estaba acosando a la joven para que jugara con él, necesitaba un nivel de atención que ahogaba a la pobre chica, un alma de oso le repetía ella, cada vez que estaba molesta, casi a gritos le decía posesivo y dormilón que mala combinación; sin embargo, estas incomodidades pasaban a segundo plano cuando al dormir junto al animal ya no tenía ese sueño espantoso.

El gato oso, a pesar de sus malas costumbres, tenía un don maravilloso, no solo se comía las pesadillas de la joven, sino que además hacia que su mente pudiese volar, juntos recorrían mundos maravillosos, la llevo a la cima de una montaña roja donde las piedras eran resbaladizas, fueron a un valle donde había un lago de espejos, a una roca que estaba en el medio de un océano, estuvieron en la luna caminando por el lado oscuro, también dentro de un volcán en el que las personas fundían sus almas.

Cada día que pasaba la chica se metía dentro de un laberinto del que realmente no sabía cómo salir, las cosas que le brindaba el gato eran maravillosas, pero su necesidad de atención y la forma en la que intentaba adueñarse de ella eran terroríficas, de a poco comenzó a seguirla a todas partes, entraba con ella a las clases, cuando tenía recesos se montaba en sus piernas y no la dejaba levantar, al igual en el comedor. Si cualquiera se acercaba a la chica el gato los arañaba o mordía, la hechicera se sentía muy sola, volvió a tener sueños atroces, esta vez no era en el cementerio, ahora era el malvado gato, él que no la dejaba dormir… su nueva pesadilla sucedía dentro de un bosque, veía a su gato blanco reluciendo en un claro, corría a abrazarlo, pero el gato se iba transformando de a poco en un gran oso marrón que la tomaba entre sus garras y la asfixiaba, en ese momento siempre se despertaba sobresaltada.

Lo que más temía la hechicera es que esa pesadilla poco a poco se iba haciendo real, no estaban en el bosque y el gato no se convertía en un gran animal, pero sí que la asfixiaba, de pronto pasó lo que ella más temía, el gato le araño la cara, porque ella se encerró en el cuarto de baño para darse una larga ducha, con pequeñas gotitas de sangre corriendo por sus mejillas la chica, agarro al gato por el cuello, no le dijo una palabra pues por su mente pasaban solo los buenos momentos y fueron esos momentos los que evitaron que el gato cayera por la ventana… ella reacciono a pocos centímetros del alfeizar, respiro profundo, lo soltó y le pidió que se fuera haciendo luego un pacto con la sangre que aun brotaba de su cara, si el animal aparecía de nuevo por donde estuviese la chica, ella podría matarlo sin ningún remordimiento.